¡Hola, trotamundos! Si alguna vez te has preguntado cómo se siente la verdadera calma, permíteme llevarte a un lugar donde el tiempo parece detenerse: la isla de Mljet, en Croacia. Imagina esto: bajas del ferry y, antes siquiera de que tus pies toquen tierra firme, ya lo sientes. Un aire fresco, cargado con el perfume resinoso de los pinos y una pizca de sal marina, te envuelve como un abrazo. Es un suspiro profundo que te limpia por dentro. Escuchas el suave chapoteo de las olas contra la orilla y, quizás, el zumbido lejano de alguna abeja. No hay prisas, no hay ruido, solo una promesa de paz que te invita a explorar con todos tus sentidos.
Una vez que te adentras, el corazón de Mljet se revela en sus dos lagos salados: Veliko Jezero (Lago Grande) y Malo Jezero (Lago Pequeño). Cierra los ojos por un momento y siente el sol acariciando tu piel mientras el viento te despeina suavemente. Cuando te sumerges en sus aguas, la sensación es indescriptible: una temperatura perfecta, ni fría ni caliente, que te envuelve como seda líquida. El agua es tan clara que, aunque no puedas verla, sabes que el fondo está lleno de vida. Escuchas el murmullo de tus propias brazadas y el eco de la risa de otros bañistas. Para moverte entre ellos, lo mejor es alquilar una bicicleta. Siente el pedaleo, el aire fresco en tu cara, el aroma a pino intensificándose a medida que te adentras en los senderos que rodean los lagos. Es una libertad pura.
En el centro del Lago Grande, como una joya flotante, se alza la pequeña isla de Santa María con su monasterio benedictino. Para llegar, tomas un pequeño barco que te mece suavemente sobre las aguas esmeralda. Al desembarcar, siente la frescura de la piedra antigua bajo tus dedos, el silencio reverente que envuelve el lugar. El aroma a incienso se mezcla con el de la brisa lacustre. Puedes caminar por sus claustros, tocar los muros que han sido testigos de siglos de historia, y sentir la quietud que emana de cada rincón. Es un lugar que te invita a la introspección, a simplemente ser.
Más al sur de la isla, la Cueva de Odiseo te espera, un secreto escondido al que solo se llega nadando o en kayak. Imagina que te deslizas sobre el agua, sintiendo la caricia fría de las gotas que te salpican. A medida que te acercas a la entrada de la cueva, el sonido de las olas rompiendo se intensifica y el aire se vuelve más fresco. Una vez dentro, la oscuridad te envuelve por un instante, y luego, a medida que tus ojos se acostumbran, una luz mágica comienza a filtrarse desde arriba, creando un resplandor azul turquesa en el agua. Siente la roca húmeda, el eco de tu propia respiración y la inmensidad de este espacio natural. Dicen que aquí fue donde la ninfa Calipso retuvo a Odiseo, y al sentir la energía del lugar, no te costará creerlo.
Mi abuela siempre decía que Mljet no es solo tierra y agua, es un susurro antiguo. Contaba que sus antepasados ya sabían que este lugar era especial, un jardín secreto que había que proteger. Decía que el monje que llegó aquí hace siglos no lo hizo por casualidad; sintió la misma paz que nosotros. Y por eso, la gente de aquí, generación tras generación, ha cuidado cada pino, cada lago, como si fuera parte de su propia familia. No es una historia de reyes o batallas, sino de cómo la gente y la naturaleza pueden vivir juntas, en respeto, manteniendo viva la esencia de este paraíso.
Para llegar a Mljet, los ferries desde Dubrovnik o la península de Pelješac (sobre todo desde Prapratno) son tu mejor opción, llegando a Polače o Pomena. Una vez allí, el parque nacional se extiende ante ti, y puedes moverte fácilmente en autobús local, taxi, o, como te decía, alquilando una bicicleta. Lleva siempre bañador, toalla, calzado cómodo para caminar o pedalear, mucha agua y algo de picar. La mejor época para ir es la primavera o principios de otoño, cuando el clima es perfecto y la afluencia de gente es menor, permitiéndote disfrutar de la tranquilidad al máximo. Es un lugar para desconectar y reconectar, un verdadero respiro para el alma.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets