Amigo, me preguntaste qué se hace en Mulholland Drive, ¿verdad? No es solo una carretera. Es una experiencia que te envuelve, desde que pones la primera marcha. Imagina esto: el motor ronronea suavemente mientras dejas atrás el bullicio de la ciudad. Sientes cómo el asfalto empieza a inclinarse, llevándote hacia arriba. El aire, al principio denso y con el familiar aroma a escape de coche y algo de jazmín de los jardines cercanos, se empieza a sentir más ligero, más fresco. Es una invitación, una promesa de algo diferente.
Mientras subes, la carretera se vuelve tu danza. No es recta, no; se curva y se retuerce suavemente, abrazando las colinas. Puedes sentir la inclinación, la forma en que el coche se balancea un poco al tomar cada curva. El sonido del viento empieza a ser más presente, un susurro constante que se cuela por las ventanillas, mezclándose con el zumbido lejano de la ciudad que ahora queda abajo, como un colchón sonoro. Si estiras la mano, podrías casi tocar el aire que se vuelve más nítido, con un tenue aroma a tierra seca y pino, muy distinto al de abajo. No te apresures. La velocidad está pensada para que disfrutes del camino. Hay tramos donde los árboles se cierran sobre ti, creando un túnel de sombra, y luego se abren de golpe. Mantén los ojos en la carretera, pero deja que tus otros sentidos te guíen.
Y entonces, llegas a uno de los miradores. Hay varios, pero la sensación es similar. El coche se detiene y de repente, el sonido cambia. El viento se vuelve más fuerte aquí arriba, te golpea suavemente en la cara, trayendo consigo un eco distante de sirenas y el murmullo casi inaudible de miles de vidas sucediendo allá abajo. Sientes la inmensidad del espacio que se abre frente a ti, una sensación de libertad y de ser diminuto a la vez. Es como si el aire vibrara con la energía de una ciudad que nunca duerme. Si cierras los ojos, puedes casi sentir la luz de los miles de puntos brillantes que se extienden hasta el horizonte por la noche, o el calor del sol que baña todo durante el día. Los mejores momentos son al atardecer o al amanecer. Si vas de noche, lleva una chaqueta, el aire es fresco. No olvides el móvil para las fotos, pero sobre todo, tómate un momento para simplemente *estar* y absorber la magnitud. Hay aparcamientos designados en cada mirador, pero pueden llenarse rápido, especialmente los fines de semana.
Pero Mulholland no es solo miradores. Si sigues más allá de los puntos más concurridos, la carretera se adentra en un Mulholland más íntimo. Los sonidos de la ciudad se desvanecen casi por completo, reemplazados por el canto de los pájaros y el crujido de las hojas bajo tus pies si decides bajarte y estirar las piernas en alguna de las pequeñas zonas de descanso. El aire aquí tiene un aroma más terroso, a chaparral seco y a la resina de los árboles. Puedes sentir la textura áspera de las rocas y la suavidad de la tierra bajo tus zapatos. Es un contraste, una quietud que te abraza después de la grandiosidad de los miradores. Explora los tramos menos conocidos. Son perfectos si buscas un momento de paz. Algunos puntos tienen pequeños senderos improvisados que te permiten caminar un poco entre la vegetación. No hay servicios, así que lleva agua y lo que necesites. Y por favor, no dejes basura; es un lugar muy especial que hay que cuidar.
Finalmente, la carretera comienza su suave descenso, llevándote de vuelta al ritmo de la ciudad. La luz cambia de nuevo, volviéndose más directa, más envolvente. El aire recupera los aromas familiares, y el murmullo de la vida urbana se hace más claro. Pero algo ha cambiado dentro de ti. Llevas contigo esa sensación de haber estado en la cima del mundo, de haber sentido el pulso de Los Ángeles desde una perspectiva única. Es una memoria que se te pega a la piel, una vibración que resuena mucho después de que el motor se apaga. Mulholland Drive es una actividad en sí misma, pero también es una parada perfecta antes o después de explorar Hollywood o el Valle de San Fernando. No tiene costo, solo el de la gasolina. Dedícale al menos una hora para poder disfrutarlo sin prisas. No hay baños ni tiendas en la carretera, así que planifica con antelación.
Olya desde los callejones