¡Hola, trotamundos! Hoy te llevo a un lugar que te abraza con su historia y su calma en el corazón del bullicio de El Cairo: la Mezquita de Al-Azhar. No es solo un edificio, es un latido de la ciudad. Si te guiaría en persona, empezaríamos justo aquí, en su puerta principal, Bab al-Muzayinin. Imagínate el contraste: un segundo estás en el caos ruidoso de las calles, con el claxon de los taxis y el murmullo de mil conversaciones, y al siguiente, sientes un cambio brusco. El aire se vuelve más fresco, el ruido se amortigua, y bajo tus pies, la piedra fría te da la bienvenida. Es como si cruzaras un umbral invisible hacia otro tiempo. Lo primero, si vienes, es recordar que estás entrando en un lugar sagrado: ropa modesta es clave, y las mujeres deberán cubrirse la cabeza. Te darán una túnica si la necesitas, no te preocupes.
Una vez dentro, después de dejar tus zapatos en la entrada, tus pies descalzos sentirán la suavidad del mármol pulido bajo las arcadas. Es la enorme Sahn, el patio central. Aquí, el espacio se abre de una forma asombrosa. Sientes la inmensidad del cielo sobre ti, y el sol, si es de día, te acaricia la piel. Escuchas un suave murmullo, no es un grito, sino el eco de voces que oran o conversan en voz baja, un sonido que parece flotar en el aire. Si cierras los ojos, puedes casi ver las siluetas de los minaretes, imponentes y antiguos, alzándose hacia el cielo. Tómate tu tiempo aquí, es el corazón de la mezquita, el lugar donde la luz baila y el tiempo parece ralentizarse.
Desde el patio, te guiaría hacia la sala de oración principal, el Haram. Aquí, el ambiente cambia de nuevo. El aire es más denso, cargado con el suave aroma del incienso y el polvo de siglos. Tus pies se hunden en las alfombras mullidas, y el silencio se vuelve más profundo, solo roto por el susurro de las oraciones. Toca las columnas, sientes la frescura de la piedra tallada. Imagina las manos que las han tocado durante más de mil años. No hay prisa aquí; no hay nada que "saltarse" en este espacio. Es para sentir la reverberación de la devoción, la historia de una institución que ha sido faro de conocimiento y fe. Si no estás aquí para orar, simplemente respira y déjate envolver por la serenidad.
Después de la sala de oración, te llevaría a explorar los "riwaqs", las arcadas que rodean el patio. Estos no son solo pasillos; son aulas vivas. Aunque no puedas ver los libros, puedes sentir la energía de la sabiduría. Escucha el crujido ocasional de una página, el murmullo de un estudiante recitando, el suave roce de una mano sobre una mesa de madera. Huele el aroma a papel viejo y el tenue olor a té, que a veces se filtra desde algún rincón. Es la Universidad de Al-Azhar, una de las más antiguas del mundo, que sigue viva y activa. Aquí, lo que menos importa es ver; lo que importa es sentir la continuidad de la tradición y el estudio. No hay nada que "saltarse" aquí; es una parte integral de la experiencia de Al-Azhar.
Para el final, te guardaría la sensación de salir de nuevo al mundo. Después de absorber la calma y la historia, el contraste al volver a las calles de El Cairo es un shock suave. El ruido vuelve, el calor del sol te envuelve de nuevo, y el olor a especias y a la vida de la calle te golpea. Es el momento de reflexionar sobre lo que acabas de experimentar: la paz dentro del caos, la permanencia en la fugacidad. Es como si el tiempo se doblara sobre sí mismo. Y justo al salir, estarás a un paso del laberinto de Khan el-Khalili, el souk, donde te espera otra aventura sensorial completamente diferente.
Olya from the backstreets