Si le preguntaras a un amigo cómo explorar la Fortaleza de San Lorenzo, o Lovrijenac como la conocen aquí, te diría que no es solo una visita, es una experiencia que te abraza. No es un museo lleno de vitrinas, es un latido de piedra que te conecta con el pasado. Imagina que estás justo fuera de la Puerta de Pile, el bullicio de la ciudad amurallada a tu espalda. Giras a la izquierda y el camino se eleva. Puedes sentir la brisa del Adriático ya, fresca y salada, acariciando tu piel. Escuchas el suave murmullo de las olas rompiendo contra las rocas debajo, un ritmo constante que te acompaña mientras empiezas a subir. Sientes la piedra bajo tus pies, áspera y antigua, cada paso te acerca más a esa mole imponente que se alza sobre el acantilado, desafiando el mar.
El ascenso es empinado, sí, pero cada escalón es una promesa. A medida que subes, el aire se vuelve más claro, y de repente, el sonido del tráfico de la ciudad se disipa, reemplazado por el canto de las gaviotas y el viento silbando entre las almenas. No te preocupes por el ritmo; tómate tu tiempo. Cuando llegas a la entrada, la oscuridad del pasaje te envuelve por un instante, y luego... ¡pum! La luz te inunda de golpe al salir al patio interior. Sientes el sol en tu cara, y el olor a sal y piedra calentada te envuelve. Es un espacio abierto, pero con una sensación de refugio, de estar en un nido de águila. Para que lo sepas, la entrada suele estar incluida si ya compraste el pase para las murallas de la ciudad, así que guarda tu ticket. Si no, puedes comprarla directamente allí. Suele haber poca gente por la mañana temprano, lo que te permite disfrutar de la quietud.
Una vez dentro, no te apresures a subir a lo más alto. Tómate un momento en el patio central. Siente la amplitud, la resonancia de tus propios pasos sobre el suelo de piedra. Aquí, el sonido del viento es diferente, más contenido, como si la fortaleza susurrara sus propias historias. Toca las paredes, siente la frialdad de la roca que ha resistido siglos. Busca los pequeños huecos y pasadizos que se abren, cada uno ofreciendo una nueva perspectiva de la ciudad y el mar. Desde este nivel, las vistas a la Ciudad Vieja son ya impresionantes, pero con una perspectiva más cercana, más íntima, casi como si pudieras tocar las tejas rojas de los tejados. No te detengas demasiado en los pequeños cuartos interiores si el tiempo apremia; a menudo están vacíos y su valor reside más en su función histórica que en su atractivo visual. La verdadera magia de Lovrijenac reside en sus vistas y en la sensación de inmensidad que te rodea.
Ahora sí, prepárate para la joya de la corona. Sube las últimas escaleras hasta el nivel superior. Aquí, el viento te golpea con más fuerza, trayendo consigo el aroma inconfundible del mar abierto. El sonido de las olas es ahora un rugido distante pero constante. Cuando llegues a la cima, el mundo se abre ante ti. A tu izquierda, la inmensidad del Adriático, con la isla de Lokrum flotando en la distancia, tan verde y misteriosa. A tu derecha, la Ciudad Vieja de Dubrovnik se extiende como una maqueta perfecta, sus murallas protectoras abrazando el corazón de la ciudad. Puedes sentir la vastedad del espacio, la libertad. Es aquí donde te das cuenta de por qué la llamaban la "Gibraltar de Dubrovnik". Guarda este punto para el final; es el clímax, la recompensa por el esfuerzo, el lugar donde la historia y la belleza se fusionan y te dejan sin aliento.
Para que la experiencia sea perfecta, ve temprano por la mañana, justo cuando abren, o al final de la tarde, antes de que cierren. Evitarás el calor del mediodía y las multitudes. Lleva calzado cómodo, de verdad, las escaleras son muchas y de piedra irregular. Y no olvides una botella de agua, no hay donde comprar dentro. Dedícale al menos 45 minutos a una hora para saborearlo sin prisas. En resumen, tu ruta sería: desde Puerta de Pile, a la izquierda por el sendero ascendente. Entra por la única puerta y explora el patio central a tu aire, absorbiendo las vistas intermedias. Luego, sube a la cima para la panorámica final y deja que la grandeza te envuelva. Es sencillo, pero cada paso te regala algo nuevo.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets