¡Hola, trotamundos! Si alguna vez te has preguntado cómo es ese primer contacto con Ho Chi Minh City cuando llegas por mar, déjame contarte.

Imagina que el barco se detiene con un suave susurro de motores. Abres los ojos y el aire te golpea: es denso, húmedo, con un ligero toque salado y un eco lejano de especias y algo indefinible que huele a vida. Bajas la rampa, y sientes la solidez del hormigón bajo tus pies. Aquí, en los puertos de cruceros de Ho Chi Minh City, como Phu My, las sendas son amplias y funcionales, pensadas para el movimiento de grandes grupos. Son lisas, de asfalto o cemento pulido, nada de adoquines ni calles estrechas aquí. Te guían de forma natural, casi como un río humano que fluye desde el barco hacia la salida, un camino ancho y despejado, diseñado para la eficiencia y la seguridad.

Una vez que tus pies tocan tierra firme, el camino sigue siendo el mismo: una extensión uniforme que se abre ante ti. No hay laberintos ni desvíos inesperados. Te mueves con la marea de gente, y aunque el espacio es inmenso, la dirección es clara. Verás a lo lejos pequeñas carpas o estructuras temporales que marcan los puntos de encuentro y las áreas de espera para los traslados. No hay señales complejas; la guía es más bien intuitiva, siguiendo el flujo de pasajeros y las indicaciones verbales de los pocos operarios que encuentres. Es un espacio de transición, más que de exploración.

A medida que avanzas por esta explanada, el sonido dominante es el murmullo de las conversaciones, el zumbido de los motores de los autobuses que esperan y, quizás, el eco de algún anuncio lejano. El sol de Vietnam te envuelve, cálido y penetrante, y puedes sentir cómo la humedad se adhiere a tu piel. Los "caminos" aquí son, en esencia, grandes arterias que te llevan desde el barco hasta el corazón de la logística: los autobuses turísticos o los taxis que te esperan para llevarte a la ciudad. Hay barreras ocasionales, pero son para dirigir el tráfico, no para confundirte. Es un recorrido directo, sin sorpresas en el terreno.

Tu experiencia en el puerto es como un preámbulo, un espacio funcional que te prepara para el caos vibrante de la ciudad. Las sendas te guían sin esfuerzo, como una alfombra de bienvenida que te deposita suavemente al borde de tu próxima aventura. No esperes vistas pintorescas dentro del puerto; el verdadero espectáculo empieza una vez que dejas atrás el asfalto y te adentras en el bullicio de Ho Chi Minh City. Es un espacio práctico, un punto de enlace entre tu barco y la energía vietnamita que te espera.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya from the backstreets

¡Hola, viajeros! Si hay un lugar que se vive con cada poro de la piel, ese es Ho Chi Minh City, y sus puertos de crucero son la puerta de entrada a esa explosión de vida. ¿Cuándo se siente mejor? Sin duda, la época más mágica para llegar es durante la estación seca, especialmente entre finales de diciembre y marzo.

Imagina esto: bajas del barco y el aire te recibe con una caricia ligera, nada del abrazo pegajoso de la humedad tropical. Hay una brisa suave que te despeina un poco, llevando consigo el olor tenue del río, una mezcla de agua dulce y quizás un toque salobre del mar que se acerca. Escuchas el murmullo de la ciudad que despierta, un zumbido distante de motos y voces, pero todo suena más claro, menos amortiguado por el calor sofocante. La gente en los muelles y en las orillas parece moverse con más agilidad, con sonrisas más abiertas. No hay ese agobio que te hace sentir que cada paso es un esfuerzo; la energía es vibrante, ligera, y te invita a explorar sin prisa. La multitud es activa, pero no abrumadora, y el ambiente general es de anticipación y alegría.

Ahora, si tu visita coincide con la estación de lluvias (mayo a octubre), la atmósfera cambia drásticamente. El aire se vuelve denso, pesado, cargado de una humedad que lo impregna todo. El olor a tierra mojada se mezcla con el vapor que emana del asfalto caliente después de un chaparrón repentino. Escuchas el tamborileo constante de la lluvia en los tejados y el chapoteo de los neumáticos en los charcos. La gente se mueve más rápido, buscando refugio, pero hay una belleza melancólica en cómo la ciudad se adapta a la lluvia, con los ponchos de colores brillantes que aparecen por todas partes. El puerto, funcional por naturaleza, se siente más sombrío bajo las nubes grises, y la vista del río Mekong se vuelve más introspectiva, con el agua turbia reflejando el cielo plomizo. La experiencia es más introspectiva, forzándote a apreciar los pequeños momentos de calma entre tormentas.

Una vez que desembarcas, el puerto en sí es principalmente un punto de tránsito, no un destino turístico. No esperes boutiques o grandes atracciones justo en el muelle. Lo más probable es que tu barco atraque en Phu My Port o Cai Mep Port, que están a una hora y media o dos de Ho Chi Minh City. Es importante que sepas que necesitarás transporte para llegar al corazón de la ciudad. Puedes coordinar con tu crucero para un traslado, o si prefieres aventurarte por tu cuenta, hay taxis y servicios como Grab (la versión local de Uber/Lyft) disponibles, aunque a veces con tarifas infladas cerca de los puertos. Mi consejo: si es tu primera vez, y el tiempo es oro, un tour o traslado organizado por el crucero puede ser la opción más cómoda para maximizar tu tiempo en la ciudad sin preocuparte por la logística de la distancia.

Olya de las callejuelas

Imagina que el barco se desliza suavemente por las aguas marrones y densas del río Saigón, esa arteria vital que bombea la vida directamente al corazón de Ho Chi Minh. Sientes una brisa cálida, cargada con el aroma de la humedad tropical mezclada con un dulzor lejano, quizás de especias o flores. Es el aliento de una ciudad que nunca duerme, que te recibe con un abrazo húmedo y vibrante incluso antes de que pises tierra firme. Estás llegando a un lugar donde el pasado y el presente chocan en una danza frenética, y el puerto es tu primera pincelada en este lienzo.

Una vez que desembarcas, el aire te envuelve. Escuchas el zumbido constante de miles de motos, un coro incesante que es la banda sonora de la ciudad. Sientes el asfalto caliente bajo tus pies, vibrando con la energía que emana de cada esquina. Cierra los ojos por un momento e inhala profundamente: percibirás el olor a gasolina, a comida callejera —quizás el toque cítrico de la citronela o el dulzor del coco— y a vida, mucha vida. Es una sensación abrumadora pero estimulante, como si la ciudad misma te diera un empujón amistoso para que te sumerjas en ella.

Para llegar desde los puertos de cruceros (como Phu My, el más común para barcos grandes, o Hiep Phuoc, más nuevo y lejos) hasta el centro de Ho Chi Minh, tu mejor apuesta es un taxi o un coche de aplicación. Desde Phu My, el viaje puede durar entre 1.5 y 2 horas, dependiendo del tráfico. Un taxi te costará entre 60 y 80 USD por trayecto, pero siempre negocia el precio antes de subirte o asegúrate de que usen el taxímetro. Si puedes conseguir Wi-Fi, las aplicaciones como Grab son excelentes y te dan el precio fijo de antemano, lo que elimina sorpresas. Desde Hiep Phuoc, el trayecto es similar en tiempo y coste. No intentes tomar transporte público desde el puerto, es complicado y no vale la pena el esfuerzo.

Mi abuela solía decir que el río es el corazón de Saigón, y el puerto, sus venas. Contaba que cuando era niña, cada barco que llegaba traía historias nuevas, telas exóticas que nunca había visto, o la esperanza de un futuro diferente para su familia. El puerto no era solo un lugar de comercio; era donde la ciudad respiraba, donde se conectaba con el mundo. Para ella, los barcos eran como mensajeros de tierras lejanas, y el muelle, el lugar donde se compartían sueños y se forjaba el espíritu indomable de la gente. Era el punto de encuentro entre lo que fue y lo que estaba por venir.

Una vez en el centro, en el Distrito 1, si tu tiempo es limitado, te sugiero un par de inmersiones rápidas. Siente la energía del Mercado Ben Thanh; aunque turístico, sus pasillos estrechos te envuelven en el bullicio, los aromas de las especias, las telas y la comida. Puedes tocar la seda suave, el metal frío de la artesanía, o sentir el calor de un tazón de pho recién hecho. Después, camina hasta la Oficina Central de Correos y la Catedral de Notre Dame, a poca distancia. No es solo ver arquitectura; es sentir la huella de la historia en las grandes columnas, en el aire que se mueve por sus arcos, y escuchar el ir y venir de la gente, un eco de susurros y risas que han resonado allí durante décadas.

Olya from the backstreets.

¡Hola, viajeros! Si acabas de llegar a Ho Chi Minh City en crucero, te aseguro que la ciudad te abraza con todos sus sentidos desde el primer momento. Al desembarcar, imagina el aire cálido y húmedo que te envuelve, cargado con un aroma indescriptible a especias lejanas, un toque de humedad del río y, si prestas atención, el dulzor de alguna flor tropical mezclado con el ligero humo de las motos. Escuchas el murmullo constante de la vida urbana, un coro de cláxones lejanos que suena como una melodía peculiar, y el suave chapoteo del agua contra los barcos que se mecen. Si cierras los ojos, sentirás la brisa del río Saigón en tu piel, una bienvenida suave a esta ciudad vibrante. Para esa primera foto, el mejor lugar es justo en el muelle de desembarque, mirando hacia el río y la orilla opuesta. Capturarás la inmensidad del Saigón y cómo la ciudad empieza a asomarse tímidamente entre la niebla matinal.

A medida que avanzas desde el muelle, notarás cómo la vista se abre. Te recomiendo buscar un punto elevado o un pequeño saliente cerca de la entrada del túnel del río Saigón (Thủ Thiêm Tunnel). Aquí, lo que te rodea es una mezcla fascinante: a tu espalda, la inmensidad del río con sus barcazas de carga y pequeños botes de pesca; frente a ti, el perfil inconfundible del Distrito 1 de la ciudad. Sentirás la vibración del tráfico bajo tus pies, un recordatorio constante de la energía que bulle. Podrás "ver" con tus oídos el zumbido de las motos que cruzan el puente, y si te estiras, casi podrías tocar el aire cargado de la promesa de aventura. Desde este punto, la foto que tomes abarcará el contraste entre la tranquilidad del río y la imponente modernidad de los rascacielos que dominan el horizonte, como el Bitexco Financial Tower con su helipuerto que parece flotar en el aire.

Para capturar la esencia de este lugar, el momento ideal es la "hora dorada" al atardecer, justo antes de que el sol se ponga. Imagina cómo la luz se vuelve cálida y suave, tiñiendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. No solo la luz es perfecta para las fotos, sino que la atmósfera se transforma: el calor del día empieza a ceder, sientes una brisa más fresca y el aire se carga de los aromas de la cena que se prepara en los puestos callejeros. Escucharás cómo el bullicio de la ciudad se intensifica, pero de una manera diferente, más festiva. Si te quedas un poco más, verás cómo las luces de los rascacielos y los puentes se encienden, transformando el horizonte en un espectáculo brillante que se refleja en el agua oscura del río. Es el momento perfecto para sentir la ciudad despertar a su vida nocturna y capturar una foto espectacular que te llevarás para siempre.

Olya from the backstreets

¡Hola, viajeros! Acabo de volver de Ho Chi Minh City, y tengo que contarte cómo fue la experiencia desde el puerto de cruceros. No es un destino cualquiera, es una sacudida para todos los sentidos.

Imagina esto: bajas del barco y el aire cálido y húmedo te envuelve al instante. No es solo calor, es una densidad que se pega a la piel, cargada con el olor dulzón del incienso mezclado con el penetrante aroma a gasolina y el toque especiado de la comida callejera que ya empieza a cocinarse en algún lugar cercano. Escuchas el zumbido constante, casi melódico, de miles de motos; es un coro vibrante que te dice: "Estás aquí, en Vietnam". El trayecto desde el puerto, si llegas a Phu My o Cai Mep, es largo, te lo advierto. Es casi una hora y media de viaje, un tiempo para dejar que el paisaje cambie de campos de arroz a pequeñas aldeas, y luego, gradualmente, a la explosión urbana. Sientes la vibración del vehículo bajo tus pies, y la anticipación crece con cada kilómetro.

Una vez en la ciudad, la experiencia es total. Caminas por las aceras, sintiendo la rugosidad del hormigón bajo tus zapatillas, y el calor del asfalto irradiando hacia arriba. Los sonidos te envuelven: el claxon de las motos, el parloteo incesante en vietnamita, el chisporroteo de un wok en un puesto callejero. Puedes casi saborear el aroma del *pho* flotando en el aire. Si cierras los ojos, puedes sentir la ráfaga de aire de una moto pasando a centímetros de ti, y el murmullo de la gente a tu alrededor. Es una ciudad que se vive con cada poro de la piel, con la energía contagiosa de sus habitantes que se mueve sin pausa. Me encantó la resiliencia y el espíritu alegre que se percibe en cada esquina, la forma en que la vida bulle sin complejos.

Ahora, seamos honestos, lo que no funcionó tan bien es la logística desde el puerto. Como te decía, la distancia es considerable. Si tu barco atraca en Phu My o Cai Mep, estás a unos 70-90 kilómetros de Ho Chi Minh City. Esto significa que el tiempo que tienes para explorar la ciudad es limitado. No hay tiempo para perder. Los taxis pueden ser un poco una lotería, así que si puedes, reserva un traslado privado con antelación o usa el transporte que ofrezca el crucero. Ten en cuenta que el tráfico en la ciudad es una locura; lo que en el mapa parece un trayecto corto, puede convertirse en una odisea de 30-40 minutos. Prepárate para ello y no te frustres, es parte de la experiencia.

Lo que más me sorprendió fue la amabilidad de la gente y la facilidad para sumergirse en su cultura a pesar de la barrera del idioma. Un simple gesto, una sonrisa, y ya estás conectado. Mi consejo práctico: concéntrate en una zona. El Distrito 1 es ideal para una primera toma de contacto. Puedes visitar la Oficina Central de Correos, diseñada por Eiffel, y sentir la frescura del aire acondicionado al entrar, o la Catedral de Notre Dame, cuyas paredes de ladrillo rojo se calientan bajo el sol tropical. No te pierdas el sabor de un auténtico *bánh mì* de un puesto callejero; es una explosión de texturas y sabores que te sorprenderá. Y si te atreves, cruza la calle con decisión pero con cautela; las motos te rodearán, pero no te tocarán. Es como un baile.

En resumen, Ho Chi Minh City desde el puerto de cruceros es una aventura que requiere un poco de planificación, pero que te recompensa con una inmersión total en una cultura vibrante. Prepárate para el calor, el ruido y la energía, y déjate llevar. Es una ciudad que te marca.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya from the backstreets

¡Hola, trotamundos! Hoy te llevo a un lugar que te abraza con todos sus sentidos: Ho Chi Minh City. Imagina que el aire, denso y cálido, te envuelve como un abrazo tropical apenas bajas del barco. Cierra los ojos y déjate llevar por el sonido principal de la ciudad: la sinfonía incesante de las motos. Es un zumbido constante, un coro de cláxones que no es agresivo, sino un pulso vital, como el latido de la ciudad misma. Escuchas el murmullo de voces en vietnamita, el tintineo de los vasos en los puestos de café y el chisporroteo de la comida en los woks. El primer aroma que te golpea es una mezcla exótica: el dulce incienso que sale de los templos cercanos, el picante aroma del cilantro y la menta fresca del pho que se cocina en cada esquina, y un toque inconfundible de café fuerte, casi achocolatado.

Mientras caminas, sientes la vibración del suelo bajo tus pies, la energía que emana de cada callejuela. La humedad se pega suavemente a tu piel, una sensación constante que te recuerda que estás en el trópico. De repente, un soplo de aire fresco te regala el aroma de las flores de jazmín que cuelgan de alguna terraza escondida. Puedes casi saborear la promesa de una sopa caliente y reconfortante o la dulzura de un postre de fruta. Es una ciudad que te invita a tocar, a sentir las texturas rugosas de las paredes antiguas, el fresco de los azulejos en un templo, el roce de la gente que pasa a tu lado, siempre en movimiento, pero nunca con prisa. Cada paso es una inmersión, una historia que se despliega con cada sensación.

Si necesitas alquilar una silla de ruedas o un scooter de movilidad cerca de los puertos de cruceros de Ho Chi Minh City, la tarea no es tan sencilla como en otras ciudades más adaptadas al turismo de masas, pero es posible. Los puertos de cruceros (como Nha Rong o Hiep Phuoc) son principalmente comerciales, y no encontrarás puntos de alquiler justo al desembarcar. Tu mejor opción es buscar tiendas de suministros médicos (conocidas como "Thiết bị y tế" en vietnamita) en los distritos céntricos, especialmente en el Distrito 1 o el Distrito 3. No están a poca distancia a pie del puerto, así que necesitarás un taxi o un servicio de transporte como Grab para llegar.

La disponibilidad puede variar, y es muy recomendable contactar con antelación. Puedes pedir ayuda en la recepción de tu hotel (si te alojas en uno) o a tu operador turístico; suelen tener contactos o pueden hacer la gestión por ti. Si no, busca en Google Maps "Thiết bị y tế" o "medical supply store" y luego llama o pídele a alguien local que te ayude a comunicarte. El costo de alquiler de una silla de ruedas manual puede rondar los 50.000-100.000 VND por día (unos 2-4 USD), mientras que los scooters de movilidad son menos comunes y más caros, quizás 200.000-500.000 VND al día (8-20 USD), y podrían requerir un depósito. Siempre pregunta por el precio diario y si hay un descuento por alquileres más largos.

¡Hasta la próxima aventura!

Lía del camino.

Si alguna vez te has preguntado cómo es realmente llegar a Ciudad Ho Chi Minh en crucero, deja que te cuente. No es solo un puerto; es el umbral a un mundo que te abraza con todos sus sentidos desde el primer momento. Imagina el suave balanceo del barco que se detiene, el zumbido de los motores que baja de intensidad hasta casi desaparecer. Al pisar la pasarela, una ola de aire húmedo y cálido te envuelve, con un aroma a río, una mezcla de tierra mojada y algo indefiniblemente tropical que te indica que ya no estás en casa. A lo lejos, el murmullo constante del tráfico te anuncia que la ciudad está viva, esperando.

Ahora, para llegar al corazón de todo, ten en cuenta que los puertos de crucero principales, como Phu My o Cai Mep, no están en la ciudad misma. Son un viaje en sí mismos. La forma más cómoda es un traslado preestablecido o un taxi. Prepárate para un trayecto de aproximadamente una hora y media a dos horas. Sentirás cómo la carretera se vuelve irregular, el zumbido constante de las bocinas se intensifica y el aire se carga con el olor a escape mezclado con el dulzor de alguna fruta madura vendida al borde del camino. Si el coche tiene las ventanas abiertas, el viento cálido te golpeará la cara, trayendo consigo fragmentos de sonidos y olores que te preparan para la inmersión total.

De repente, te sumerges en una piscina de sonidos y aromas. El rugido incesante de miles de motocicletas es lo primero que te golpea, una sinfonía caótica que vibra en el aire y en el suelo bajo tus pies. El aire es denso y húmedo, se pega a tu piel, pero está lleno de una mezcla embriagadora: el tostado de café vietnamita, el picante de las hierbas frescas y el dulzor de alguna fruta exótica. Tus oídos se agudizan para distinguir el tintineo de las campanas de los carros de comida, las voces de los vendedores que ofrecen sus mercancías y el murmullo constante de la gente. Es un torbellino de energía que te envuelve por completo.

Tus pies te llevan casi sin darte cuenta hacia el corazón de la acción, como el mercado de Ben Thanh. Aquí, el aire se vuelve aún más denso con olores: pescado seco, especias intensas, la dulzura de las frutas tropicales y el chisporroteo de la comida callejera. Escucharás un coro de voces que te invitan a mirar, a tocar. Tus dedos rozarán la suavidad de la seda, la aspereza del yute y el frío de algún metal. El calor del ambiente es constante, pero de repente, la brisa de un ventilador o el aire acondicionado de una tienda te ofrecen un respiro momentáneo antes de volver a sumergirte en la marea de gente. Si te atreves, prueba un trozo de mango maduro; su dulzura y jugosidad son una explosión en la boca.

Más allá del bullicio, encontrarás refugios de calma. Entra en una de las grandes estructuras coloniales, como la Oficina Central de Correos o la Catedral de Notre Dame. Aquí, el ruido exterior se atenúa, y el aire es más fresco, con un ligero aroma a polvo antiguo y madera. Tus dedos pueden sentir la frialdad de la piedra pulida y la suavidad de un papel. Escucharás el eco de tus propios pasos y, quizás, el murmullo de conversaciones en voz baja. Es un contraste bienvenido, un momento para respirar y sentir la historia que impregna las paredes antes de que el vibrante sonido de la ciudad te llame de nuevo.

Y no, no puedes irte sin probar la comida. La experiencia es tan importante como el sabor. Imagina el calor reconfortante de un cuenco de *pho* que te calienta el estómago, el aroma de la albahaca fresca y la menta que te envuelve. O el crujido de un *banh mi* recién hecho, con sus texturas contrastantes: pan crujiente por fuera, suave por dentro, y el relleno fresco y sabroso. Prueba el café vietnamita, amargo y dulce a la vez gracias a la leche condensada, un verdadero golpe de energía. Siéntate en un taburete bajo de plástico en la calle, el bullicio a tu alrededor, el sabor en tu boca y el calor en el aire. Es una experiencia que se vive con cada sentido.

