¡Hola, viajeros del alma! Hoy quiero llevarte a un lugar que es mucho más que una simple parada: Aguas Calientes, la puerta a Machu Picchu. Imagina esto: bajas del tren, y lo primero que te golpea no es el sol, sino una humedad suave, casi un velo que te envuelve. El aire es denso, con un aroma a tierra mojada y a algo fresco, como la vegetación exuberante que te rodea. Escuchas el murmullo constante, profundo, del río Urubamba, que no solo fluye, sino que ruge con una energía palpable, como si llevara consigo historias milenarias. Es un sonido que te acompaña, te guía, te hace sentir pequeño y a la vez parte de algo inmenso. Sientes el calor del ambiente, una mezcla de la selva y la proximidad de las aguas termales que dan nombre al pueblo.
Cuando empiezas a caminar por sus calles, te das cuenta de que el pueblo es un laberinto vibrante. Tus pies sienten las irregularidades de los adoquines húmedos bajo las suelas, y puedes escuchar el eco de tus propios pasos mezclándose con el bullicio de las voces de la gente, el traqueteo de las carretillas y el silbido ocasional de alguna tetera. El aroma a comida, a maíz cocido, a ají, se mezcla con el olor a humedad y a la madera de los puestos. Los sonidos son una sinfonía de actividad, una comunidad que palpita con la llegada y partida de viajeros. Te sientes inmerso en una energía de anticipación, de gente a punto de embarcarse en una aventura o regresando de ella, con esa mezcla de cansancio y asombro.
Para llegar, el tren es tu única opción práctica. Recuerda que no hay carreteras, así que el equipaje es clave: lleva solo lo esencial, una mochila pequeña o una maleta de cabina. Las estaciones de tren tienen límites de peso. Una vez allí, encontrarás cajeros automáticos, pero siempre es buena idea llevar algo de efectivo por si acaso, especialmente para compras pequeñas o para propinas. En cuanto a la comida, hay opciones para todos los bolsillos, desde restaurantes turísticos hasta mercados locales donde puedes probar algo más auténtico y económico.
Y sí, las termas. Imagina sumergirte en esas aguas cálidas y sentir cómo el cansancio de tu cuerpo se disuelve. El vapor te envuelve, sube hacia el cielo abierto, y puedes sentir las burbujas suaves y el calor profundo que penetra tus músculos. Escuchas el chapoteo de otros bañistas, las risas lejanas y el omnipresente sonido del río. Es una sensación de purificación, de alivio. Para disfrutar de ellas, solo necesitas llevar tu traje de baño y una toalla. Hay vestuarios y taquillas disponibles. El horario suele ser desde temprano en la mañana hasta la noche, pero revisa los horarios locales antes de ir.
Mi abuela, que en paz descanse, siempre decía que el río Urubamba es el corazón de la Pachamama aquí. Contaba que, mucho antes de que Machu Picchu fuera un secreto a voces para el mundo, la gente de los Andes venía a este valle solo por sus aguas calientes. No venían por la ciudadela, sino por la curación. Decía que después de días caminando por senderos imposibles, el vapor de estas aguas te limpiaba no solo el cuerpo, sino el alma, preparándote para cualquier camino, sagrado o mundano. Era como un abrazo de la tierra antes de seguir tu destino.
Para ir a Machu Picchu desde Aguas Calientes, tienes dos opciones principales: el bus o caminar. El bus es rápido y eficiente, te sube por una carretera zigzagueante. Compra los tickets del bus con antelación, especialmente en temporada alta, puedes hacerlo en el pueblo mismo. Si decides caminar, es una subida considerable, pero te permite conectar más con el entorno. Y lo más importante: los tickets para Machu Picchu se compran con mucha, muchísima antelación por internet. No hay venta en la entrada. Lleva ropa en capas, impermeable y calzado cómodo. El clima puede cambiar en minutos.
Este lugar no es solo un punto de tránsito; es un respiro, una preparación, una despedida. Te envuelve con su energía húmeda y vibrante, te susurra historias antiguas con el sonido del río y te deja con el cuerpo listo y el espíritu elevado para lo que venga después. Es el lugar donde la expectativa se encuentra con la realidad, y donde el viaje se siente tan importante como el destino.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets