¡Hola, aventurero! ¿Me preguntas qué se *hace* en el puerto de Mykonos? Mira, no es solo un lugar de paso; es el primer abrazo de la isla. Imagina esto: el suave balanceo de tu barco disminuye, y sientes una vibración en la cubierta, la señal de que estamos cerca. De repente, el aire se vuelve más denso, más salado, y la luz, ¡ah, la luz! Es casi cegadora en su pureza. Escuchas el chirrido de las gaviotas y, si te concentras, el murmullo lejano de lo que parece ser un pueblo blanco como la nieve. Sientes el sol en tu piel, cálido, invitándote a bajar. No hay prisa, solo la promesa de algo nuevo.
Una vez que bajas del barco, te encuentras en el New Port (Tourlos). Para llegar al corazón de Chora (la ciudad principal), tienes varias opciones prácticas. La más popular y pintoresca es el "Sea Bus". Es un pequeño barco que te lleva directamente al Old Port, justo en el centro. Cuesta unos 2 euros y el trayecto dura menos de diez minutos. Es rápido y evita el tráfico. Otra opción son los taxis, pero son limitados y pueden ser más caros (unos 10-15 euros). También hay autobuses públicos que paran cerca del puerto, pero suelen estar más llenos y el trayecto puede ser más largo debido a las paradas. Si tu barco ofrece un shuttle, es la opción más cómoda, aunque a veces te deja un poco más lejos del centro.
Mientras te deslizas sobre el agua en el Sea Bus, el viento te acaricia la cara y puedes oler la mezcla de sal y algo dulce, quizás flores de la orilla. Ves cómo los edificios blancos, esos cubos perfectos, empiezan a crecer a tu alrededor, apiñándose en la colina. El agua bajo tus pies es de un azul tan intenso que casi duele la vista. Escuchas el suave chapoteo del barco y las risas de la gente a tu alrededor. Es como si la isla te estuviera dando la bienvenida con una brisa fresca y la promesa de un día lleno de descubrimientos.
Cuando el Sea Bus te deja en el Old Port, lo primero que sientes es la solidez del muelle bajo tus pies después de la inestabilidad del agua. El aire aquí es diferente, más denso, con el aroma del café recién hecho y el pan horneándose en alguna panadería cercana. El sonido de las olas rompiendo suavemente contra el muelle se mezcla con el murmullo de las conversaciones y el tintineo de las copas. Estás justo en el borde de Chora, y te rodea una explosión de blanco y azul. No hay confusión, estás en el lugar correcto.
Ahora, la aventura de verdad comienza. Te adentras en un laberinto de callejones empedrados. Sientes la frescura de la piedra bajo tus pies y, si extiendes la mano, puedes rozar las paredes encaladas que flanquean cada paso. El sol se filtra en rayos oblicuos, creando un juego de luces y sombras que te invita a perderte. Oyes el eco de tus propios pasos y, de repente, el ladrido lejano de un perro o el sonido de una moto. En cada esquina, te asaltan colores vibrantes: el fucsia de las buganvillas trepando por las paredes, el azul profundo de las contraventanas, el rojo de las macetas. Es un festín para los sentidos, un paseo sin mapa que te lleva a rincones inesperados.
Si buscas un buen café griego o un tentempié, los callejones del centro están llenos de pequeñas cafeterías y tabernas. Prueba un café freddo y siente el hielo en tus labios mientras te refrescas del sol. No te pierdas el atardecer desde los famosos molinos de viento; el aire allí arriba es más fresco y el viento puede ser fuerte, pero la vista es inolvidable. Siente cómo la brisa te despeina mientras el sol tiñe el cielo de naranjas y rosas. Para una experiencia más íntima, busca una mesa en Little Venice, donde puedes sentir las olas casi rozando tus pies mientras cenas o tomas una copa. El sonido del agua es tu banda sonora.
Para volver al puerto, simplemente invierte el camino. Las opciones de transporte son las mismas: el Sea Bus es la más eficiente, saliendo regularmente desde el Old Port. Asegúrate de calcular bien el tiempo, especialmente si tu barco tiene una hora límite para el embarque. Los taxis pueden ser más difíciles de conseguir en las horas punta, así que si optas por uno, es mejor reservarlo con antelación o dirigirte a una parada de taxis designada. No te confíes con el tiempo; Mykonos te atrapa y es fácil que las horas pasen volando.
Mientras el barco se aleja, sientes el suave balanceo de nuevo, pero esta vez, es diferente. La brisa marina trae consigo el recuerdo de las calles estrechas y el olor a jazmín. Miras hacia atrás y ves cómo las luces de Mykonos se van haciendo más pequeñas, parpadeando como estrellas caídas sobre el mar. Puedes sentir la sal en tus labios, un último sabor de la isla. No es solo un viaje de vuelta, es el momento de asimilar todo lo que has vivido, la sensación de haber caminado por sus calles, de haber sentido su pulso. Te vas, pero una parte de Mykonos se queda contigo, y la promesa de volver ya está en el aire.
Olya de los callejones.