¡Hola, aventurero! Si estás pensando en las Cascadas de Ouzoud, no solo te voy a contar qué ver, sino a sentirlo contigo. Prepárate para mojarte un poco, pero sobre todo, para empaparte de Marruecos de una forma que te dejará sin aliento.
Imagina que el día empieza con el sol asomándose por el horizonte, tiñendo el desierto de tonos anaranjados. Te subes a un coche, quizás un taxi compartido desde Marrakech, y sientes cómo el paisaje cambia lentamente. De la aridez se pasa a campos de olivos, a pequeñas aldeas. El aire en la ventanilla es cada vez más fresco. Sabes que te acercas cuando empiezas a escuchar un rumor lejano, un susurro que poco a poco se convierte en un bramido. Es el sonido del agua, una sinfonía que te llama. Llegarás a la parte alta de las cascadas, donde el río empieza su caída. Desde aquí, ya sientes la promesa de algo majestuoso.
Una vez que llegas, empieza el descenso. Sientes la tierra bajo tus pies, a veces suave, a veces con pequeñas piedras que crujen. El camino está bien marcado, son escalones de piedra y senderos de tierra, pero no esperes un paseo por el parque: hay que bajar con ganas. A medida que desciendes, el sonido del agua se hace más fuerte, envolviéndote. Podrías percibir un ligero cambio en la temperatura, el aire se vuelve más fresco, cargado de humedad, y quizás hasta notes un aroma a tierra mojada y vegetación. Te irás cruzando con pequeños puestos de artesanía, pero mi consejo es que no te entretengas mucho aquí todavía. Enfócate en la bajada, en la anticipación. Verás a veces a "guías" que intentarán engancharte; si no los quieres, un "no, gracias" firme es suficiente.
Cuando llegas a la base, el estruendo del agua te golpea, es una sensación envolvente. Es como si el aire mismo vibrara con la fuerza de la naturaleza. Sientes la bruma en tu cara, pequeñas gotas que te refrescan al instante. Si estiras la mano, casi podrías tocar la cortina de agua que cae con una potencia increíble. Aquí te ofrecerán dar un paseo en una de esas barquitas de madera de colores vivos que te acercan aún más a la caída. ¿Mi opinión? Hazlo. Sientes el bamboleo suave de la barca, el agua salpicando con más fuerza, el viento generado por la cascada. Es una perspectiva única, casi hipnótica, y te permite apreciar la magnitud real de Ouzoud. El viaje es corto, unos 15-20 minutos, y suele costar unos pocos dirhams.
Alrededor de las cascadas, y especialmente en el camino de vuelta, te encontrarás con los famosos macacos de Berbería. Escuchas un pequeño revuelo, un chillido juguetón, y de repente, ahí están. Son curiosos, a veces un poco descarados, pero casi siempre adorables. Puedes sentir cómo te observan, con sus ojos vivaces. A su alrededor, el paisaje está salpicado de olivos centenarios, cuyos troncos retorcidos cuentan historias de siglos. El aroma a olivo, a tierra y a agua fresca se mezcla en el aire. Si quieres interactuar, ten cuidado: no los alimentes a mano y no los toques, son animales salvajes. Pero observarlos en su hábitat, saltando entre las ramas, es una experiencia que te conecta con la naturaleza de una forma muy especial.
Después de toda la emoción, el cuerpo pide una pausa. Y aquí, en Ouzoud, hay muchos pequeños restaurantes con terrazas que ofrecen vistas privilegiadas a las cascadas. El aroma de la tagine recién hecha, del pan recién horneado y de la menta fresca para el té, flota en el aire. Sientes el calor del sol en tu piel mientras te sientas, quizás un poco cansado pero feliz, y disfrutas de una comida sencilla pero deliciosa. La mayoría sirven cocina marroquí típica: tajines de pollo o verduras, cuscús, ensaladas frescas. Los precios suelen ser razonables, pero siempre es bueno preguntar antes. Para mí, el mejor momento para comer es justo después de haber bajado y explorado la base de las cascadas; así, puedes relajarte y absorber la belleza del lugar antes de la subida. Es el final perfecto para la parte más activa del día.
La subida de vuelta puede ser un desafío, sí, pero no hay prisa. Sientes el esfuerzo en tus piernas, pero cada paso te regala una nueva perspectiva de las cascadas. Quizás te detengas en algún punto para mirar hacia atrás y ver el agua caer en la distancia, ahora más pequeña pero igual de impresionante. El aire se vuelve un poco más seco a medida que asciendes, y el sonido del agua se va difuminando, reemplazado por el canto de los pájaros o el murmullo de la gente. Es un momento para reflexionar sobre lo que acabas de vivir, la fuerza de la naturaleza, la alegría de la aventura. Cuando llegues arriba, sentirás una punzada de nostalgia, pero también la satisfacción de haber explorado un lugar tan mágico.
Para que tu visita sea aún mejor, un par de cosas prácticas: lleva calzado cómodo y antideslizante, porque el camino puede ser resbaladizo. Vístete en capas, la temperatura cambia de arriba a abajo. Lo mejor es ir por la mañana temprano para evitar las aglomeraciones y disfrutar de la luz del sol en las cascadas. Lleva efectivo, ya que la mayoría de los lugares no aceptan tarjeta. Y, aunque te lo he dicho antes, insisto: sé firme pero amable con los guías no solicitados, no necesitas uno para disfrutar de este lugar. ¡Disfruta cada gota!
Max en ruta.