Imagina que te bajas de un bus y, de repente, el aire cambia. Ya no es el bullicio de Medellín, sino un soplo fresco que huele a tierra mojada después de la lluvia, a café recién tostado y a las flores que adornan cada balcón. Escuchas el trote de los caballos con sus sillas de montar de colores, y el murmullo suave de la gente conversando en las bancas de un parque. Esto es Jardín. No es un lugar que visitas, es un abrazo que sientes. ¿Por dónde empezar? Directo al corazón, a la plaza principal.
Caminas hacia la Plaza Principal, que no es solo un punto en el mapa, es el latido del pueblo. Siente la textura del adoquinado bajo tus pies, ese que ha visto pasar generaciones. El aire aquí es denso con el aroma de la caña de azúcar y el café. Imagina los colores vibrantes de las fachadas de las casas coloniales que rodean la plaza: verdes, azules, rojos intensos, como si el pueblo mismo hubiera decidido pintarse para una fiesta eterna. Siéntate en una de las sillas de la iglesia o en una de las bancas del parque, pide un tinto o una aguapanela y simplemente escucha: el tintineo de las copas, las risas de los niños, el pregón lejano de algún vendedor. El mejor momento para empaparte de esta atmósfera es a media mañana o al final de la tarde, cuando el sol no es tan fuerte y la gente sale a vivir el día.
Desde la plaza, toma cualquiera de las calles que se desprenden de ella. Te recomiendo la Calle Real o la Calle del Comercio, que te llevarán a un laberinto de sensaciones. Siente cómo la temperatura baja un poco al caminar por sus estrechas aceras, a la sombra de los balcones cargados de geranios. Toca las paredes de las casas, algunas de madera, otras de tapia pisada, con esa textura rugosa y antigua. Escucha el eco de tus propios pasos y, quizás, el sonido de una máquina de coser o el golpeteo de un martillo de un artesano trabajando. Aquí es donde encuentras pequeñas tiendas de dulces tradicionales, como las cocadas o los 'panelitas', y talleres donde tejen cestería o trabajan la guadua. No te detengas demasiado en las tiendas de souvenirs genéricos; busca más bien los lugares donde veas a la gente local comprando o trabajando, esos son los que tienen el alma de Jardín.
Cuando estés listo para estirar las piernas y ver el pueblo desde otra perspectiva, emprende la caminata hacia el Cristo Rey. Desde la plaza, dirígete hacia el sur por la Calle 8, y luego sube por una de las calles empinadas que te llevan al sendero. El camino es una subida constante, pero gradual. Siente el aire fresco en tu cara a medida que ganas altura, y escucha el canto de los pájaros que se vuelve más nítido. El sendero es de tierra, y tus pies sentirán la irregularidad del terreno. Cuando llegues a la cima, el esfuerzo vale la pena. Cierra los ojos por un segundo y luego ábrelos: el pueblo se extiende debajo de ti como una maqueta colorida, rodeado de montañas verdes y el río San Juan serpenteando. Es el lugar perfecto para ver el atardecer, cuando el cielo se tiñe de naranjas y morados, y las luces del pueblo empiezan a encenderse, una a una.
Después de tanta caminata, el hambre aprieta y Jardín tiene sabores que no te puedes perder. Para una experiencia auténtica, busca un 'corredor de comida' o un restaurante pequeño donde veas a los locales comiendo. Prueba la trucha, que es el plato estrella de la región, o una bandeja paisa. Siente el calor del plato recién servido, el aroma de las especias. Para el café, no te quedes solo con la plaza. Busca alguna de las fincas cafeteras cercanas o una de las cafeterías más pequeñas que tuestan su propio grano. El aroma a café recién molido es embriagador. Un lugar que me encanta es 'El Balcón del Jardín', tiene una vista preciosa y un café excelente. Guarda la última cena para un lugar tranquilo con vistas al parque, para despedirte de los sonidos de la noche y el ambiente pausado del pueblo.
Si tienes tiempo para algo más, te sugiero visitar la Cueva del Esplendor. No es una caminata simple, pero la experiencia es única. Te llevan en jeep y luego es una caminata corta pero empinada. Siente el rocío en tu piel al acercarte a la cascada que cae dentro de la cueva, y escucha el estruendo del agua resonando en el espacio cerrado. La temperatura dentro es más fresca, un alivio en un día caluroso. También puedes visitar una finca de plátano o de café para entender el proceso de producción. El olor de la fruta madura, la textura de las hojas, el sonido de los machetes cortando la caña. Consulta en la oficina de turismo local para los tours, suelen salir en las mañanas.
Para llegar a Jardín desde Medellín, la forma más fácil y común es tomar un bus desde la Terminal del Sur. El viaje dura unas 3-4 horas, dependiendo del tráfico y las paradas. Es un viaje con paisajes espectaculares, así que prepárate para ver mucho verde. Una vez en Jardín, no necesitas transporte. Todo lo que te he contado es completamente caminable. Tus pies son tu mejor aliado aquí. No te compliques con taxis dentro del pueblo, simplemente camina y déjate llevar por el ritmo. Es un pueblo seguro, pero como en cualquier lugar, siempre mantén un ojo en tus pertenencias, especialmente en la plaza cuando hay mucha gente. Disfruta de la tranquilidad y la hospitalidad de su gente.
Un abrazo desde el camino,
Olya de la calle.