Para que tu día sea fluido, lleva siempre contigo dong vietnamita en billetes pequeños, especialmente para los mercados y la comida callejera. Los taxis y Grab (el equivalente a Uber aquí) son la mejor opción para moverte, pero ten paciencia con el tráfico. Asegúrate de tener suficiente tiempo para volver al puerto; el tráfico puede ser impredecible y no querrás perder el barco. Mantente hidratado, el calor y la humedad son intensos. Y sí, es probable que te ofrezcan de todo, pero una sonrisa y un "no, gracias" suelen ser suficientes.

Con la mochila llena de experiencias y el cuerpo cansado pero feliz, el viaje de regreso al puerto se siente diferente. El bullicio de la ciudad se desvanece lentamente, reemplazado por la calma relativa de la carretera. Sientes el aire más fresco a medida que te acercas al río y, finalmente, el familiar zumbido del barco que te espera. Es una sensación de satisfacción profunda, de haber vivido algo con cada fibra de tu ser.

Sofía sin Fronteras

¡Hola, trotamundos! Prepárate para que tus sentidos se disparen porque hoy te llevo al corazón de Ho Chi Minh City, justo donde el barco te deja.

Imagina el momento en que el crucero desacelera, el motor baja su zumbido y, de repente, sientes el aire. No es el aire acondicionado del barco, es un abrazo cálido y húmedo que te envuelve. Huele a río, a algo terroso y dulce a la vez, mezclado con un toque lejano de especias que aún no identificas. Escuchas el suave chapoteo del agua contra el casco, y luego, a medida que te acercas al muelle, el murmullo de voces, el claxon ocasional de un coche a lo lejos, y un zumbido constante de la vida que te espera. Sientes el ligero balanceo final del barco antes de atracar, y sabes que estás aquí, en Ho Chi Minh.

Una vez que desembarques, tu prioridad será moverte. Desde los puertos de cruceros de Ho Chi Minh, tienes varias opciones fiables. La forma más sencilla y cómoda suele ser un taxi con taxímetro (busca las compañías Vinasun o Mai Linh, sus coches son blancos o verdes, respectivamente, y son de confianza). Si prefieres una opción más moderna y económica, descarga las apps Grab o Gojek antes de llegar; funcionan como Uber y son excelentes para taxis o motos. Los shuttles del puerto también son una buena alternativa si los ofrece tu crucero, aunque suelen tener horarios fijos. Evita a los "guías" o conductores no oficiales que te aborden directamente al salir; siempre es mejor ir a una parada oficial o usar las apps. Desde aquí, el centro de la ciudad está a unos 20-30 minutos, dependiendo del tráfico. Te sugiero dirigirte a la zona de la Ópera o al Palacio de la Reunificación como primer punto de referencia; son céntricos y fáciles de ubicar.

Pero antes de que te sumerjas en el ajetreo de la ciudad, tómate un momento para un detalle que casi nadie menciona. Mientras esperas tu transporte, o incluso mientras caminas por los muelles, *escucha* el agua. No solo el chapoteo del río, sino el sonido constante y casi rítmico de los pequeños barcos de carga que pasan a lo lejos, sus motores diésel con un traqueteo peculiar que resuena sobre el agua. Y, si te concentras, percibirás un olor muy específico que no es solo a río: es la mezcla del lodo húmedo del Mekong, el hollín de los escapes de las motocicletas que apenas se asoma desde la orilla, y un dulzor casi imperceptible de frutas tropicales maduras que viajan en alguna de esas barcazas invisibles. Es el aliento mismo del río, una sinfonía olfativa que te dice que estás en el delta, y que la vida aquí fluye con su propio ritmo.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya de las callejuelas

¡Hola, viajeros! Si estás a punto de desembarcar en los puertos de Ho Chi Minh City, prepárate para un chapuzón de sensaciones. Imagina el aire húmedo y denso que te envuelve al bajar del barco, cargado con el aroma de la lejana cocina callejera que se mezcla con el dulce olor del río. Escuchas el murmullo constante de la ciudad que te llama, una sinfonía de cláxones lejanos y voces que te invitan a adentrarte. Tus pies tocan tierra firme, pero ¡ojo! No todo es tan liso como parece. Sientes la brisa cálida, pero también percibirás la textura irregular del suelo bajo tus pies.

Al caminar por las zonas del puerto, especialmente si ha llovido o hay humedad, el suelo puede ser engañosamente resbaladizo. Piensa en las baldosas o adoquines que no siempre están perfectamente nivelados y que pueden tener pequeños desniveles o roturas. No te confíes. Mi consejo es simple: lleva calzado cómodo y con buen agarre, de esos que te dan seguridad al pisar. Y sí, aunque vayas disfrutando de todo lo que te rodea, mira siempre dónde pisas, aunque sea por el rabillo del ojo. Un tropiezo tonto puede arruinarte el día.

Te adentras en el bullicio, el aroma a especias y gasolina se mezcla en el aire, una fragancia intensa y única. Sientes el roce de la gente que pasa a tu lado, la cercanía de las motos que zumban, casi vibrando en el suelo a tus pies. Es la vida de la ciudad que te abraza con su energía incesante, pero también es donde la astucia puede acechar. Mantén tus sentidos alerta, no solo para disfrutar de cada detalle, sino para percibir lo que no se ve a primera vista, para sentir si algo no encaja en el ritmo habitual.

Una de las cosas que más me preguntan es sobre los pequeños engaños en la calle. Pueden ser desde alguien que te ofrece un taxi a un precio desorbitado, hasta un vendedor insistente que no te deja ir. Mi consejo es simple, como si te lo estuviera texteando: si algo te parece demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo sea. Ten siempre claro el precio antes de aceptar cualquier servicio o compra, pregunta dos veces si es necesario. Y si alguien te presiona demasiado, un "no, gracias" firme y seguir tu camino suele ser suficiente. Guarda tus objetos de valor bien cerca del cuerpo y en un lugar seguro, donde puedas sentirlos en todo momento.

Olya desde los callejones

Si eres amante de las aves y te preguntas si los puertos de cruceros de Ho Chi Minh City tienen algo para ti, déjame decirte: sí, pero con un matiz. No esperes una reserva natural, pero sí una sinfonía inesperada. Imagina el aire húmedo y cálido de la mañana, casi pegajoso, mientras el sol empieza a calentar el asfalto. Escuchas el ir y venir de los barcos, el murmullo de la ciudad que despierta, pero si agudizas el oído, notarás algo más... un trino, un gorjeo que se cuela entre el ruido. Es la vida alada adaptándose al ritmo urbano, y si estás dispuesto a sentirla, te sorprenderá.

Aquí, entre la actividad portuaria, puedes encontrar sorpresas. Escucha con atención y quizás identifiques el canto melodioso del Bulbul de orejas estriadas (Pycnonotus blanfordi), o el chirrido más común del Miná común (Acridotheres tristis) mientras revolotean por los cables y tejados cercanos. Si tienes suerte y buscas cerca del agua, el Martín pescador de collar blanco (Todiramphus chloris) podría aparecer como un destello azul y blanco. Incluso las Garzas ganaderas (Bubulcus ibis) a menudo se posan en las orillas, imperturbables. Para observarlos, no te quedes en el bullicio principal. Busca los rincones más tranquilos a lo largo de las orillas del río Saigón, cerca de los muelles. Imagina que caminas despacio, sintiendo el leve balanceo del suelo bajo tus pies si estás cerca de algún muelle flotante, y dejas que tu vista se pierda hacia los árboles y arbustos que crecen a pesar de la ciudad. Hay pequeñas zonas verdes o tramos menos transitados donde la vegetación se asoma. Quédate quieto, casi fusionándote con el ambiente, y deja que el sonido de las aves te guíe.

El mejor momento para esta búsqueda es temprano en la mañana, justo después del amanecer, o al final de la tarde, antes de que el sol se ponga completamente. Sientes cómo el aire cambia, de fresco a cálido y viceversa, y con ello, la actividad de las aves. A esas horas, el tráfico portuario es menor y las aves están más activas buscando alimento. Un consejo útil, como si te lo estuviera diciendo por mensaje de texto: lleva unos prismáticos pequeños. No los más grandes, solo algo compacto que te quepa en el bolsillo. Te ayudarán a ver esos detalles que a simple vista se pierden. Y sobre todo, paciencia. No es un zoológico, es la naturaleza adaptándose. Sé respetuoso, no hagas ruido innecesario. Deja que su mundo se despliegue ante ti.

Olya from the backstreets