¡Hola, trotamundos! Si hay un lugar en Savannah que te susurra historias al oído, ese es el Colonial Park Cemetery. No es solo un cementerio, es un libro abierto sobre el tiempo, un lugar que se siente más vivo de lo que su nombre sugiere. Si fueras mi amigo y te guiara por aquí, así es como lo haríamos, paso a paso, sintiendo cada rincón.
Empezaríamos por la entrada de Abercorn Street. No es la más grandiosa, pero te permite una inmersión suave. Imagina esto: el bullicio de la calle se desvanece casi al instante. Escuchas el suave crujido de la gravilla bajo tus pies, un sonido que te acompaña y te aísla del mundo exterior. El aire aquí es diferente; más fresco, un poco húmedo, con un ligero aroma a tierra mojada y a hojas viejas. Tus dedos podrían rozar la corteza áspera de los robles centenarios, cubiertos de musgo español que cuelga como barbas sabias. Sientes el peso de esos años en el ambiente, una calma profunda que te envuelve.
Avanzamos un poco más, hacia el corazón del cementerio. Aquí, la densidad de las lápidas aumenta, algunas casi se superponen, una sobre otra. Es un testimonio silencioso de la historia de la ciudad, de cómo el espacio se volvió escaso con el tiempo. Pasa tu mano suavemente sobre el mármol o la arenisca, sentirás la frialdad de la piedra, las inscripciones gastadas que apenas se distinguen, borradas por la lluvia y el sol de siglos. No necesitas ver los nombres para sentir la presencia de quienes descansan aquí; es una energía palpable, un eco de vidas pasadas. Escucha el susurro del viento entre las ramas, casi como si las almas te contaran sus secretos.
Luego, nos dirigiríamos hacia la zona donde se dice que estaba el terreno de los duelos, un poco más al sur. El césped allí parece más abierto, menos denso en lápidas, casi invitando a la reflexión. Puedes sentir la vastedad del espacio y, si te concentras, quizás percibas un escalofrío, una tensión residual en el aire de los desafíos y los destinos sellados. Cerca de esa área, también encontrarás secciones con muchas lápidas sin nombre, o con inscripciones que indican "víctima de la fiebre amarilla". Es una parte sombría, pero esencial para entender la resiliencia de esta ciudad. La tierra aquí se siente más compacta bajo tus pies, como si guardara más secretos.
¿Qué saltaríamos? No hay mucho que "saltar" porque cada rincón tiene su encanto, pero no te sientas obligado a detenerte en cada tumba. Hay algunas lápidas más modernas o menos significativas que no te robarán el tiempo. Si bien la curiosidad es buena, no te agobies tratando de descifrar cada nombre o fecha. Enfócate en la atmósfera general y en las áreas que tienen una historia más evidente. Un buen consejo práctico es venir temprano en la mañana o al final de la tarde. El sol no es tan abrasador, la luz es más suave y la sensación de tranquilidad es aún mayor. Y sí, lleva zapatos cómodos, vas a caminar y sentir el terreno.
Para el final, reservaría la parte más antigua, hacia el lado de Oglethorpe Avenue. Aquí es donde las lápidas son más erosionadas, algunas casi fusionadas con la tierra, y los robles son los más majestuosos, sus ramas extendiéndose como brazos protectores. Este es el lugar para sentarse, si encuentras un banco o un lugar respetuoso en el césped, y simplemente *sentir*. Deja que la piel de gallina te recorra al imaginar las historias que se han desvanecido aquí. Deja que el sonido del viento en las hojas te arrulle, que el olor a historia impregne tus pulmones. Es un lugar para la introspección, para conectar con el pasado de una manera profunda y personal. Es la despedida perfecta, dejándote con una sensación de asombro y una paz extraña.
¡Espero que lo disfrutes tanto como yo!
Léa from the road