¡Hola, exploradores! Hoy os llevo a un lugar donde el aire se vuelve más puro y el mundo se encoge bajo tus pies: el teleférico de Komagatake, en Hakone. Imagina que subes a una cabina, sientes el leve traqueteo de la puerta al cerrarse, y luego un suave empujón te indica que ya estás en movimiento. El zumbido constante de los cables se mezcla con el susurro del viento que empieza a colarse por las rendijas. Puedes percibir cómo la presión cambia ligeramente en tus oídos mientras te elevas. Si cierras los ojos, sentirás la brisa fresca que te envuelve, el aroma a pino y a tierra húmeda que sube desde los valles. Tus manos quizás busquen el frío y liso pasamanos de metal, anclándote mientras la cabina se balancea gentilmente. Es como si la montaña misma te invitara a subir, poco a poco, revelando su aliento.
Cuando la cabina se detiene, sientes un pequeño tirón y el aire se vuelve aún más nítido, casi helado en la piel, incluso en un día soleado. Pones un pie fuera y el viento te abraza de inmediato, fuerte, constante, meciendo tu ropa y tu cabello. No es un viento cualquiera; es el aliento de la montaña, que te hace sentir pequeño y, a la vez, increíblemente conectado con algo mucho más grande. Escucha: aparte del silbido del viento, hay un silencio profundo, solo roto por el eco lejano de alguna voz o el chirrido de una pequeña ave. La inmensidad no se ve, se *siente* en el pecho, una expansión que te llena de asombro. Puedes caminar un poco, el suelo bajo tus pies es irregular, a veces rocoso, a veces cubierto de una hierba corta y resistente. Cada paso te ancla a la cima del monte Komagatake, un lugar donde el horizonte parece no tener fin.
Mi abuela, que vivió toda su vida cerca del lago Ashi, siempre decía que subir al Komagatake era como hablar con los dioses. No por el santuario que hay arriba, sino por la sensación que te daba el viento en la cara. Ella recordaba que, de niña, su padre la llevaba en días claros y le decía: "Hija, cuando veas el Fuji-san desde aquí, si le pides un deseo con el viento en la cara, se hará realidad". No sé si se cumplían los deseos, pero la paz que le daba ese lugar, esa conexión con la naturaleza, era real para ella. Para la gente de aquí, el Komagatake no es solo una montaña; es un guardián, un testigo de generaciones, un lugar donde el espíritu de la tierra es palpable.
Para llegar a la estación base del teleférico de Komagatake, la forma más sencilla es tomar un autobús desde la estación de Hakone-Yumoto o desde Moto-Hakone. Busca los autobuses que van hacia Hakone-en. El trayecto es escénico, así que relájate y disfruta. ¿El mejor momento para ir? Temprano por la mañana para evitar las multitudes y tener más posibilidades de ver el Fuji-san sin nubes. Si vas en temporada alta, como los fines de semana o festivos japoneses, intenta ir justo cuando abren. Siempre lleva capas de ropa; incluso en verano, el viento en la cima puede ser frío. Y calzado cómodo, claro, porque querrás explorar un poco.
Una vez en la cima, tómate tu tiempo. Hay un pequeño santuario, Hakone Mototsumiya, que puedes visitar. El camino hasta él es corto y bien mantenido, aunque con una ligera pendiente. No esperes grandes tiendas o restaurantes; es un lugar para la contemplación, no para el consumo. Hay algunas máquinas expendedoras si necesitas algo de beber. Te sugiero que dediques al menos una hora arriba para absorber la atmósfera, caminar un poco y simplemente *sentir* el lugar. Los senderos son claros y no hay grandes obstáculos, pero presta atención a tus pasos, sobre todo si el viento es fuerte. Hay bancos para sentarse y descansar, ideales para simplemente ser y respirar el aire de la montaña.
El teleférico de Komagatake es una parada clave si estás haciendo el "Hakone Loop", la ruta turística clásica que combina barco, teleférico y autobús. Si planeas hacer varias atracciones en Hakone, el "Hakone Free Pass" es tu mejor amigo. Cómpralo con antelación; te ahorra dinero y la molestia de comprar billetes individuales para cada transporte. Honestamente, no vayas solo por la vista del Fuji-san; a veces está cubierto por las nubes. Ve por la experiencia completa: el ascenso, el viento en la cima, la sensación de estar en la inmensidad. Es un lugar para desconectar y conectar contigo mismo. Y sí, si tienes suerte y el Fuji-san se asoma, será la guinda del pastel.
Olya desde los callejones