¡Hola, amigos! Acabo de volver de Q'enqo en Cusco y tengo que contároslo todo, como si estuviéramos tomando un café. Imagina que bajas de la movilidad, el aire fresco de la montaña te golpea la cara. Es un aire limpio, con ese olor a tierra húmeda y a eucalipto que solo encuentras en los Andes. Apenas pisas, sientes la hierba crujiendo bajo tus pies, y un silencio casi reverencial te envuelve, roto solo por el suave murmullo del viento entre los árboles. Caminas unos pasos, y de repente, *boom*, te encuentras con unas rocas gigantes, talladas. No son solo piedras; son como esculturas vivientes que emergen de la tierra, como si la montaña misma hubiera sido moldeada por manos ancestrales. La luz del sol, a veces intensa, a veces tamizada por las nubes, juega con las sombras y le da un aire de misterio. Es como entrar en un sueño antiguo, donde cada roca te susurra historias de miles de años.
Lo más alucinante es cuando te metes dentro de la "cueva" o el "laberinto". La temperatura baja de golpe, sientes el frío de la piedra milenaria en el aire, casi puedes tocar la oscuridad. Tienes que agacharte un poco, a veces casi gatear, y sientes la textura áspera y fría de la roca bajo tus dedos. El sonido de tu propia respiración se magnifica, y cualquier eco te hace sentir que no estás solo, que hay presencias antiguas a tu alrededor. Es una sensación extraña, entre claustrofobia y una curiosidad inmensa. Te sorprende lo intrincado de los pasadizos, cómo están tallados con una precisión increíble, formando túneles y recovecos donde la luz apenas entra. Es como si la montaña te abrazara, o te engullera, para revelarte sus secretos más profundos.
Justo dentro de ese laberinto, hay una zona que llaman el "altar" o la "sala de sacrificios". Aquí, el aire se siente diferente, más denso, quizás un poco sobrecogedor. Imagina una superficie de piedra pulida, con canales y formas que te hacen pensar en rituales de hace siglos. Aunque no haya nada que ver, puedes casi oler el pasado, sentir el peso de las ceremonias que tuvieron lugar allí. Es un lugar que te hace reflexionar sobre la vida y la muerte para los incas. Mi consejo práctico aquí: tómate tu tiempo. Es fácil pasar de largo si hay mucha gente, pero detente, cierra los ojos y trata de conectar con la energía del lugar. No hay carteles explicativos detallados dentro, así que si quieres entender bien, lleva una guía o lee un poco antes.
Luego sales, y el sol te vuelve a abrazar. Te encuentras con el "anfiteatro", una especie de semicírculo de rocas gigantes, como asientos para una audiencia colosal. El espacio es más abierto, el viento sopla con más fuerza, y puedes oír el murmullo de otros visitantes a lo lejos. Aquí, lo que me sorprendió fue la escala. Es enorme, y te hace sentir pequeño, pero también parte de algo grandioso. Puedes subirte a algunas de las rocas (con cuidado, claro), y desde arriba tienes una perspectiva diferente del sitio. Lo que sí noté es que hay algunos vendedores locales ofreciendo sus artesanías. Son amables, pero si no estás interesado, un "no, gracias" firme es suficiente.
Ahora, lo que no me gustó tanto o lo que "no funcionó": Q'enqo es relativamente pequeño y la visita es bastante rápida. Si vas en tour organizado, a veces sientes que te meten prisa, y eso le quita un poco la magia. Además, puede haber muchísima gente, especialmente a media mañana, lo que hace difícil sentir esa conexión que te he descrito. La accesibilidad no es un problema grave, pero hay que caminar un poco en terreno irregular. Mi consejo: si puedes, ve temprano por la mañana o al final de la tarde, justo antes de que cierren. Lleva buen calzado y prepárate para compartir el espacio. No hay baños ni tiendas dentro del sitio, así que planifica bien.
En resumen, ¿valió la pena? ¡Absolutamente! Aunque sea una parada corta, Q'enqo es un lugar muy especial por esa energía única que tiene. No esperes ver ruinas majestuosas como Machu Picchu; aquí la grandeza está en la forma en que la naturaleza y el hombre se fusionaron para crear un espacio sagrado. Es una visita de una hora, quizás hora y media si te lo tomas con calma. Suele estar incluido en el Boleto Turístico de Cusco, así que no se compra una entrada individual. Te recomiendo combinarlo con una visita a Sacsayhuamán, Tambomachay y Puka Pukara, ya que están cerca y se puede hacer todo en una mañana o una tarde. Es una experiencia más íntima, más de sentir, que de simplemente "ver".
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets