¡Hola, trotamundos! Prepárate para una experiencia que te sacudirá los sentidos, como si la tierra misma te hablara. Imagina que el aire, antes fresco y dulce, de repente se vuelve denso, cargado de un olor penetrante, un azufre que te envuelve, te pica suavemente la nariz y el fondo de la garganta. No es desagradable, es... primario. Escuchas un silbido constante, grave, como si el planeta exhalara justo a tu lado. Sientes una calidez húmeda en la piel, una niebla que no ves pero que te envuelve, depositando pequeñas gotas de vida caliente. Es Owakudani, y cada paso aquí es un latido de la tierra.
Mientras caminas, el suelo bajo tus pies vibra ligeramente, un murmullo constante que sube por tus piernas. Escuchas el borboteo profundo de la tierra, un sonido húmedo y pesado, como si gigantes estuvieran cocinando bajo la superficie. Tus manos, si las extiendes, pueden sentir la densidad del aire, casi como tocar una nube tibia y mineral. El ritmo es lento, contemplativo; cada inhalación te llena de ese aroma único, cada exhalación es un suspiro en este paisaje que parece sacado de otro mundo. Es crudo, es vivo, y te hace sentir increíblemente pequeño, pero también extrañamente conectado a algo mucho más grande.
Y luego llega el momento de los huevos negros. Sientes el calor irradiando de los puestos, el aroma a azufre mezclado ahora con un olor ahumado, terroso, casi metálico. Te entregan uno, aún tibio, la cáscara rugosa y sorprendentemente ligera en tu palma. Al abrirlo, el vapor te acaricia la cara, y al morderlo, el sabor es suave, sí, pero con un regusto mineral distintivo, un eco de la tierra que lo cocinó. Es una experiencia que te ancla, te recuerda dónde estás, y te deja una sensación de haber participado en un ritual ancestral.
Para llegar a este lugar tan único, la forma más escénica y sencilla es el teleférico Hakone Ropeway. Si puedes, ve temprano por la mañana, justo cuando abren, para evitar las multitudes y disfrutar de la tranquilidad de la montaña. Si el día está despejado, las vistas son espectaculares, pero incluso con niebla, la atmósfera es mágica. Vístete en capas, porque la temperatura puede cambiar rápidamente, y lleva calzado cómodo, ya que hay algunas pendientes suaves. Si eres sensible al azufre, una mascarilla facial podría ser una buena idea, aunque la mayoría de la gente lo tolera sin problema.
Después de Owakudani, no te quedes solo con los huevos. Puedes continuar en el teleférico hasta el Lago Ashi y tomar un barco pirata (sí, pirata) que te llevará a través del lago con vistas al Monte Fuji si el cielo coopera. También está el Museo al Aire Libre de Hakone, que es una maravilla para los sentidos, con esculturas que puedes tocar y explorar. Siempre mantente en los caminos señalizados en Owakudani; los gases son potentes y la seguridad es primordial. Y si te apetece algo más que huevos, hay pequeñas tiendas y cafeterías con opciones más tradicionales, aunque los huevos son la estrella.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets.