Arvi Park and Piedras Blancas Park (Parque Arvi y Parque Piedras Blancas) Tours and Tickets

¿Listo para perderte en la naturaleza andina sin sentirte perdido? Imagina esto: subes al Metrocable, el zumbido de la ciudad se apaga lentamente y el aire se vuelve más fresco, casi dulce, con un toque a pino y tierra mojada. Es un aroma que te envuelve, avisándote que estás llegando a otro mundo. De repente, las casas se transforman en un mar de árboles. Cuando te bajas en la estación de Arví, sientes la brisa fría en la cara y, al pisar, notas que el suelo ya no es asfalto. Aquí, los caminos son mayormente senderos de tierra compacta, anchos y bien mantenidos. No hay adoquines ni grandes desniveles abruptos; la sensación es de un paseo natural y suave. Estos senderos te guían de forma orgánica, como si el bosque mismo te invitara a adentrarte, abriéndose paso entre la vegetación densa sin que tengas que forzar tu camino.

A medida que te adentras en el Parque Arví, la red de caminos se despliega como las venas de una hoja gigante. No esperes una cuadrícula perfecta; la idea es explorar. Escuchas el canto de los pájaros y, a veces, el suave murmullo de un arroyo cercano. Los senderos principales son lo suficientemente amplios para que camines cómodamente, a veces incluso para que pasen pequeños vehículos de servicio, pero siempre manteniendo esa sensación de conexión con la naturaleza. Hay desvíos más pequeños, senderos más estrechos y menos transitados que te invitan a la aventura, a sentir las ramas rozando ligeramente tus brazos y el crujido de las hojas secas bajo tus pies. Estos caminos te llevan a puntos de interés específicos, como el mercado campesino donde el olor a frutas frescas y empanadas te llama desde lejos, o a zonas de picnic donde el sonido de las risas infantiles se mezcla con el viento.

Desde Arví, la transición a Piedras Blancas es sencilla y bien señalizada, a menudo a través de un corto trayecto en bus si no quieres caminar la distancia. Una vez en Piedras Blancas, el ambiente cambia sutilmente. Aunque sigue siendo naturaleza, la disposición es un poco más estructurada, más enfocada en la recreación y la educación ambiental. Los caminos aquí son igualmente amigables, pero con una sensación de mayor propósito. Te encuentras con senderos de tierra y, en algunas secciones, caminos pavimentados o adoquinados que te dirigen de manera más directa a las atracciones principales.

Los caminos en Piedras Blancas te guían con claridad hacia sus puntos emblemáticos: el Museo Entomológico, donde te sentirás diminuto al lado de las gigantescas representaciones de insectos, o el mariposario, donde el aleteo de colores es casi audible. Hay senderos que bordean el embalse, ofreciéndote la tranquilidad del agua y el reflejo del cielo. Estos caminos son perfectos para un paseo más relajado, para sentir la superficie lisa bajo tus pies o el ligero relieve de los adoquines, sabiendo que cada curva te revelará una nueva vista del lago o te acercará a la zona del hotel y sus comodidades. No hay pérdida: la señalización es clara y la topografía es suave, ideal para disfrutar sin preocupaciones.

Elena desde el Sendero

¡Imagina que el aire fresco de la mañana, recién lavado por una lluvia ligera de la noche, te acaricia la piel al llegar a Arví! Sientes esa humedad justa, no pegajosa, que te envuelve como un abrazo verde. El aroma a pino y eucalipto es tan denso que casi lo puedes saborear, mezclado con el dulzor de la tierra mojada y, a veces, un toque ahumado que viene de alguna cabaña lejana. Escuchas el canto de los pájaros, el susurro del viento entre los árboles y, a lo lejos, el suave zumbido del Metrocable subiendo la montaña, un ritmo casi meditativo. Esta sensación de paz profunda, de renovación, es lo que hace que Arví y Piedras Blancas se sientan en su mejor momento. Es cuando el parque respira contigo, cuando cada paso es una invitación a la calma y el clima de "eterna primavera" de Medellín se siente en su punto más puro.

Si buscas esa misma serenidad que te describí, el nivel de gente importa. Los fines de semana y festivos, Arví se llena de familias, de risas y de la energía vibrante de muchos visitantes. Puedes sentir el bullicio, el aroma a comida de los puestos, los ecos de las conversaciones. Es una energía diferente, más comunitaria, llena de vida. Si prefieres la inmersión total en la naturaleza, donde solo te acompañen los sonidos del bosque, entonces el mejor momento para sentir esa conexión íntima es entre semana. Es cuando el parque te pertenece más, cuando puedes escuchar cada crujido de hoja bajo tus pies y sentir la inmensidad del lugar sin interrupciones. La atmósfera es de introspección, de quietud.

