¡Hola, trotamundos!
Si me preguntas cuándo el Tizi-n'Tichka te abraza de la mejor manera, te diría que apuestes por la primavera. Piensa en abril o mayo. Imagina que el aire que respiras es fresco, casi crujiente, y trae consigo un sutil aroma a tierra mojada después de alguna lluvia reciente, mezclado con el dulzor de las flores silvestres que tímidamente asoman entre las rocas. Al subir, el sol ya calienta, pero sientes una brisa constante que acaricia tu piel, una caricia suave que evita el agobio del calor. Escuchas el murmullo del viento al pasar por las cumbres, una banda sonora natural que te envuelve. No hay grandes multitudes; ves a otros viajeros, sí, pero el ambiente es de asombro compartido, cada uno inmerso en la inmensidad que lo rodea, haciendo paradas en los miradores para absorber la vista sin prisas. La luz es dorada, perfecta para que los colores ocre de las montañas cobren vida, y los pequeños riachuelos que bajan se ven cristalinos y vibrantes.
La forma en que el tiempo cambia el ánimo del puerto es fascinante. En primavera, esa sensación de renacimiento y frescura te llena de energía. Pero si vas en verano, la historia es otra: el sol es implacable, te golpea directo, y el aire es denso, cálido, haciendo que el paisaje se vea más árido, casi monocromático bajo una luz tan fuerte. La experiencia se vuelve más una prueba de resistencia al calor. En invierno, sin embargo, el Tizi-n'Tichka se transforma en un gigante dormido cubierto de nieve. El silencio es profundo, casi absoluto, solo roto por el crujido de tus pasos si te aventuras fuera del coche. La vista es espectacularmente dramática, pero la sensación es de una soledad imponente, incluso un poco intimidante. En esas épocas, la gente escasea; solo los más valientes o los que no tienen otra opción se aventuran, y la carretera puede ser complicada.
Para que tu experiencia sea top, aquí van unos consejos prácticos. Si vas en primavera, lleva capas de ropa: una camiseta ligera, una sudadera y una chaqueta cortavientos son ideales. Por la mañana temprano o al atardecer puede refrescar bastante, pero al mediodía el sol pega. Siempre lleva agua, mucha. Hay algunos sitios para comprar, pero es mejor ir preparado. Si conduces tú, hazlo con calma; la carretera es de montaña, con muchas curvas y algunos tramos estrechos. No te agobies si te adelantan o si un camión viene de frente; paciencia es clave. Si prefieres un tour, elige uno con buenas reseñas que incluya paradas en miradores y te dé tiempo para respirar el aire de la montaña. Los servicios en la cima son básicos, tiendas de souvenirs y algún café sencillo. No esperes grandes restaurantes.
Si tus fechas no coinciden con la primavera, no te preocupes, el paso sigue siendo una aventura. Si vas en verano, sal muy temprano por la mañana para evitar las horas de más calor y lleva gorra, gafas de sol y protector solar. La experiencia será más de admirar la grandiosidad del paisaje desde la protección del aire acondicionado de tu vehículo. En invierno, antes de subir, infórmate sobre el estado de la carretera; puede haber nieve y hielo, e incluso cierres temporales. Si no estás acostumbrado a conducir en esas condiciones, es mejor contratar un conductor local experimentado. La vista de las cumbres nevadas es impresionante, pero la sensación de frío es constante, así que un buen abrigo, guantes y gorro son imprescindibles.
Al final, no importa la estación, el Tizi-n'Tichka es un viaje que te marca. Sientes cómo el paisaje se abre ante ti, cómo el aire puro te llena los pulmones y cómo la grandeza de las montañas te empequeñece de la mejor manera posible. Es ese punto donde el verde del norte empieza a difuminarse en el ocre del desierto, un portal a otra Marruecos. Y cuando empiezas a descender por la otra cara, hacia Ouarzazate, el aire cambia de nuevo, se vuelve más seco, y el paisaje se transforma en un lienzo de kasbahs de adobe que te preparan para la magia del sur. Es un viaje que no solo haces con los ojos, sino con cada fibra de tu ser.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets