¡Hola, viajeros y soñadores! Hoy nos adentramos en el corazón palpitante de Santorini: su volcán. No es solo una isla; es una experiencia que te sacude por dentro. Imagina esto: estás en un barco, el sol te calienta la piel, y a medida que te acercas, la silueta oscura y austera de Nea Kameni, la isla volcánica, se alza majestuosa. No hay edificios, solo roca. Puedes sentir la inmensidad del Egeo bajo tus pies mientras el barco se mece suavemente. A medida que te aproximas, el color del agua cambia, de un azul profundo a un tono más turbio, casi rojizo en algunas zonas, recordándote que bajo esa superficie, la tierra sigue viva. El aire empieza a tener un toque diferente, un leve matiz mineral, casi a azufre, que es el aliento del volcán.

Cuando pones un pie en la isla, lo primero que notas es la textura bajo tus zapatillas. No hay caminos pavimentados aquí; son senderos marcados por el paso de cientos de personas, hechos de tierra volcánica oscura y rocas de lava. El terreno es irregular, a veces suelto, como arena gruesa, y otras veces más compacto, pero siempre con una rugosidad que te recuerda dónde estás. Los senderos no son anchos ni están delimitados con barandillas; te guían suavemente cuesta arriba, serpenteando entre las formaciones rocosas. A veces son un poco estrechos, obligándote a ir en fila india, pero siempre con espacio suficiente para sentirte seguro. Lleva calzado cerrado y resistente; tus pies te lo agradecerán.

A medida que asciendes, el paisaje se abre. Puedes escuchar el sonido del viento, que a menudo es lo único que rompe el silencio, silbando suavemente sobre las rocas. Cierra los ojos por un momento y siente cómo el sol calienta la roca oscura bajo tus dedos si la tocas; es una temperatura diferente a la del aire. El olor a azufre se hace más presente, sobre todo al acercarte a las fumarolas. No es un olor abrumador, pero sí distintivo, un recordatorio de la actividad geotérmica. Cuando llegas a la cima, puedes sentir la vibración de la tierra bajo tus pies, una sensación sutil pero poderosa que te conecta con la fuerza bruta del planeta.

Desde la cima, la vista es espectacular, pero no solo por lo que ves. Puedes sentir la inmensidad del espacio abierto a tu alrededor. El viento es más fuerte, y a veces, si cierras los ojos, puedes casi imaginar el calor que emana del cráter inactivo. La experiencia aquí no es solo visual; es visceral. El suelo es completamente natural, sin ninguna intervención humana más allá de los senderos labrados por el tiempo. No hay tiendas ni servicios, solo la pura naturaleza. Asegúrate de llevar agua, porque el sol no perdona y no hay sombra donde resguardarse. Es una caminata de unos 20-30 minutos hasta la cima, dependiendo de tu ritmo, pero cada paso vale la pena.

¡Hasta la próxima aventura!

Clara del Camino

Si hay un lugar en Santorini que te conecta directamente con la fuerza de la tierra, es su volcán. No es solo una excursión; es una inmersión en la historia geológica que dio forma a esta isla mágica. ¿El mejor momento para sentirlo de verdad? Sin duda, a finales de abril o principios de mayo. Imagina esto: subes a la barca desde el puerto, el aire es fresco pero no frío, y una brisa suave acaricia tu cara, trayendo un sutil aroma a salitre y, curiosamente, una ligera nota mineral que es el aliento del volcán mismo. Cuando desembarcas en la isla de Nea Kameni, sientes el calor del sol en tu piel, pero es un calor amable, no abrasador. Bajo tus pies, la tierra cruje con el sonido de la grava volcánica, un eco de miles de años. Si cierras los ojos, puedes escuchar el murmullo distante de las olas chocando contra la caldera y el suave susurro del viento al pasar por las rocas. Tu mano roza la piedra oscura, áspera y cálida al tacto, y comprendes la inmensidad del tiempo. No hay aglomeraciones, lo que permite que la paz del lugar te envuelva por completo.

En esta época ideal, las multitudes son manejables. No sentirás que estás en un parque temático, sino en un lugar sagrado y salvaje. Verás a otros exploradores, sí, pero habrá espacio de sobra para encontrar tu propio rincón de silencio, para sentarte sobre una roca y simplemente observar el azul infinito de la caldera y el mar. Es la oportunidad perfecta para que tu mente divague, para que te pierdas en la escala del paisaje sin la distracción de empujones o ruido excesivo. Un consejo práctico: la mayoría de los tours salen por la mañana o a primera hora de la tarde. Opta por la primera salida del día; el aire es aún más nítido y la luz del sol naciente pinta el paisaje con tonos dorados que no olvidarás. Y sí, aunque no haya aglomeraciones, reserva tu tour con unos días de antelación, especialmente si viajas en fin de semana.

La meteorología lo cambia todo en el volcán. En abril o mayo, el cielo suele estar despejado, de un azul tan intenso que contrasta de forma espectacular con el negro de la roca volcánica y el blanco brillante de las casas de Oia y Fira a lo lejos. Esta claridad visual intensifica la experiencia, haciendo que la inmensidad de la caldera parezca aún más profunda y majestuosa. En pleno verano (julio y agosto), el sol es implacable. El calor es tan intenso que el aire vibra, y cada paso en la ladera volcánica puede sentirse como un esfuerzo extenuante. La atmósfera se vuelve pesada, y la experiencia, en lugar de ser de asombro tranquilo, puede convertirse en una carrera por encontrar sombra y agua. El viento también juega su papel: un día ventoso fuera de temporada alta puede hacer que la travesía en barco sea más agitada y el aire más frío, pero también puede añadir un dramatismo único al paisaje. Lleva siempre calzado cómodo y cerrado (olvídate de sandalias), protector solar, un sombrero y una botella de agua grande, sin importar la época. La hidratación es clave en este paisaje lunar.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya de las callejuelas

Santorini. Has escuchado su nombre, ¿verdad? Pero, ¿realmente lo has sentido? Cierra los ojos. Vamos a la Caldera, al corazón palpitante de la isla, al volcán. Imagina el aire, no es el aire de la ciudad. Es más limpio, más seco, con un leve, casi imperceptible, aroma a mineral, a la tierra viva que respira bajo tus pies. Caminas, y bajo tus zapatos sientes la gravilla volcánica, negra, áspera, que cruje suavemente con cada paso. El sol te calienta la piel, un calor diferente, intenso, que parece venir de la tierra misma. Puedes sentir cómo el viento juega con tu pelo, trayendo ecos lejanos del mar, del suave chapoteo de las olas contra los acantilados. A tu alrededor, el silencio es profundo, interrumpido solo por el murmullo del viento y, si te concentras, quizás el latido de tu propio corazón. Es un lugar donde te sientes pequeño, pero extrañamente conectado a algo mucho más grande, más antiguo. La energía del volcán, aunque dormido, es innegable. Sientes la historia, la fuerza, la quietud antes de la vida.

¿Por qué es tan importante este volcán para Santorini? No es solo una montaña. Un abuelo de Fira me contó una vez que la isla no fue creada, sino nacida. Dijo que hace mucho, mucho tiempo, la tierra se abrió con un estruendo que hizo temblar el cielo, y de ese fuego y esa furia, surgió la Caldera. "Es como el corazón de nuestra abuela", me dijo, "dormido, pero siempre latiendo, dándonos vida con su tierra fértil y protegiéndonos con sus altos muros de roca". Es por eso que las casas blancas se aferran a los acantilados, mirando hacia dentro, hacia ese corazón. Porque saben que todo lo que tienen, lo deben a ese gigante dormido.

Si quieres sentirlo por ti mismo, necesitas tomar una excursión en barco desde el puerto. Hay muchas opciones. Asegúrate de que el barco te deje en la isla del volcán, Nea Kameni. Una vez allí, la caminata hasta la cima es de unos 20-30 minutos, cuesta arriba. No es difícil, pero el terreno es irregular y rocoso. Lleva buen calzado, nada de sandalias finas. Y, por favor, agua. Mucha agua. El sol ahí arriba no perdona y no hay sombra. Un sombrero y protector solar son tus mejores amigos.

La mayoría de las excursiones al volcán incluyen una parada en las aguas termales de Palea Kameni, la otra pequeña isla volcánica. Cuando el barco se detiene, el aire cambia un poco, huele más fuerte a azufre, como a huevos cocidos, pero no es desagradable, solo diferente. Te lanzas al agua, y al principio está fría, pero a medida que nadas hacia la zona de las rocas, sientes cómo la temperatura sube. El agua es turbia, de un color rojizo-marrón debido a los minerales. Es una sensación extraña, cálida y densa. No te preocupes por el color, pero si llevas un bañador blanco o claro, prepárate para que se tiña un poco. Es la huella del volcán en tu piel, y en tu ropa.

Leo en el camino.

Imagina por un momento que estás flotando sobre el azul intenso del Egeo, el sol ya acaricia tu piel con una promesa de calor, pero aún es suave. El aire tiene un toque salado y, si te concentras, una nota sutil y terrosa que no puedes identificar del todo... Es el volcán, respirando. Al pisar la roca oscura y porosa que es la orilla de Nea Kameni, sientes bajo tus pies la historia milenaria de la Tierra. El primer lugar para detenerte, casi sin pensarlo, es justo aquí, donde el barco te deja. A tu alrededor, la roca volcánica absorbe el calor, y el silencio solo lo rompe el suave chapoteo del agua contra el muelle y el lejano graznido de una gaviota. La inmensidad de la caldera se abre ante ti, con sus acantilados de colores ocres y rojos, coronados por las casas blancas de Santorini, diminutas en la distancia. Es temprano por la mañana, la luz dorada y limpia baña cada contorno, perfecta para capturar esa sensación de llegada, de un nuevo mundo.

A medida que caminas por el sendero ascendente, tus pies notan la textura irregular de la grava volcánica, algunos guijarros ruedan bajo tus botas, otros se sienten anclados como si fueran parte de la propia montaña. El aire se vuelve más denso, y esa nota terrosa que sentías al principio ahora es más clara, un tenue olor a azufre que te recuerda la vitalidad latente bajo tus pies. El viento te roza la cara, trayéndote ecos de conversaciones lejanas, pero en su mayor parte, el silencio te envuelve. Un punto natural para una foto impactante es a mitad de la subida, en una de las curvas del camino. Desde aquí, la vista se amplía, y puedes ver cómo la isla se despliega bajo ti, con el profundo azul del mar rodeándola y, a lo lejos, las siluetas de las islas más pequeñas. La luz a media mañana es ideal para definir los contornos de la caldera y el contraste del azul del mar con el negro de la roca.

Una vez que llegas a la cima y te adentras en las zonas de actividad volcánica, sientes el calor irradiando de la tierra, especialmente cerca de las fumarolas. Puedes escuchar un suave silbido que emana de las grietas, como si la tierra estuviera respirando profundamente. Tus manos, si las acercas, perciben un calor que no quema, sino que reconforta, una energía palpable. Aquí, dentro del cráter, cerca de esos puntos de vapor, es un lugar muy especial para una foto que capture la inmensidad y la fuerza bruta del planeta. No hay poesía aquí, solo consejos útiles: lleva calzado cerrado y cómodo, la superficie es muy irregular. Imprescindible una botella de agua grande y protección solar (sombrero, gafas, crema) porque no hay sombra alguna. La mejor hora para explorar esta zona es evitando el mediodía, cuando el sol es más intenso.

Para la foto definitiva y la mejor experiencia, considera la hora del día. Si buscas una luz espectacular y dramática, el atardecer es mágico. No desde el volcán, sino desde los pueblos de la caldera como Oia o Fira, mirando *hacia* el volcán mientras el sol se pone detrás de él. Los colores del cielo, el mar y la caldera son indescriptibles. Si lo que quieres es una vista clara y nítida, con menos gente, el amanecer o la primera hora de la mañana son insuperables. Para llegar al volcán, casi todos los tours salen del puerto viejo de Fira, e incluyen la visita a Nea Kameni (el volcán activo), Palea Kameni (las aguas termales) y la isla de Thirassia. No hay forma de llegar por tu cuenta, siempre es parte de una excursión en barco.

Max in motion

¡Hola, amiga! ¡Acabo de volver de Santorini y tengo que contarte todo sobre el volcán! Sabes que me encanta sentir los lugares con todo el cuerpo, y este... ¡guau! Imagina esto: estás en un barco, el agua mece suavemente bajo tus pies. De repente, el aire se siente diferente, más denso, casi antiguo. Escuchas el chapoteo del agua contra el casco, pero hay un silencio profundo que te envuelve, como si el tiempo se hubiera detenido. Sientes la brisa del mar en tu piel, pero a medida que te acercas a la isla volcánica, notas un calor que no es solo el sol, sino algo que emana de la tierra misma. Cuando desembarcas, el suelo bajo tus pies no es arena fina, sino una mezcla de guijarros y rocas volcánicas, ásperas y cálidas al tacto. Es como si la tierra estuviera respirando bajo tus pies. Me encantó esa sensación de estar pisando algo tan vivo y antiguo a la vez.

Empiezas a caminar y, amiga, te diré algo: el camino es cuesta arriba, pero no es una locura. Lo que sí es importante es lo que llevas puesto. Puedes sentir cómo la tierra se calienta bajo tus zapatillas, así que olvídate de las sandalias. Escuchas el crujido de las pequeñas rocas volcánicas bajo tus pasos, un sonido constante y rítmico. El sol te pega de lleno, no hay sombra. Sientes el sudor en tu frente, pero cada paso te acerca a algo monumental. Lo que no me gustó es que, si vas a mediodía, el calor puede ser agotador; es mejor ir por la mañana temprano o al final de la tarde.

Y entonces llegas arriba, o a uno de los puntos clave, y el viento te golpea, fresco y salado. Escuchas su silbido alrededor de tus oídos. Pero lo que te va a sorprender de verdad es el contraste. Imagina que pasas la mano por el aire y sientes la inmensidad. El color de la roca volcánica es oscuro, casi negro, pero a lo lejos, el azul del mar Egeo es tan vibrante que parece irreal. Es como si la naturaleza hubiera pintado una obra maestra con solo dos colores principales. Sientes una paz extraña, una pequeñez ante tanta grandeza. Me encantó esa vista panorámica que te hace entender la magnitud de la caldera.

Y luego está el olor. Puedes sentirlo en la nariz, un aroma fuerte y penetrante, como a huevos podridos, pero no de una forma asquerosa, sino más bien... terroso, mineral. Es el azufre. Te sorprende lo persistente que es, cómo se pega al aire. No es para todo el mundo, pero para mí, era parte de la experiencia, una forma más de saber que estabas en un lugar vivo. Lleva mucha agua, créeme, sentirás la garganta seca por el calor y el aire. Y por supuesto, protector solar. No hay tiendas ni fuentes de agua allí arriba, así que prepárate bien. Lo que no me gustó es que a veces la gente no respeta el entorno y deja basura, lo cual es triste en un lugar tan único.

Olya de las callejuelas.

Imagina el suave balanceo bajo tus pies mientras el barco se acerca, y cómo el aire, que al principio era fresco y salado, empieza a cambiar. Puedes sentir una brisa más cálida, y si cierras los ojos, el sonido de las olas rompiendo contra la proa es lo único que te guía. Luego, un olor distintivo, un aroma a tierra y a algo más, un recuerdo lejano a fósforo o a algo metálico, te envuelve: es el azufre, la respiración del volcán. Cuando desembarcas, tus pies pisan una superficie diferente, no arena, sino pequeñas piedras volcánicas, ásperas y oscuras, que guardan el calor del sol. El camino es ascendente, y aunque no lo veas, sientes la inmensa escala del lugar, la energía latente de la tierra bajo tus pies. Escuchas el crujido de las gravas volcánicas con cada paso, el murmullo de otros visitantes, y a veces, solo el viento, que sopla libremente, trayendo consigo el eco de miles de años de historia geológica. Es una sensación de estar en un lugar vivo, que respira, un gigante dormido que te recuerda la fuerza imparable de la naturaleza.

Si necesitas alquilar una silla de ruedas o un scooter para moverte por Santorini, la mayoría de las tiendas de alquiler están en las ciudades principales, como Fira o Oia. No esperes encontrar puntos de alquiler *en* el volcán mismo (Nea Kameni), ya que es una isla deshabitada y la excursión es en barco. Para el volcán, la verdad es que el terreno es muy complicado: es un sendero de grava volcánica, irregular y con bastante pendiente. No es nada fácil moverse en silla de ruedas o scooter allí, incluso con ayuda. Si tu objetivo es visitar el volcán, te recomiendo encarecidamente que hables con las compañías de tours locales *antes* de reservar. Ellos te podrán asesorar sobre la viabilidad y si ofrecen alguna solución adaptada (que suele ser limitada para el ascenso al cráter). Los precios de alquiler de sillas de ruedas o scooters en Fira/Oia suelen variar entre 15-30€ al día, pero es mejor preguntar directamente en el lugar o buscar online "rent a wheelchair Santorini" para tener la información más actualizada. La disponibilidad es buena en temporada alta, pero para equipos específicos siempre es mejor reservar con antelación.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya from the backstreets

Así que me preguntaste qué se hace realmente en el volcán de Santorini, ¿eh? No es solo una foto bonita, es una experiencia que te envuelve, te cambia el aire que respiras.

Imagina que subes a un barco. Siente el suave vaivén bajo tus pies mientras se aleja del puerto. El aire salado te acaricia la cara, fresco y vivificante. Escuchas el murmullo del motor, constante y rítmico, mezclándose con el chapoteo del agua contra el casco. Hueles el mar, ese aroma inconfundible a sal y libertad. Durante la travesía, la brisa marina se vuelve más fuerte, un presagio de la tierra salvaje que te espera.

De repente, el barco se detiene y sientes cómo el suelo firme, pero áspero, te recibe bajo las suelas al desembarcar en la isla volcánica. Cada paso es sobre roca oscura, crujiente, que absorbe el calor del sol. Escuchas el eco de tus propios pasos y los de otros, subiendo por el sendero. Al principio, el olor a azufre es sutil, casi imperceptible, pero a medida que asciendes, se intensifica, una advertencia de la energía latente bajo tus pies. La pendiente es constante, y sientes tus músculos trabajar, un esfuerzo gratificante. A medida que subes, el sonido de las olas se desvanece, reemplazado por un silencio expansivo, roto solo por el viento que silba suavemente.

Una vez arriba, el olor a azufre es inconfundible, punzante pero fascinante, como el aliento de la tierra misma. Si extiendes la mano hacia ciertas zonas, puedes sentir el calor que emana de las rocas, una energía subterránea que te recuerda que estás pisando algo vivo. El suelo es irregular, con pequeñas piedras sueltas y rocas más grandes, rugosas al tacto. El viento es tu compañero constante aquí arriba, envolviéndote y llevando consigo el aroma mineral. Puedes sentir la inmensidad del lugar, la ausencia de cualquier sonido artificial, solo el pulso de la naturaleza.

Después de la caminata, el barco te lleva a otro punto: las famosas aguas termales. Cuando te acercas, el aire ya huele diferente, a hierro y a un azufre más suave. Al sumergirte, la sensación es de un contraste sorprendente: el agua está tibia, casi caliente en algunas zonas, pero el fondo es lodoso y más frío, con una textura suave y pegajosa bajo tus pies. Sientes cómo los minerales cubren tu piel, un cosquilleo peculiar. El agua aquí es de un color naranja rojizo, y el sonido de las risas y el chapoteo de la gente llenan el aire, una sensación de relajación después del esfuerzo.

Vale, ahora lo práctico, como si te lo estuviera mandando por WhatsApp. Para el volcán, lleva zapatillas cerradas y cómodas, con buena suela, porque vas a caminar sobre roca volcánica, que no es un paseo por el parque. Agua es OBLIGATORIA, como si fuera tu mejor amigo. Un sombrero y crema solar son un must porque no hay ni una sombra. Para las termas, lleva bañador y una toalla. Ojo, el agua de las termas mancha la ropa de color naranja, así que no vayas con tu bikini blanco favorito. La excursión entera suele durar entre 3 y 6 horas, dependiendo del tour. Hay una pequeña tasa de entrada para la isla del volcán (aparte del coste del barco), así que ten un poco de efectivo a mano. No es una caminata súper exigente, pero sí requiere que estés dispuesto a subir una pendiente constante durante unos 20-30 minutos.

Olya desde el asfalto.

¡Hola, explorador! ¿Alguna vez te has preguntado cómo se siente caminar sobre un volcán dormido, sabiendo que la tierra respira bajo tus pies? En Santorini, esto no es una fantasía, es pura realidad. Hoy quiero llevarte conmigo al corazón de su caldera, a la isla del volcán de Nea Kameni. No es solo una excursión, es una experiencia que te envuelve, que te hace sentir pequeño y, a la vez, parte de algo inmenso.

Imagina esto: llegas en barco, y antes incluso de pisar tierra, ya sientes una energía distinta en el aire. Es un calor sutil que sube desde el mar, un murmullo lejano que no es de olas, sino de la propia tierra. Cuando desembarcas, el suelo es diferente. No es arena, no es tierra. Es roca volcánica, oscura, porosa, que absorbe el calor del sol y lo irradia. Al caminar, sientes cómo tus pies se hunden ligeramente en un manto de pequeñas piedras que crujen de una manera muy particular, un sonido seco y granulado que no habrás oído en ningún otro lugar. Y si te detienes un momento, y dejas que tus manos rocen la superficie de algunas de las rocas más grandes, notarás una calidez sorprendente, como si el corazón del volcán aún latiera muy, muy lento, justo debajo de la superficie que pisas.

Ahora, hablemos de lo práctico para que esta aventura sea perfecta para ti. Para llegar a la isla volcánica, casi siempre necesitarás tomar un tour en barco desde el puerto de Fira o Athinios. Hay muchas opciones, desde barcos tradicionales hasta catamaranes, y la mayoría combinan la visita al volcán con las aguas termales de Palea Kameni y un paseo por la isla de Thirassia. Lo más importante: lleva calzado cómodo y cerrado. Olvídate de sandalias o tacones; vas a caminar sobre terreno irregular y rocoso. Y, por favor, no olvides una botella de agua grande, protección solar (sombrero y crema) y gafas de sol. El sol es implacable en la isla, y no hay sombra natural.

Una vez en la isla del volcán, no esperes encontrar tiendas ni cafeterías. Es un parque natural, salvaje y puro. La caminata hasta la cima es gradual, no es excesivamente difícil, pero sí constante. Te tomará unos 20-30 minutos subir, dependiendo de tu ritmo, y el camino está bien marcado, aunque es puramente de roca volcánica. Arriba, tendrás vistas espectaculares de la caldera y las islas circundantes, y sí, sentirás el inconfundible olor a azufre que te recordará dónde estás. Planifica unas dos horas en total para la excursión, incluyendo el tiempo de subida, la exploración de la cima y el descenso. No hay baños ni servicios, así que ve preparado. Es una experiencia de inmersión total en la naturaleza.

Leo del Camino.

¡Hola, aventurero! ¿Listo para sentir la tierra viva bajo tus pies? Imagina que estás a punto de pisar Santorini, no la postal de casas blancas, sino su corazón palpitante: el volcán. Cuando te acercas en barco, el aire cambia. No es el salitre fresco del mar abierto, sino una mezcla cálida, casi terrosa, que te envuelve. Puedes casi saborear el hierro y el azufre que emanan de las profundidades, una prueba de que este gigante no duerme del todo. Mientras el barco se acerca, verás las laderas oscuras, desnudas, y sentirás una especie de reverencia. Es un lugar donde la naturaleza se muestra en su forma más cruda y poderosa.

Al desembarcar, la primera sensación es el suelo bajo tus pies. No es arena fina ni asfalto liso. Aquí, cada paso es una conversación con la tierra. Escucharás el crujido de la piedra volcánica, negra y rojiza, bajo tus zapatillas. A veces, sentirás cómo pequeñas piedras ruedan ligeramente, como canicas sueltas. Es un terreno irregular, vivo. Por eso, mi primer consejo, como si te lo estuviera diciendo mientras caminamos juntos, es: elige bien tu calzado. Olvídate de las sandalias finas o los tacones. Necesitas zapatillas cerradas, con buena suela, que te den estabilidad. La superficie puede ser traicionera, con piedras desiguales que te esperan para hacerte tropezar o el polvo volcánico que, si se humedece, convierte el suelo en una pista resbaladiza. Camina despacio, sintiendo cada paso.

Luego, la experiencia te llevará a las aguas termales. Cuando te sumerges, el contraste es asombroso. El agua no es clara y azul, sino turbia, de un color cobrizo que teñirá tu piel y tu ropa. Puedes sentir el calor envolvente, una calidez casi medicinal, y el olor a azufre, que es intenso pero te recuerda dónde estás. Las rocas alrededor de las piscinas naturales están cubiertas de depósitos minerales, y son extremadamente resbaladizas al tacto, como si tuvieran una capa de jabón. Aquí, el consejo es práctico: lleva un bañador viejo que no te importe que se manche de óxido y, si te atreves a nadar, muévete con mucha precaución en el agua y al salir. No hay duchas ni vestuarios, así que prepárate para la sensación pegajosa del azufre en la piel y el pelo hasta que vuelvas al barco.

Y para que tu experiencia sea solo de asombro y no de sustos, piensa en la gente. El volcán es un imán para los visitantes, y donde hay turistas, a veces hay oportunistas. No es que el volcán en sí sea un nido de "scammers", pero en los puertos de embarque o en las zonas más concurridas de Fira y Oia, que son las puertas a tu aventura volcánica, mantén los ojos abiertos. Sé consciente de tus pertenencias, especialmente en las aglomeraciones. Si alguien te ofrece algo "gratis" o "una oferta increíble" que parece demasiado buena para ser cierta, probablemente lo sea. La mejor forma de disfrutar de la magia de Santorini es con la mente tranquila y los sentidos despiertos, sin preocupaciones por pequeños engaños.

¡Que disfrutes de esta maravilla natural!

Olya from the backstreets

Imagina que el barco se acerca lentamente, y lo primero que sientes no es el chapoteo del agua, sino un silencio diferente. No es el silencio del bosque al amanecer, sino el silencio de la tierra, profundo y antiguo. Al desembarcar, el aire te golpea con un olor sutil a azufre, una fragancia mineral que se aferra a tu garganta. Sientes la grava volcánica crujir bajo tus pies, un sonido seco y áspero que resuena con cada paso. Aquí, el viento es el protagonista: lo escuchas silbar sobre las rocas desnudas, un murmullo constante que te recuerda la inmensidad del lugar. No hay gorjeos ni cantos de aves que rompan esta sinfonía de elementos, solo el latido primordial de la tierra bajo tus pies.

Para los amantes de las aves, la Caldera de Santorini no es un destino principal. Si bien el volcán en sí es una maravilla geológica, la vida aviar es muy limitada debido a la falta de vegetación y el entorno árido. Podrías ver alguna gaviota (Larus michahellis) volando sobre el agua al acercarte en barco, o quizás alguna golondrina (Hirundo rustica) o vencejo (Apus apus) de paso, sobre todo en temporada migratoria, pero no hay especies endémicas o una población significativa que justifique una visita exclusiva para la observación de aves. Buscar un lugar "tranquilo" para la observación es complicado; el volcán es un punto turístico con mucho tránsito. La mejor opción sería intentar la primera excursión de la mañana, antes de que lleguen las multitudes, pero incluso así, el foco de la visita es el paisaje lunar y la actividad geotérmica, no la avifauna.

Olya desde las callejuelas.