Los senderos de Andeluna son de grava compactada, óptimos para el tránsito peatonal. Su anchura permite el paso cómodo de grupos reducidos, serpenteando entre parcelas de Malbec. Presentan suaves pendientes que guían fluidamente hacia la bodega principal y miradores estratégicos. Esta red cohesiva dirige la experiencia del visitante, revelando progresivamente el paisaje vitivinícola y la Cordillera de los Andes.

Andeluna Cellars alcanza su cenit sensorial en la vendimia, entre febrero y abril. El aire matutino, fresco y seco, se impregna de la dulzura del mosto y un lejano rumor de prensa. Los visitantes, curiosos y relajados, comparten una atmósfera de expectación tranquila, sin aglomeraciones ruidosas. La luz andina de la tarde baña los viñedos, invitando a una contemplación pausada.

¡Hola, exploradores del sabor! Hoy nos adentramos en el Valle de Uco, un rincón mendocino donde la viticultura roza el cielo.

La ruta hacia Andeluna Cellars ya es una promesa. El aire se vuelve más nítido, el azul del cielo más intenso, y la Cordillera de los Andes se impone, majestuosa, como telón de fondo para los viñedos que se extienden en terrazas suaves. Al llegar, la arquitectura de piedra y madera se funde con el paisaje, sin pretensiones, pero con una elegancia que invita a la calma. Dentro, el silencio de la cava, solo roto por el goteo ocasional o el roce de las botas, envuelve los sentidos. El aroma a roble y tierra húmeda impregna el ambiente, prometiendo profundidades. En la sala de degustación, la luz natural inunda el espacio, revelando los matices rubí y violeta en cada copa. Aquí, cada sorbo es un diálogo con la tierra. Recuerdo especialmente una mañana, probando su Malbec de altura. Nuestro guía, con una sonrisa, nos señaló una grieta seca en la tierra fuera de la ventana. "Esta vid", dijo, "lucha cada día contra el viento helado y el sol implacable a 1.300 metros. Esa resiliencia, esa concentración, es lo que sienten en cada gota." Y al volver a la copa, el vino ya no era solo sabor; era la historia de esa lucha, un testimonio líquido de la dedicación y el carácter indomable de este *terroir*. Era la montaña misma en la copa, domesticada con arte. Esa conexión profunda entre el esfuerzo de la naturaleza y la maestría humana es lo que hace a Andeluna más que una bodega: es una experiencia que te ancla a la esencia de Mendoza.

Hasta la próxima aventura enológica, ¡salud!

El mirador junto a la sala de degustación ofrece la vista icónica. Encuadre los viñedos en primer plano con la imponente Cordillera de los Andes al fondo. La luz dorada de la tarde realza los colores y añade profundidad. Los tonos rojizos del atardecer tiñen las cumbres, creando un contraste vibrante.

La calidad del Malbec de alta gama y las vistas a la Cordillera son notables. No obstante, la experiencia de cata carece de calidez, sintiéndose demasiado comercializada. La atención personalizada es escasa, especialmente en horas punta, lo que resta intimidad. Sorprende la inesperada complejidad de sus vinos de entrada de gama.

En Mendoza, las ortopedias en la capital provincial alquilan sillas de ruedas y scooters. Contacte con antelación para disponibilidad, ya que la entrega en Tunuyán requiere coordinación. Consulte directamente la tarifa diaria, que varía según el tipo de equipo. Su hotel en Mendoza podría ofrecer asistencia o contactos para el alquiler.

En Andeluna, se pasea entre viñedos con vistas a la Cordillera, comprendiendo la influencia de la altura en cada cepa. Luego, se saborean sus etiquetas premium en catas dirigidas, percibiendo la complejidad aromática de cada añada. El almuerzo marida la alta cocina local con los vinos, realzando cada nota con ingredientes de huerta propia. Es una inmersión sensorial donde el aire de montaña y el vino se fusionan en cada copa.

¡Amantes del buen vivir, prepárense para un viaje sensorial que va más allá de la copa!

Andeluna Cellars, anidada en el corazón del Valle de Uco, no es solo una bodega; es una sinfonía para los sentidos. Su arquitectura de piedra y cristal se fusiona orgánicamente con el paisaje, reflejando la majestuosidad de los picos nevados de los Andes. Los viñedos se extienden en un tapiz verde infinito bajo el cielo diáfano, cada hilera una promesa de futuras cosechas. El aire fresco de la montaña, puro y revitalizante, acaricia el rostro al caminar entre las vides, trayendo consigo un sutil aroma a tierra húmeda y hierbas andinas. Adentrarse en la bodega revela el fresco abrazo del hormigón y la madera, un contraste bienvenido con el sol exterior. Los tanques de acero inoxidable brillan bajo una luz tenue, mientras en la sala de barricas, un silencio reverente solo se interrumpe por el leve crepitar de la madera de roble, exhalando aromas a vainilla y especias. Un detalle que pocos notan es el susurro casi imperceptible del viento colándose por la rendija superior de la gran puerta de madera que da al viñedo, llevando consigo el aliento de la montaña directo al corazón de la bodega, un secreto ambiental que infunde cada rincón.

Hasta la próxima aventura, ¡y que el vino siempre os encuentre!

La ingesta de vino en las degustaciones de Andeluna exige cautela. Garantiza transporte seguro de regreso, sea con conductor designado o servicio privado. Los senderos del viñedo y los pisos de la bodega pueden ser irregulares o húmedos. Usa calzado cerrado y antideslizante para prevenir caídas.

Sí, la finca Andeluna ofrece oportunidades para la observación de aves adaptadas al entorno vitivinícola. Podrán avistar zorzales, chingolos y benteveos, reconocibles por su canto característico, en los bordes del viñedo. Las primeras horas de la mañana o el atardecer son ideales para mayor actividad aviar y menos visitantes. Busque rapaces como el aguilucho planeando sobre los cielos mendocinos.