Imagina que sales de la vibrante Marsella. Te subes a un autobús que se aleja del bullicio, y poco a poco, el sonido de los coches se desvanece, reemplazado por un silencio que solo rompe el viento y, si escuchas bien, el lejano canto de alguna gaviota. Cuando el autobús te deja, tus pies pisan un sendero de tierra y pequeñas piedras. Sientes la tierra bajo tus zapatillas, un poco suelta al principio, pero firme. El aire cambia, ya no huele a ciudad, sino a pino, a tierra seca y, sí, a sal, aunque el mar aún no se ve. Notas el sol en tu piel, cálido, invitándote a seguir. Empiezas a caminar, y cada paso te sumerge más en este nuevo mundo. Para llegar a los puntos de partida más comunes, como Luminy, puedes tomar el autobús 21 desde Castellane, o si vas hacia el lado de Cassis, hay buses desde la estación de tren de Marsella.
A medida que te adentras, el camino se vuelve más rocoso, más exigente. Tus pies buscan el mejor apoyo en las piedras irregulares. Puedes sentir el esfuerzo en tus piernas, pero el aire fresco y la promesa de lo que viene te impulsan. A veces, el sendero es estrecho, y notas el roce de los arbustos secos en tus pantalones. Otras veces, se abre, y el horizonte se expande, aunque el mar sigue escondido. Escuchas el crujido de las hojas secas bajo tus pasos y, de vez en cuando, el zumbido de un insecto. Es un hike de verdad, no un paseo por el parque. Un consejo: lleva zapatillas de senderismo con buen agarre, no sandalias. Y agua, mucha agua. Algunas de las rutas, como la que lleva a En-Vau, son bastante empinadas y requieren cierta forma física.
De repente, tras una curva o al coronar una pequeña colina, lo ves. Un destello de azul tan intenso que te golpea los ojos, incluso antes de que el resto de tu cuerpo lo procese. Es el mar, encajado entre paredes de roca blanca y escarpada. El sonido del agua es ahora inconfundible, el suave chapoteo de las olas al besar las rocas, el eco de voces lejanas. Bajas por una pendiente, a veces resbaladiza, y llegas a la orilla. Tus pies, cansados de la caminata, anhelan el contacto con algo diferente. Puedes sentir la arena gruesa o las pequeñas piedras lisas bajo tus plantas. Y entonces, te sumerges. El agua te abraza con un frío inicial que te quita el aliento, pero que rápidamente se transforma en un alivio refrescante. Es tan cristalina que, si abres los ojos bajo el agua, ves tu propia mano con una claridad asombrosa. Las Calanques más accesibles para nadar son Sormiou y Morgiou, que incluso tienen pequeños restaurantes. En-Vau es espectacular, pero su descenso es el más complicado.
Una vez en la calanque, el tiempo se ralentiza. Después de nadar, te tumbas en una roca calentada por el sol y sientes cómo su calor te seca la piel, un contraste maravilloso con el frío del agua. El olor a sal se adhiere a ti. Si te atreves, puedes explorar alguna pequeña cueva, sintiendo la roca húmeda y fría bajo tus dedos, o el eco de tu propia voz. El sonido es el de la naturaleza: el viento, las olas y el canto de las cigarras en los días cálidos. Si has sido previsor, sacas tu picnic y el sabor de un sándwich simple sabe a gloria en este entorno. No hay muchas opciones de comida una vez que estás abajo, así que es mejor llevar tus provisiones. Si no te apetece caminar tanto, también puedes ver muchas calanques desde el mar, tomando un barco desde el puerto de Marsella o Cassis, lo que te da una perspectiva completamente diferente y te permite acceder a calas que no son accesibles a pie.
Al final del día, cuando tus músculos están cansados pero tu mente está serena, emprender el camino de vuelta es diferente. Ya conoces el terreno, y el olor a pino y sal marina se ha grabado en tu memoria. El sol empieza a bajar, tiñendo las rocas de tonos dorados y naranjas. La luz tenue hace que las sombras sean más largas y los sonidos más cercanos. Es importante planificar tu visita: en verano (julio y agosto), el acceso a muchas zonas está restringido o incluso prohibido debido al riesgo de incendios, así que consulta los mapas de acceso diarios. La primavera y el otoño son ideales. Y recuerda: todo lo que lleves, llévatelo de vuelta. La belleza de este lugar depende de que lo cuidemos.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya de los callejones