Para aterrizar esto en la práctica: los meses de menos lluvia, como diciembre a febrero y julio a agosto, suelen ofrecer ese aire fresco y limpio que te hablé, con más sol y menos probabilidades de que una llovizna te sorprenda, aunque en Medellín siempre hay que estar preparado. Si tu objetivo es la tranquilidad absoluta, apunta a los martes, miércoles o jueves, idealmente llegando temprano, antes de las 10 de la mañana. Así, tienes el parque casi para ti solo, sintiendo el rocío de la mañana y la neblina disiparse lentamente, revelando el verde intenso. Si tu visita cae en fin de semana, considera ir a Piedras Blancas un poco más tarde en la tarde, cuando la multitud inicial ya está disminuyendo, y puedes disfrutar de la calma del atardecer.

Olya desde las calles.

¡Hola, exploradores! Hoy quiero llevarles a un lugar donde el aire se siente diferente, un escape verde que Medellín abraza con orgullo: el Parque Arví y el Parque Piedras Blancas. No es solo un destino, es una inmersión.

Imagina esto: subes en el Metrocable, dejando atrás el bullicio de la ciudad. A medida que te elevas, el sonido de los carros se disipa, reemplazado por un silencio suave, roto solo por el clic de los cables y, quizás, el canto lejano de un pájaro. Sientes cómo la temperatura baja, una brisa fresca te acaricia la piel. Miras por la ventana y ves el verde apoderarse de todo, una alfombra inmensa que se extiende hasta donde alcanza la vista. Es un respiro antes de que siquiera pongas un pie en tierra. La anticipación te envuelve, una promesa de paz.

Una vez que bajas del cable, el primer olor que te golpea es el de tierra húmeda y pino, una fragancia limpia y profunda que te llena los pulmones. Caminas y sientes la gravilla bajo tus pies, el crujido suave que acompaña cada paso. Si extiendes la mano, podrías tocar la corteza rugosa de un árbol o las hojas suaves de un helecho. Escuchas el murmullo del viento entre los árboles, como si la montaña te estuviera contando secretos antiguos. El sol se filtra entre las copas, creando parches de luz y sombra que bailan a tu alrededor. Aquí, el tiempo parece ralentizarse, y te sientes parte de algo mucho más grande, conectado con cada brizna de hierba.

Para aprovechar al máximo Arví, ve temprano, especialmente los fines de semana. Lleva zapatos cómodos para caminar, porque hay senderos para todos los gustos, desde paseos tranquilos hasta caminatas más exigentes. No olvides una botella de agua y, si el día está soleado, un sombrero y protector solar. Hay un mercado campesino local cerca de la estación del Metrocable donde puedes probar y comprar productos frescos de la región, desde frutas exóticas hasta artesanías. Es perfecto para un picnic improvisado en medio de la naturaleza.

Mi abuela, que ha vivido toda su vida en Medellín, siempre me decía que antes, la montaña era solo eso: la montaña. Un lugar lejano, verde, sí, pero inaccesible. Pero cuando llegó el metrocable y luego se abrieron estos parques, ella sintió que la ciudad por fin abrazaba su propia naturaleza. "Es como si nos hubieran devuelto un pedazo del alma de la tierra", me decía. "Ahora, el aire que respiramos en el centro viene de allá arriba, fresco, limpio. Y uno puede ir a buscarlo, a sentirlo. Ya no es solo un paisaje, es parte de nuestra casa, un pulmón que nos recuerda de dónde venimos y nos da vida."

Caminando un poco más allá, te adentras en Piedras Blancas. Aquí, la atmósfera cambia sutilmente. El aire se siente aún más puro, quizás un poco más denso por la cercanía del lago. Si tienes suerte, en el mariposario, sentirás el suave aleteo de las alas de las mariposas que rozan tu piel mientras revolotean a tu alrededor, una danza silenciosa de colores vibrantes. El sonido más prominente es el del agua del lago, una calma que invita a la reflexión. Puedes sentarte, cerrar los ojos y sentir el sol en tu cara, escuchando solo el viento y los sonidos distantes de la vida silvestre. Es un santuario para los sentidos.

En Piedras Blancas, el mariposario es una visita obligada; te sumergirá en un mundo de color y vida. También puedes alquilar botes de remo o kayaks para disfrutar del lago, o simplemente pasear por sus orillas. Hay opciones de restaurantes si te da hambre, y puedes considerar quedarte en el hotel si buscas una experiencia más inmersiva. Para moverte entre Arví y Piedras Blancas, hay senderos señalizados que los conectan, o puedes tomar un corto trayecto en taxi o bus local si prefieres ahorrar energía. Revisa los horarios de cierre de las atracciones específicas, ya que pueden variar.

¡Hasta la próxima aventura!

Léa desde el camino

Si alguna vez te encuentras en Medellín y necesitas un respiro del bullicio urbano, el Parque Arví es tu escape perfecto. No es solo un lugar, es una experiencia que empieza antes de llegar. Imagina subirte a una cabina de Metrocable. Al principio, el aire es denso, huele a ciudad. Pero a medida que asciendes, sientes cómo la temperatura baja, el aire se vuelve más nítido, más fresco. Puedes oler la tierra húmeda, el pino. Escuchas el suave zumbido del cable y el clic de las ruedas, mientras el paisaje urbano se encoge bajo tus pies y da paso a un verde inmenso. El viento te acaricia la cara, llevando consigo el aroma a bosque. Es como si la naturaleza te diera la bienvenida con un abrazo. Aquí, la primera foto perfecta es desde la cabina del Metrocable. No solo capturas la inmensidad del bosque que te espera, sino también la vista de Medellín que se despide bajo ti. Querrás que sea por la mañana, cuando la luz es más suave y clara, antes de que el sol se ponga demasiado fuerte y las cabinas se llenen. A tu alrededor, solo el verde esmeralda de los árboles, la niebla matutina que a veces danza entre las copas y el silencio roto solo por el viento y el cable.

Una vez abajo, caminas por senderos de tierra. Sientes la humedad del suelo bajo tus pies, suave y un poco esponjosa. A tu alrededor, el canto de pájaros te envuelve, mezclado con el susurro de las hojas. Hay un aroma constante a bosque, a tierra mojada, a madera, a veces a humo dulce de alguna hoguera lejana o de los puestos de comida. Puedes tocar la corteza rugosa de los árboles, sentir el musgo suave. En el Mercado Artesanal Campesino, el aire se llena de olores a arepas recién hechas, a café, a frutas exóticas. El bullicio es amigable, lleno de risas y voces locales. Para tu siguiente foto, busca uno de los senderos más internados en el bosque. Un camino serpenteante, enmarcado por árboles altos, donde la luz se filtra entre las hojas creando patrones mágicos en el suelo. O si prefieres la vida local, captura la explosión de colores y texturas en el Mercado Artesanal Campesino. La mejor hora para los senderos es a media mañana, cuando el sol ya ilumina, pero no es abrasador. Para el mercado, cualquier momento que esté abierto es bueno para la vida que irradia. Estás rodeado de una biodiversidad increíble: helechos gigantes, orquídeas escondidas, el sonido de pequeñas cascadas o riachuelos. Y en el mercado, la gente local, los artesanos, sus productos hechos a mano.

Después de sumergirte en el denso bosque de Arví, el paisaje se abre. El aire cambia, se siente más amplio, y el aroma a bosque se mezcla con un olor fresco y limpio, el de agua. Caminas hacia el Parque Piedras Blancas y de repente, el sonido del viento se acompaña de un suave chapoteo, el de las olas contra la orilla. Imagina la sensación de la brisa fresca que viene del lago, que te acaricia el rostro y te despeja la mente. Es un contraste, de lo íntimo del bosque a la amplitud del agua, una sensación de paz que se expande. Tu foto aquí tiene que ser en la orilla del lago. Con el agua tranquila reflejando el cielo y los árboles, o si tienes suerte, un bote de remos solitario. Es un lugar para capturar la serenidad. La tarde, justo antes del atardecer, es mágica. La luz dorada se derrama sobre el agua, creando reflejos espectaculares y un ambiente melancólico pero hermoso. A tu alrededor, el gran espejo de agua, el hotel con su arquitectura sencilla que se integra al paisaje, y más allá, las suaves colinas cubiertas de vegetación. A veces, puedes oír el canto de ranas o el aleteo de las aves acuáticas.

