¿Sabes esa sensación de que el tiempo se detiene y, a la vez, todo cobra vida? Así es Savannah, y su River Street es el corazón que late. Imagina que bajas por una de esas escalinatas antiguas, cada escalón de piedra desgastado por siglos de historias. Sientes el aire en tu cara, diferente al de la ciudad, con un toque salado del río y el dulzor de los viejos robles. ¿Escuchas? El murmullo constante del río Savannah, como un secreto que se cuenta a sí mismo.
Para empezar, te diría que vayamos al extremo este, cerca de la Estatua de la Niña Saludando (Waving Girl Statue). Es un punto perfecto para respirar hondo antes de adentrarte. Desde allí, el camino es una delicia para los sentidos. Sientes bajo tus pies el empedrado irregular de las calles, esos mismos adoquines que pisaron marineros y mercaderes hace siglos. ¿Puedes casi oler el alquitrán y el azúcar de los barcos que llegaban? Es un inicio tranquilo, con el río a tu derecha, grande y majestuoso.
Ahora, caminas hacia el oeste. A medida que avanzamos, el murmullo del río se mezcla con nuevos sonidos. ¿Oyes esa melodía lejana? Puede ser un músico callejero, con su saxofón o su guitarra, llenando el aire con notas que rebotan en los edificios de ladrillo. Sientes cómo la calle cobra vida, las voces de la gente se hacen más presentes, el bullicio de las tiendas y restaurantes. El olor de las galletas de praliné recién hechas empieza a flotar en el aire, dulce y tentador, mezclado con el aroma de marisco fresco de algún restaurante cercano. Aquí, la calle se estrecha un poco y las tiendas se aprietan. No te detengas en la primera tienda de souvenirs que veas; muchas venden lo mismo. Busca las galerías de arte más pequeñas o las tiendas de artesanía local. Hay una que hace jabones con aromas increíbles de jazmín y magnolia; el tacto del jabón en tu mano es una delicia. Si ves una barcaza turística, no te precipites; a veces es mejor simplemente observar el río desde la orilla, sentir su inmensidad.
Siguiendo hacia el oeste, llegarás a la parte más concurrida y vibrante. Aquí es donde los barcos fluviales atracan, y puedes sentir la vibración de sus motores bajo tus pies cuando están cerca. Los sonidos son más densos: risas, conversaciones, el tintineo de copas. Si te apetece un tentempié, busca los carritos de helado o los puestos de algodón de azúcar; el azúcar se deshace en tu boca y la pegajosidad en tus dedos es parte de la experiencia. No te pierdas la oportunidad de tocar las cadenas gigantes que se usaban para amarrar los barcos; son frías y rugosas, y te conectan directamente con la historia portuaria. Justo antes de llegar al tramo más moderno, hay un par de escaleras que suben a Factor's Walk. Son de hierro forjado, y el frío metal bajo tus dedos te da una pista de la altura que estás a punto de ganar. Este es un buen punto para hacer una pausa y simplemente escuchar el río pasar, quizás sentado en un banco de madera, sintiendo la brisa.
Después de esas escaleras de hierro, la atmósfera cambia un poco al llegar al distrito de Plant Riverside. Es más nuevo, más pulido, pero aún con ese encanto de Savannah. Aquí, los sonidos son más contemporáneos: música en vivo de bandas en los bares, el eco de voces en espacios más abiertos. Sientes la diferencia en el pavimento, quizás menos adoquín y más superficie lisa, una transición sutil bajo tus pies. Si quieres una bebida refrescante, hay muchos bares con terrazas donde puedes sentir el calor del sol en tu piel mientras escuchas el ir y venir de la gente. Desde aquí, puedes optar por subir a Factor's Walk para una perspectiva totalmente diferente. Usa las escaleras que veas; algunas son empinadas, pero la sensación de ascender y dejar el bullicio del río atrás, notando cómo los sonidos se amortiguan, es liberadora. Arriba, el aire es diferente, menos denso, y el eco de la calle de abajo te llega de otra manera.
Ahora, hablemos de lo que yo evitaría y lo que guardaría como tesoro.
A evitar: Esas tiendas de camisetas genéricas que no tienen nada de especial. También, si te ofrecen un tour en carruaje tirado por caballos, piensa dos veces. A veces son demasiado rápidos para realmente sentir el ritmo de la ciudad, y el ruido de los cascos puede ser abrumador. En River Street, la verdadera magia está en caminar y sentirlo todo con tus propios pies.
Para el final: Guarda la experiencia de sentarte en uno de los muelles flotantes al atardecer. No importa si es en el extremo este o el oeste. Sientes el suave vaivén del muelle bajo tus pies, el aire se enfría y los sonidos de la noche empiezan a tomar el relevo de los del día. El olor del río se intensifica, y si hay un barco pasando, la sensación de su paso, esa vibración lejana, es algo mágico. Pide un té helado dulce, el sabor es el auténtico de Savannah, y la sensación de la bebida fría bajando por tu garganta es el final perfecto para un día explorando. Es un momento para dejar que todos los sentidos se asienten y se queden contigo.
Espero que lo disfrutes tanto como yo.
Ana en Ruta