Los senderos son de grava compactada, amplios para permitir el paso cómodo de dos personas. Presentan suaves pendientes que se adaptan fluidamente a la topografía ondulada del viñedo. Su trazado guía estratégicamente a los visitantes entre las parcelas de vid y las edificaciones principales. Esta ruta culmina en puntos panorámicos, optimizando la experiencia visual.

Bodega Tierras Altas revela su encanto óptimo en marzo o abril, tras la vendimia. El aire matinal, aún fresco, permite saborear la quietud de los viñedos. Predominan los sonidos sutiles del campo y alguna conversación pausada entre los visitantes. La atmósfera invita a una introspección serena y disfrute sin prisa.

¡Prepárense para un viaje sensorial al corazón de Mendoza!

Llegar a Bodega Tierras Altas es adentrarse en un abrazo cálido de la tradición mendocina. Lejos del bullicio de las bodegas más grandes, aquí el tiempo parece ralentizarse. El aire, denso y fragante, te envuelve con aromas a tierra húmeda y el dulzor sutil de la uva recién cosechada. Pasear por sus viñedos, con las parras ordenadas en hileras infinitas bajo el sol andino, es una meditación. La sala de degustación, con sus paredes de piedra y barricas de roble, invita a la contemplación. Cada sorbo de su Malbec Reserva era un viaje; los taninos aterciopelados danzaban con notas de frutos rojos maduros y un eco de especias. Fue durante la cata que el anfitrión, un miembro de la familia fundadora, nos reveló el alma de su vino. Con un brillo particular en los ojos, nos explicó que en un pequeño sector de su finca, una capa de arena volcánica inusualmente profunda impregna las raíces de las vides, otorgando a su Malbec una mineralidad y una persistencia en boca que lo distingue de cualquier otro en Luján de Cuyo. Esa pasión por un detalle tan específico del terruño, esa dedicación a una identidad única, es lo que eleva su vino de una bebida a una expresión de su tierra y su legado familiar. La vista de los Andes, majestuosos y nevados, enmarcaba cada momento, recordándote la inmensidad del paisaje que nutre estas uvas. No es solo una bodega; es un testimonio vivo de la conexión entre familia, tierra y pasión.

¡Hasta la próxima copa, exploradores!

El arco de piedra de la entrada principal, con los Andes de fondo, es un punto fotográfico natural. Encuadra el arco para enmarcar las cumbres o las hileras de viñedos que se extienden hacia la cordillera. La luz dorada de la tarde, una hora antes del atardecer, realza los tonos de la piedra y las parras. Busca ángulos bajos para enfatizar la majestuosidad de las montañas sobre el paisaje.

La degustación personalizada y la calidad consistente de sus Malbec impresionaron. Sin embargo, la señalización es casi inexistente y las instalaciones son espartanas. Sorprendió la calidez del trato familiar, que superó cualquier limitación. Es una experiencia auténtica para quien busca lo rústico y el buen vino.

Para alquiler de silla de ruedas o scooter cerca de Bodega Tierras Altas, busque ortopedias en el centro de Mendoza, como Ortopedia Científica o del Sol. Es crucial contactarles previamente por teléfono para verificar disponibilidad y reservar, ya que la entrega a domicilio es limitada en la zona rural. Los costos varían; pregunte por tarifas diarias o semanales y los requisitos de identificación o depósito. Sus direcciones y números de contacto se encuentran fácilmente en línea para coordinar.

Pasear entre las hileras de vid, sintiendo la brisa mendocina y observando la maduración de la uva. Recorrer las cavas subterráneas, donde el aroma a roble y vino añejo impregna el ambiente. Degustar las etiquetas emblemáticas, identificando las notas frutales y especiadas en cada copa. Maridar los vinos con quesos y empanadas regionales, culminando la experiencia con vistas a la cordillera.

¡Hola, amantes de los viajes y los buenos vinos!

Mendoza tiene un encanto que te envuelve, y Bodega Tierras Altas es uno de esos rincones donde el tiempo parece detenerse. Al llegar, la vista es un lienzo: viñedos maduros se extienden hasta donde alcanza la vista, con los Andes majestuosos como telón de fondo, pintando un paisaje que respira historia. El aire, nítido y fresco, lleva consigo la promesa de lo que está por venir. Dentro de la bodega, las paredes de piedra antigua susurran siglos de tradición, y la luz que se filtra por las ventanas ilumina el polvo suspendido en el aire, danzando sobre las barricas de roble que guardan secretos líquidos. El aroma es una sinfonía: roble, fruta madura, y esa nota terrosa inconfundible que solo la arcilla mendocina puede dar. Pocos reparan en un detalle sutil: en la sala de fermentación más antigua, cuando el viento sopla desde la precordillera, se percibe un tenue aroma a *jarilla* seca, esa planta nativa que crece silvestre, mezclándose con la dulzura fermentada del mosto. Es un eco olfativo de la tierra misma, una firma invisible que distingue a este lugar. Cada sorbo de sus vinos es un reflejo de esta autenticidad, una invitación a sentir la paciencia y la pasión que se vierten en cada botella.

¡Hasta la próxima aventura!

Para las degustaciones, siempre designa un conductor sobrio o reserva transporte privado. La intensa insolación requiere protección solar alta, sombrero y gafas oscuras. Camina con precaución en los viñedos y bodegas; el calzado cerrado y antideslizante es esencial. Asegura tu visita reservando con antelación, ya que la disponibilidad es limitada, especialmente en temporada alta.

Sí, los amantes de las aves disfrutarán la bodega, avistando zorzales y escuchando el distintivo "bienteveo" del benteveo. Los viñedos más alejados de la sala de degustación y los jardines perimetrales ofrecen tranquilidad para la observación. La mañana temprana revela colibríes revoloteando y el hornero construyendo cerca de los senderos. La primavera es óptima para mayor actividad y una variabilidad de especies locales.