En Piedras Blancas, más allá del lago, hay una quietud diferente. Puedes sentir la delicadeza del aire en el Mariposario, donde las mariposas revolotean tan cerca que casi puedes sentir el roce de sus alas. El aroma es floral, dulce. Y en el Museo Entomológico, la curiosidad se despierta al sentir la textura de las vitrinas o el frío de las exposiciones. Es un lugar para la reflexión, para tomarse un momento y conectar con la naturaleza de una manera más íntima. Para moverte entre Arví y Piedras Blancas, puedes tomar un bus local que conecta los parques, es fácil y rápido. En Piedras Blancas, no te pierdas el Mariposario y el Museo Entomológico, son pequeños pero fascinantes. Si quieres comer, hay opciones de restaurantes en el hotel y algunos puestos de comida. Lleva protector solar y un buen gorro, especialmente en el lago, porque aunque el aire es fresco, el sol puede ser intenso. Y siempre, siempre, lleva una chaqueta ligera, el clima en la montaña cambia rápido. En el Mariposario, captura la explosión de colores de las alas de las mariposas, la luz filtrándose por el techo. O busca un rincón tranquilo junto al lago, en el que puedas capturar la calma y los reflejos, tal vez un momento de quietud con el sol poniéndose. La luz de la tarde es ideal para el lago, y para el mariposario, cualquier momento del día en que estén activas las mariposas. Además del lago, mariposario y museo, hay senderos más cortos y áreas verdes para simplemente sentarse y disfrutar del ambiente.

Leo del camino.

¡Hola, hola! Acabo de volver de una escapada total en Medellín, y tengo que contarte todo sobre el Parque Arví y Piedras Blancas. Prepárate porque esto es más que un paseo, es una experiencia que te abraza.

Imagina esto: subes al Metrocable, y el primer sonido es ese zumbido metálico mientras te elevas. Al principio, sientes el vaivén suave y el aire de la ciudad que todavía te envuelve. Pero a medida que asciendes, el bullicio de abajo se va disolviendo, como si alguien le bajara el volumen a la ciudad. Empiezas a sentir una brisa más fresca, más pura, colándose por las ventanillas, y un silencio expansivo empieza a llenar el espacio. Es casi como si tu cuerpo se relajara al mismo ritmo que el ruido se desvanece. Para llegar, toma el Metrocable hasta la estación Acevedo, luego cambia a la Línea K hasta Santo Domingo Savio, y de ahí, la Línea L te lleva directamente a Arví. Cuesta unos 12.500 COP adicionales por trayecto, pero créeme, cada centavo vale la pena por esa transición sensorial.

Una vez que bajas del Metrocable en Arví, el cambio es instantáneo y profundo. Cierras los ojos y lo sientes: el aroma a pino húmedo y tierra mojada, una fragancia tan limpia que te llena los pulmones. Escuchas el trino de pájaros que no habías oído antes, el crujido de las hojas secas bajo tus pies con cada paso. La temperatura baja, una caricia fresca y constante en tu piel, incluso si abajo en la ciudad hacía calor. Hay senderos para caminar, algunos más fáciles que otros, así que lleva zapatos cómodos, ¡imprescindible! También hay un mercado artesanal donde el aire se llena con el olor dulce de la panela, el picante de las especias, el aroma terroso de las artesanías de madera. Escuchas las voces animadas de los vendedores y el tintineo de pequeñas campanas, una sinfonía de lo local. Es un lugar para desconectar por completo.

Desde Arví, es muy fácil llegar a Piedras Blancas. Puedes tomar un taxi corto desde la entrada principal de Arví, o si te sientes con energía, es una caminata agradable de unos 20-30 minutos, por una carretera tranquila y con más aire puro. La entrada a Piedras Blancas es separada y tiene un costo, pero es mínimo. Si buscas un remanso de paz aún mayor, este es tu sitio.

En Piedras Blancas, el sonido dominante es el del agua: un suave chapoteo del lago, una brisa que roza la superficie y te trae un frescor diferente al del bosque. Si te acercas a la orilla, puedes sentir la humedad en el aire, casi como una niebla invisible que te envuelve. Pero lo que más me impactó fue el mariposario. Dentro, el aire es cálido y suave, como un abrazo constante. Puedes sentir el aleteo delicado de las mariposas cuando pasan cerca, casi rozándote la piel, y el aroma es floral, dulce, envolvente. Es un lugar donde el tiempo parece detenerse, y la delicadeza de la vida se siente con cada soplo.

Lo que más me sorprendió de todo es la facilidad con la que puedes pasar de la vibrante energía de Medellín a esta burbuja de naturaleza y tranquilidad. Lo que no me convenció del todo es que, si no planeas bien tu día, puedes sentir que te falta tiempo para disfrutarlo todo sin prisas. Arví puede llenarse un poco los fines de semana, lo que le quita un poco de esa sensación de soledad que uno busca en la naturaleza. Mi consejo honesto: ve temprano en la mañana, especialmente si es fin de semana. Lleva una chaqueta, incluso si el día en la ciudad está soleado, porque arriba el clima cambia. Y no te olvides de llevar algo de efectivo para el mercado de Arví, tienen cosas preciosas y el ambiente es genial. Si tienes tiempo, definitivamente combina ambos parques; Arví para la aventura y los senderos, y Piedras Blancas para esa dosis extra de serenidad y el mariposario.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya from the backstreets

¡Hola, viajeros del alma! Hoy nos vamos a un rincón de Medellín donde el aire huele a magia y la tranquilidad te abraza: el Parque Arví y Piedras Blancas. No es solo un lugar, es una sensación, y quiero que la vivas conmigo, con cada fibra de tu ser.

Imagina que subes, lentamente, mientras el Metrocable te eleva por encima de la ciudad. El bullicio se apaga y, de repente, un aroma te envuelve: el olor profundo a pino, a tierra húmeda y a aire puro de montaña. Es Arví. Al descender, sientes la brisa fresca en tu piel, una caricia suave que te despeja la mente. Cierras los ojos y escuchas: el canto de pájaros que nunca antes habías oído, el susurro del viento entre las hojas, y quizás, si te concentras, el crepitar de alguna rama bajo tus pies. Caminas, y cada paso es un descubrimiento: la textura irregular del sendero, las hojas secas crujiendo, la solidez de un tronco de árbol si extiendes la mano. Es un abrazo verde, un espacio donde la naturaleza te habla sin palabras, invitándote a respirar hondo y sentirte parte de algo más grande.

Y justo cuando crees que no puede haber más paz, llegas a Piedras Blancas. Aquí, el sonido cambia. El aire se vuelve aún más fresco, con un matiz a agua, a lago. Escuchas el suave chapoteo de las olas pequeñas contra la orilla, o el graznido lejano de un pato. Imagina el sol reflejándose en la superficie del embalse, miles de destellos danzando. Puedes sentir la calma que emana del agua, una quietud que se te mete en los huesos y te relaja. Si te sientas en uno de los muelles, la madera tibia bajo tus dedos, sentirás la inmensidad del cielo y el agua fundiéndose, y por un instante, el tiempo se detiene. Es un refugio, un lienzo de serenidad donde cada bocanada de aire te renueva.

Amigo, sobre sillas de ruedas o scooters aquí mismo en Arví o Piedras Blancas, te soy sincera: no es lo habitual encontrarlos para alquilar en los parques. Lo más práctico es alquilar uno en Medellín ciudad antes de subir. Busca en Google Maps "alquiler de equipos médicos Medellín" o "alquiler sillas de ruedas Medellín". Hay varias ortopedias y tiendas de suministros médicos; lo ideal es que llames con antelación para preguntar por disponibilidad y precios, y sobre todo, reservar. Una silla de ruedas manual puede costar desde 15.000 a 30.000 COP por día, los scooters eléctricos son más caros y menos comunes en alquiler diario. Algunos lugares ofrecen entrega a domicilio en Medellín, pero para llevarla a los parques necesitarás un taxi o un transporte adaptado. En los parques, aunque algunas zonas tienen terreno irregular, las áreas principales y muchos senderos son accesibles. En la Estación Arví del Metrocable y en la recepción de Piedras Blancas, puedes preguntar si tienen alguna silla de ruedas de cortesía para uso puntual, aunque no es un servicio garantizado de alquiler. ¡Planifica con tiempo y disfruta al máximo!

Un abrazo desde el camino,

Olya from the backstreets

¡Hola, aventurero! ¿Quieres saber qué se siente al subir a Arví y Piedras Blancas? No es solo "ir a un parque", es una inmersión completa. Imagina esto: estás en Medellín, el sol calienta suavemente la piel y, de repente, te subes al Metrocable. Al principio, ves los techos de las casas pasar muy cerca, sientes el zumbido suave del cable, el aire de la ciudad aún te envuelve. Pero a medida que la cabina sube y sube, la ciudad empieza a encogerse, el ruido se disipa. Sientes cómo la presión en tus oídos cambia y el aire se vuelve más fresco, más limpio. Es como si el mundo de abajo se hiciera pequeño y tú te elevaras hacia un pulmón verde inmenso. La anticipación de lo que viene te llena, es pura promesa de naturaleza.

