¡Hola, viajeros! Prepárense para sentir Savannah, no solo verla.
Imagina que el aire de Savannah te envuelve apenas bajas del coche o del tren. No es solo calor; es una humedad cálida que lleva consigo el perfume dulce de las magnolias recién abiertas, mezclado con un toque más terroso, a veces a jazmín nocturno. Escuchas el suave traqueteo de los carruajes de caballos que se alejan por calles adoquinadas, un sonido que parece venir de otra época. Sientes cómo la brisa, aunque cálida, intenta mover el musgo español que cuelga de los robles centenarios, creando una sombra danzarina sobre ti. Es una bienvenida que te abraza con todos los sentidos.
Caminas, y el asfalto bajo tus pies te guía de plaza en plaza. Savannah tiene 22 de ellas, cada una con su propio pulso. Acércate a una, como la de Chippewa o la de Lafayette, y siéntate en un banco de hierro forjado. Puedes tocar la rugosa corteza de un roble de más de 200 años, sentir el musgo español que cae como una cortina suave. Escucha el susurro del viento entre las hojas y, a veces, el suave goteo de una fuente. Aquí, el tiempo parece ralentizarse. Es un respiro, un espacio verde que te invita a la calma, a absorber el peso de la historia que te rodea sin prisas.
Aquí, la gente mayor te cuenta que estas plazas no son solo bonitas. Mi abuela, que nació y creció a unas cuadras de Forsyth Park, siempre decía que el General Oglethorpe, cuando fundó la ciudad, no solo pensó en calles rectas. Él quería que cada vecindario tuviera su propio corazón verde, un espacio abierto para que la gente se reuniera, para que los niños jugaran y, lo más importante, para que funcionaran como cortafuegos en caso de incendios. Por eso, Savannah nunca se quemó como otras ciudades de la época. Esas plazas son el alma de la ciudad, un legado que te permite sentir la comunidad y la resiliencia en cada rincón, un recordatorio de cómo la visión de un hombre salvó un lugar para que todos lo disfrutaran siglos después.
Después de tanta caminata, el cuerpo pide su recompensa. Y Savannah sabe cómo dársela. Imagina el crujido de una praline recién hecha, el caramelo de azúcar morena y nueces pecanas derritiéndose en tu boca, una explosión dulce y mantecosa que se pega un poco a los dientes. O prueba el pollo frito al estilo sureño: la piel dorada y crujiente que cede al primer mordisco, revelando una carne jugosa y tierna, sazonada a la perfección. Y para refrescar, un té helado dulce, tan frío que empaña el vaso, con un dulzor que equilibra el calor de la tarde. No busques restaurantes de lujo, los mejores sabores los encuentras en esos pequeños locales con alma de hogar, donde el olor a mantequilla y especias te atrae desde la calle.
Si las plazas son el corazón tranquilo, el Riverfront es el pulso vibrante. Baja por las escaleras de piedra de Bay Street y siente cómo el ambiente cambia. El aire se vuelve más fresco, con un leve olor a río y a sal. Escucha el lejano ulular de un barco que pasa por el río Savannah, o el chapoteo de las barcazas que se acercan. Puedes tocar los pilares de madera viejos que sostienen los edificios, rugosos y marcados por el tiempo y el agua. Aquí, la historia del comercio y los barcos se respira. Un consejo: si buscas un momento de paz, toma el ferry gratuito a Hutchinson Island. Es un viaje corto, pero te ofrece una vista increíble de la ciudad desde el agua, y la brisa en tu cara es un alivio bienvenido.
Moverse por Savannah es sorprendentemente fácil. La mejor forma de sentir la ciudad es a pie; sus calles planas y sus manzanas compactas son perfectas para explorarlas sin prisas. Si tus pies necesitan un descanso, los tranvías turísticos son una excelente opción para cubrir distancias más largas y aprender un poco sobre los puntos de interés sin agobios. También puedes optar por taxis o servicios de viaje compartido, pero sinceramente, te perderías la magia de cada esquina. Una buena idea es alojarte cerca del Distrito Histórico para tener todo a mano. Y recuerda, aunque el calor puede ser intenso en verano, las sombras de los robles y las fuentes de las plazas son tus mejores aliados para mantenerte fresco.
¡Hasta la próxima aventura!
Luz de la Ruta