¿Listo para una inmersión profunda en la historia y los sentidos? La Fortaleza de Pedro y Pablo en San Petersburgo no es solo un montón de ladrillos viejos; es un latido de la ciudad, un lugar que te habla si sabes escuchar. Si yo te guiara, te diría que llegues por el lado norte, cruzando el puente Ioannovsky. Imagina el aire fresco del Neva que te envuelve, el sonido de tus propios pasos sobre el adoquinado, un eco lejano del ajetreo de la ciudad que se va desvaneciendo. Puedes sentir la brisa del río, a veces suave, a veces con el frío de la vastedad, mientras te acercas a la imponente entrada. Es como si el tiempo se ralentizara justo antes de cruzar el umbral.
Una vez que pasas por la Puerta de San Pedro, la atmósfera cambia. Ya no estás en la calle; el suelo bajo tus pies se siente más sólido, más antiguo. El espacio se abre, y aunque no puedas verlo, percibirás la amplitud de la plaza principal. Lo primero que te aconsejo es dirigirte directamente a la Catedral de San Pedro y San Pablo. Es el corazón de la fortaleza, y su aguja dorada es un faro que te guía. Dentro, el aire es fresco, casi frío, y cada sonido, cada paso, resuena en las alturas. Puedes sentir la inmensidad del espacio, la solemnidad que emana de las paredes. Pasa tu mano por alguna de las columnas; sentirás la piedra pulida por siglos. Y no te olvides de acercarte a las tumbas de los zares, especialmente la de Pedro el Grande. Es un momento de conexión directa con la historia, casi puedes sentir el peso de su legado en el aire.
Para la Catedral y sus alrededores, te diría que compres el boleto combinado si quieres ver todo, pero si tu tiempo es limitado o prefieres una experiencia más concentrada, céntrate solo en la Catedral y la Prisión del Bastión de Trubetskoy. La Casa del Comandante y la Casa de la Moneda son interesantes, pero si buscas la esencia, puedes dejarlas de lado. Lo mejor es ir a primera hora de la mañana para evitar las multitudes; así, el eco de tus pasos en la Catedral será más pronunciado, y la atmósfera, más íntima.
Después de la Catedral, te guiaría hacia las murallas que dan al río Neva. Aquí, el sonido predominante es el del viento y, si hay barcos, el suave chapoteo del agua. Apoya tus manos en el muro de ladrillo; sentirás la aspereza y la solidez de la construcción defensiva. Puedes percibir la inmensidad del Neva extendiéndose frente a ti, y la vibración de la ciudad al otro lado, aunque no la veas. A mediodía, prepárate para el cañonazo diario. No solo lo oirás, sino que sentirás la vibración en el pecho, un recordatorio contundente del pasado militar del lugar.
Para el cañonazo, busca un buen lugar cerca de los bastiones que dan al río, te dará la mejor experiencia auditiva y sensorial. Si es un día agradable, puedes incluso acercarte a la pequeña playa de arena que está dentro de las murallas, junto al río. No es para bañarse, pero es un lugar donde puedes sentir la arena bajo tus pies, un contraste con el adoquinado y la piedra. Y lo que te guardaría para el final, para que te deje una impresión duradera, es el Bastión de Trubetskoy, la prisión.
Entrar en la Prisión del Bastión de Trubetskoy es un cambio drástico de ambiente. El aire se siente más pesado, más frío, y los sonidos se amortiguan, como si las paredes de piedra absorbieran toda la alegría. Puedes percibir la estrechez de los pasillos, la sensación de confinamiento en las celdas individuales. Pasa tu mano por las paredes; sentirás la humedad y la aspereza de la piedra desnuda. El silencio es casi palpable, solo roto por el eco de tus propios pasos o el de otros visitantes. Es un lugar que te hace sentir la historia de una forma muy cruda, el peso de las vidas que pasaron por allí.
Para recorrer la fortaleza, calcula al menos medio día, unas 3-4 horas, si quieres sumergirte de verdad. Lleva calzado cómodo, vas a caminar mucho sobre adoquines y superficies irregulares. Hay algunos pequeños cafés dentro de la fortaleza si necesitas un descanso y algo de beber, pero no esperes grandes restaurantes. La mejor época para ir es a finales de primavera o principios de otoño; el clima es más suave, y sentirás la brisa del Neva de una forma más agradable. Es un lugar para sentir la historia bajo tus pies y en el aire que respiras.
¡Hasta la próxima aventura!
Léa desde la carretera