Cuando bajas del Metrocable en Arví, la primera bocanada de aire te golpea: huele a pino, a tierra húmeda, a frescura absoluta. Es un aroma que te dice "has llegado". Escuchas el murmullo de la gente, pero enseguida se mezcla con el canto de los pájaros y el susurro del viento entre los árboles. Caminas unos pocos pasos y te encuentras con el mercado campesino. Aquí, el aire se llena de olores a arepas recién hechas, a frutas exóticas que nunca antes habías olido, a café. Puedes tocar la textura rugosa de la artesanía local, sentir el calor de una empanada recién frita en tus manos. Es un festín para todos los sentidos antes incluso de adentrarte en el bosque.

Luego, te adentras en los senderos. El sonido de tus propios pasos sobre las hojas secas se convierte en el ritmo principal. Te rodea el silencio del bosque, solo interrumpido por el trino de un ave que no conoces o el crujido de una rama. Sientes el sol filtrarse entre las copas de los árboles, creando manchas de luz y sombra en el camino. La brisa fresca te acaricia la cara. Puedes estirar la mano y sentir la corteza rugosa de un árbol o la suavidad de un helecho. No necesitas un guía, solo tus propios pies y la curiosidad. Lleva calzado cómodo, de verdad, para que tus pies disfruten tanto como tus ojos.

Si el hambre aprieta, no te preocupes. En el mercado o en los pequeños puestos que encuentras, hay delicias locales. Prueba las empanadas de cambray, sentirás el dulzor de la guayaba mezclado con el queso. O un buñuelo caliente, suave y esponjoso, derritiéndose en la boca. El café de la región es imperdible; el calor de la taza entre tus manos es un consuelo después de caminar. Tómate tu tiempo, siéntate en un banco, y simplemente escucha el ir y venir de la gente, los niños riendo, el ambiente relajado. Casi todos los puestos solo aceptan efectivo, así que lleva algunos billetes pequeños.

Desde Arví, llegar a Piedras Blancas es un salto corto. Puedes tomar otro tramo del Metrocable si te apetece seguir en las alturas, o un bus local que te deja justo en la entrada. El recorrido dura menos de 15 minutos y es una buena forma de ver un poco más del paisaje entre los dos parques.

En Piedras Blancas, el ambiente cambia. Es más de calma, de reflexión. El sonido principal es el del agua del lago, suavemente mecida por el viento. Si cierras los ojos, puedes sentir la inmensidad del espacio abierto frente a ti, el aire un poco más húmedo por la cercanía del agua. Si te animas, alquila un bote de remos; sentirás el suave vaivén del agua bajo ti y el esfuerzo de tus brazos al moverte. Es el lugar perfecto para sentarse, respirar hondo y dejar que la tranquilidad te envuelva. Hay opciones para alquilar botes o kayaks, y también hay un hotel si quieres quedarte la noche.

No te pierdas el Mariposario. Al entrar, sientes un cambio inmediato en la temperatura: es más cálida, más húmeda. Escuchas el suave, casi imperceptible, aleteo de cientos de alas a tu alrededor. Puedes sentir el roce delicado de una mariposa pasando muy cerca de tu cara, o incluso aterrizando suavemente en tu brazo por un segundo. El aire huele a flores y a vida. Es un espacio íntimo donde la fragilidad y la belleza se hacen presentes en cada movimiento. Revisa los horarios de apertura del mariposario antes de ir, a veces cierran para mantenimiento.

Al final del día, Piedras Blancas te deja una sensación de paz profunda. Es el complemento perfecto a la energía vital de Arví. Es un lugar para desconectar, para simplemente *ser*. La vuelta a Medellín te traerá de nuevo a la realidad, pero con un pedacito de esa calma y frescura en el alma.

Olya from the backstreets

¡Hola, aventurero! ¿Listo para sentir Medellín de otra manera? Imagínate que subes, no en un ascensor, sino en una cabina que se eleva suavemente sobre el caos de la ciudad. El Metrocable, en su ascenso hacia el Parque Arví, es más que un transporte; es una transición. Sientes el aire hacerse más fresco, más puro, mientras el bullicio de abajo se desvanece en un murmullo lejano. Cierras los ojos, y el viento empieza a susurrarte entre los pinos altos, un sonido que no es solo viento, sino una voz antigua y calmante, un silbido etéreo que te envuelve y te dice que has llegado a otro mundo. Es un susurro tan particular que casi se siente como si el bosque mismo te diera la bienvenida. Para llegar, simplemente toma el Metro hasta la estación San Antonio, haz trasbordo a la Línea L (Metrocable Arví) en la estación Acevedo y listo. Es la forma más sencilla y espectacular.

Una vez arriba, en Arví, caminas por senderos de tierra fresca, donde cada pisada te conecta con la naturaleza. Sientes el crujido de las hojas secas bajo tus pies y el musgo suave en las rocas si te detienes a tocar. El aire aquí tiene un aroma terroso y húmedo, mezclado con el dulzor de las flores silvestres. No es raro encontrarse con el Mercado Campesino, donde los sabores y olores se mezclan: el café recién tostado, el pan de queso caliente, las frutas exóticas que te invitan a probarlas. Mi consejo práctico: lleva efectivo para el mercado, porque muchos puestos no tienen datáfono. Y aunque no es un parque para "hacer" muchas cosas, prepárate para "ser" y "sentir". Hay senderos para caminar, paseos a caballo, y un mariposario que te envuelve en la delicadeza de sus alas. No olvides un buen impermeable, el clima de montaña es impredecible.

Ahora, si sientes que Arví te ha abierto el apetito por más tranquilidad, te propongo un salto a un lugar que a menudo se pasa por alto: el Parque Piedras Blancas. Desde Arví, puedes tomar un taxi o un bus local (pregunta a los lugareños por las rutas a Piedras Blancas, son súper amables) y en unos 15-20 minutos estarás allí. Al llegar, la atmósfera cambia. Es más íntima, más silenciosa. Lo primero que te golpea, especialmente si el sol ha calentado la tierra después de una llovizna, es el aroma inconfundible y casi medicinal de los eucaliptos mezclado con la humedad del lago cercano. Es un perfume único, profundo, que te ancla al instante y te hace respirar diferente. No es solo "olor a bosque"; es el eucalipto puro, vibrante, que te limpia los pulmones.

En Piedras Blancas, la experiencia es menos de "caminar y explorar" y más de "observar y reflexionar". Imagina que te sientas junto al lago, sintiendo la brisa suave en tu rostro, y escuchas el chapoteo ocasional de un pez que salta. El sol se siente más cálido aquí, abrazando tu piel. Hay un museo entomológico fascinante, donde puedes sentir la textura de algunas cortezas de árboles o la suavidad de las alas de mariposa (con cuidado, claro). Si te animas, hay actividades en el lago, como kayak o botes de pedales, donde puedes sentir la resistencia del agua mientras remas. Mi tip: si vas por la tarde, quédate hasta el atardecer. Los colores sobre el lago son una pintura viva, y el canto de los pájaros al anochecer es un concierto privado solo para ti.

Olya desde las callejuelas.

¡Hola, aventureros! Hoy quiero llevaros a un lugar donde la ciudad de Medellín se difumina y la naturaleza os abraza: el Parque Arví y el Parque Piedras Blancas. No voy a daros un tour, sino a compartir lo que sentí, lo que viví, para que lo experimentéis con cada fibra de vuestro ser.

Imagina que subes al Metrocable. Al principio, el zumbido de la ciudad aún te envuelve, pero poco a poco, el sonido cambia. Sientes cómo el aire se vuelve más fresco, más puro. El olor a pino y a tierra húmeda empieza a llenar tus pulmones, desplazando el aroma urbano. Puedes casi tocar el verde intenso de los árboles a medida que la cabina asciende, y el silencio se vuelve más profundo, solo roto por el suave vaivén del cable y, quizás, el canto lejano de un pájaro. Cuando llegas a Arví, el suelo bajo tus pies cambia; ya no es asfalto, sino un camino de tierra suave, a veces con pequeñas piedras sueltas. Es un respiro, un abrazo verde que te invita a explorar.

Aquí en Arví, los senderos se abren como venas en la tierra, invitándote a caminar. Los mercados artesanales te envuelven con el aroma a frutas frescas y café recién hecho. Pero, un pequeño consejo de amiga: aunque el entorno es idílico, el terreno puede ser engañoso. Los caminos son naturales, lo que significa que a veces hay piedras sueltas o raíces que sobresalen. Y si ha llovido, el suelo se vuelve resbaladizo, como jabón. Un buen par de zapatos con agarre es tu mejor aliado aquí; te darán la seguridad para disfrutar sin preocuparte por un traspié.

