¡Hola, viajeros! Max de la Ruta por aquí, y hoy nos sumergimos en Marsella, directamente desde el puerto de cruceros. No es solo un punto de llegada, es el umbral a una ciudad que te abraza con todos sus sentidos.
Imagina esto: bajas del barco, y lo primero que te golpea es el aire. No es solo aire, es una mezcla de salitre, un toque de combustible de barco y esa brisa mediterránea que ya te susurra "estás en el sur de Francia". Tus oídos captan el leve chirrido de las amarras, el murmullo de las olas chocando suavemente contra el muelle y, a lo lejos, el rumor de una ciudad vibrante. La Terminal de Cruceros de Marsella (Terminal Croisières Marseille) está un poco apartada del corazón de la ciudad, así que tu primera misión es llegar al Vieux Port (Puerto Viejo), el verdadero punto de partida de nuestra aventura.
Para llegar al corazón de Marsella desde la terminal, la opción más práctica y sin complicaciones es el autobús lanzadera oficial del puerto. Es directo, eficiente y te deja justo en el centro, cerca del Vieux Port. Olvídate de buscar taxis o intentar entender el transporte público desde allí; este shuttle es tu mejor amigo para empezar. Una vez en el centro, la verdadera exploración a pie comienza.
Una vez que el autobús te deja y tus pies tocan el suelo cerca del Vieux Port, respira hondo. Huele el mar, sí, pero también ese aroma inconfundible a pescado fresco que llega del mercado, mezclado con un toque dulce de los puestos de gofres. Tus oídos perciben un coro: gaviotas chillando arriba, el suave golpeteo de los mástiles de los barcos contra el viento y el murmullo constante de la gente. Siente la brisa marina en tu piel, fresca y salada. Aquí, evita las trampas turísticas obvias: los restaurantes con fotos de platos enormes justo en primera línea suelen ser caros y genéricos. En su lugar, busca las calles secundarias.
Desde el Vieux Port, tus pasos te guiarán naturalmente hacia Le Panier, el barrio más antiguo de Marsella. Tus pies sentirán el cambio en el suelo: adoquines irregulares, a veces lisos por el paso de los siglos, a veces rugosos. Oirás el eco de tus propios pasos en los callejones estrechos, y quizás el repique de una campana lejana o el murmullo de una conversación desde una ventana abierta. Huele a ropa recién lavada secándose al sol, a pan recién horneado, a veces a especias de algún pequeño restaurante. Es un laberinto, y eso es lo mejor. Para el final de Le Panier, guárdate el descubrimiento de alguna placita escondida, como la Place des Moulins, donde el tiempo parece detenerse.
Mientras te pierdes por Le Panier, no temas desviarte. Las calles son estrechas, pero seguras y llenas de vida. Si buscas algo para comer, prueba la panisse, una especie de buñuelo frito hecho con harina de garbanzo, crujiente por fuera y suave por dentro; es un sabor muy de aquí. Puedes encontrarla en pequeños puestos o en restaurantes locales. No te agobies buscando "la mejor bouillabaisse" si vas con poco tiempo; es un plato que requiere su tiempo y es caro. Mejor opta por algo más sencillo y rápido que te permita seguir explorando. Lleva calzado cómodo, porque aquí el terreno es irregular y las subidas y bajadas son constantes.
Para el gran final de tu día, guarda la subida a la Notre-Dame de la Garde. Desde el Vieux Port, puedes tomar el "Petit Train" turístico (una opción cómoda, aunque turística) o un autobús (línea 60), o si te sientes con energía, un taxi te dejará cerca de la cima. La subida es un viaje en sí mismo. Siente cómo el aire se vuelve más claro, el viento más fuerte a medida que asciendes. Arriba, tus oídos percibirán un silencio diferente, roto solo por el viento que silba suavemente y, muy abajo, el lejano zumbido de la ciudad. Siente el sol en tu cara, la inmensidad del espacio a tu alrededor. No necesitas ver para sentir la magnitud: es como si el mundo se abriera bajo tus pies, una alfombra de sonidos y sensaciones que se extiende hasta el horizonte. Es el lugar perfecto para sentir la inmensidad de Marsella.
Cuando sea el momento de regresar al puerto de cruceros, desde Notre-Dame de la Garde, puedes tomar el autobús de regreso al Vieux Port y desde allí, el autobús lanzadera del puerto que te dejará de vuelta en tu barco. Es la forma más sencilla y sin estrés de cerrar tu visita.
¡Hasta la próxima aventura!
Max de la Ruta