Desde Arví, puedes seguir la ruta hacia Piedras Blancas, un trayecto corto que te sumerge aún más en la calma. La transición es sutil, pero la sientes. El bosque se abre un poco más, y el aire, que ya era puro, adquiere un matiz diferente, quizás con un toque más húmedo, presagiando la cercanía del agua. Escuchas cómo el murmullo de la gente se atenúa, reemplazado por el susurro del viento entre los árboles y, si prestas atención, el suave batir de alas de los insectos. En este tramo, especialmente si decides ir por caminos menos transitados o si usas transporte local, es bueno mantener tus sentidos alerta. No es para alarmarse, pero estar consciente de tu entorno y de tus pertenencias es una costumbre sana en cualquier lugar.

Al llegar a Piedras Blancas, la experiencia se transforma de nuevo. Del bosque denso de Arví pasamos a la serenidad de una laguna. Imagina el sol reflejándose en el agua, creando destellos que casi puedes sentir en tu piel. El sonido dominante es el del agua, rompiendo suavemente contra la orilla, o el chapoteo de algún pato. Puedes alquilar un bote y sentir el remo hundirse en el agua, la resistencia, el esfuerzo y luego el deslizamiento suave. Alrededor del lago, los senderos también son de tierra, y cerca del agua, la humedad puede hacer que las superficies sean un poco más escurridizas. De nuevo, la precaución con el calzado es clave, especialmente si te acercas a las orillas para admirar el paisaje.

Para que tu experiencia sea totalmente placentera en ambos parques, un par de cosas más a tener en cuenta. Mantén tus objetos de valor fuera de la vista; es un lugar seguro, pero la discreción siempre es buena. Y si alguien se te acerca ofreciéndote una "ayuda" o una "oferta" que suena demasiado buena para ser verdad, confía en tu instinto y sé amable pero firme. La mayoría de la gente es maravillosa, pero es mejor prevenir. Quédate en los senderos marcados; no solo por tu seguridad (hay zonas protegidas), sino porque te aseguras de no perderte y de disfrutar de lo que está diseñado para el visitante. Ambos parques son un tesoro de paz y naturaleza, y con estas pequeñas precauciones, los vivirás al máximo.

¡Que vuestra aventura sea tan rica como la sentí yo!

Ana en Ruta

¡Claro que sí! Si eres amante de las aves, Parque Arví y Parque Piedras Blancas son un sueño en Medellín. Imagina que el aire fresco del bosque te envuelve, sientes la humedad de la tierra bajo tus pies mientras el sol se filtra entre las hojas. Caminas y, de repente, escuchas un canto, luego otro, y otro más. Es como si el bosque entero te estuviera dando la bienvenida con su propia orquesta natural. No es solo ver, es sentir cómo la vida silvestre late a tu alrededor.

Aquí, el aire se llena del trino del Barranquero (Momotus momota), con su cola de raqueta inconfundible, o el vibrante sonido del Tucanete Esmeralda (Aulacorhynchus prasinus), que parece una joya escondida entre el follaje. También puedes escuchar el curioso reclamo del Búho de Anteojos (Pulsatrix perspicillata) si tienes suerte, o el gorjeo constante de las Tangaras, que pintan el aire con sus colores brillantes. Sientes la brisa moviendo las ramas y el eco de los llamados de las aves que te rodean, invitándote a detenerte y simplemente escuchar.

Para realmente conectar con ellas, busca los senderos menos transitados dentro de Arví, especialmente aquellos que se internan en el bosque nativo. El sendero de la Cuerda es uno de esos lugares, donde el silencio del bosque es más profundo y solo se interrumpe por el murmullo del viento y los cantos. También, en Piedras Blancas, cerca del embalse, hay puntos donde la vegetación es densa y puedes pararte discretamente junto a un árbol, sintiendo la corteza rugosa, y esperar. La paciencia es tu mejor aliada; a veces, solo tienes que quedarte quieto y dejar que el bosque te revele sus secretos.

El mejor momento para la observación de aves es temprano en la mañana, justo al amanecer, o al final de la tarde, antes de que el sol se ponga. Entre las 6:00 AM y las 9:00 AM, las aves están más activas, buscando alimento y marcando territorio. Por la tarde, entre las 4:00 PM y las 6:00 PM, también hay buena actividad. Lleva ropa de colores neutros para no sobresalir, y si tienes, unos binoculares te ayudarán a ver detalles sin perturbarlas. Recuerda que la tranquilidad del ambiente es clave.

Olya from the backstreets