Si alguna vez te encuentras en Dubai y buscas algo más allá del brillo y el oro, te propongo un viaje diferente. Deja atrás el rugido de la ciudad. Aquí, en el Sheikh Mohammed Centre for Cultural Understanding (SMCCU), el tiempo parece ralentizarse. Al cruzar el umbral, la primera sensación es de alivio, de un fresco bienvenido. Es como entrar en un oasis de calma en medio del desierto de rascacielos. El bullicio exterior se disipa, y en su lugar, empiezas a distinguir un suave murmullo de voces, risas contenidas. Quizás un ligero aroma a especias, a café árabe recién hecho, flota en el aire, una invitación silenciosa a bajar el ritmo.

Tus pies te guían por caminos que, aunque son de piedra, son sorprendentemente lisos y bien mantenidos, sin obstáculos inesperados. No hay adoquines irregulares aquí que te hagan dudar, sino una superficie uniforme que te permite caminar con confianza. Estos senderos no son rectos y predecibles; te invitan a girar suavemente, a veces estrechándose para crear una sensación de intimidad, otras veces abriéndose de golpe a pequeños patios interiores. Sientes cómo las paredes de adobe, frescas al tacto si extiendes la mano, te dirigen con suavidad, como si el propio edificio te susurrara "por aquí". Te llevan sin prisas, permitiéndote que el aire, a veces más denso y cálido en los pasajes cubiertos, te envuelva, y luego se vuelva más abierto y fresco al llegar a un patio donde el sol se siente de otra manera en tu piel.

Estos giros y aperturas te conducen a los majlis, las tradicionales salas de reunión donde la hospitalidad emiratí cobra vida. Imagina el tacto suave de los cojines bajos donde te invitan a sentarte, el sonido delicado de las tazas de café mientras te sirven un Qahwa aromático, su sabor cálido y ligeramente amargo despertando tus sentidos. También te llevarán a zonas donde se preparan y sirven dátiles y Luqaimat, unas dulces bolitas fritas, crujientes por fuera y suaves por dentro, que te ofrecen un bocado de la tradición local. Para vivir esta experiencia al máximo, te sugiero reservar con antelación, ya que las sesiones son íntimas y tienen un aforo limitado. Suelen durar alrededor de 90 minutos, tiempo suficiente para sumergirte sin prisas. No olvides vestir ropa cómoda y respetuosa; es un lugar donde la cultura se comparte con sencillez y apertura.

Lo que realmente te llevas de este lugar no es solo el sabor del café o la textura de los cojines, sino la calidez humana. Es la sensación de haberte conectado con algo auténtico, de haber comprendido un poco más el corazón de Dubai más allá de su fachada moderna. Las voces amables que te explican sus costumbres, la risa sincera que compartes, todo se queda contigo como un eco agradable. Es una experiencia que te nutre el espíritu, dejándote con una sensación de paz y una perspectiva más rica.

Léa de los Caminos

Si hay un lugar en Dubái donde puedes sentir el alma de la cultura emiratí, es el Centro Sheikh Mohammed para el Entendimiento Cultural (SMCCU). ¿Cuándo se siente mejor? Sin duda, en los meses más frescos, de noviembre a abril, y especialmente a primera hora de la mañana o al atardecer. Imagina que entras. El aire es suave, ya no pica el calor del desierto, sino que tiene una frescura que te acaricia la piel. Puedes oler una mezcla sutil de especias, el aroma tostado del café árabe (gahwa) que se prepara cerca, y quizás un toque de incienso dulce que flota en el ambiente. Escuchas el murmullo respetuoso de las voces, el leve tintineo de las tazas de café y la risa contenida de los niños. Si pones atención, sentirás la suavidad del mármol bajo tus pies, todavía fresco por la noche. Es un momento para respirar hondo y absorber.

Y con ese aire fresco, la multitud es diferente. No verás hordas de turistas ruidosos, sino grupos más pequeños, gente curiosa, atenta. La energía es de respeto y aprendizaje. Escuchas preguntas sinceras, respuestas pausadas. La atmósfera es de apertura. El tiempo no apura. En los meses de calor intenso, la experiencia cambia drásticamente. El sol te empuja a buscar la sombra, la prisa por entrar en el aire acondicionado se siente en el ambiente. La gente está más concentrada en el alivio del calor que en la inmersión profunda. La conversación es más breve, el paso más rápido. La tranquilidad que se respira en los meses fríos se convierte en una búsqueda de confort. Puedes sentir la tensión en el aire, el sudor leve en la piel, la necesidad de un vaso de agua fría que te hace menos propenso a demorarte y simplemente *ser*.

Para que tu visita sea lo más gratificante posible, te doy unos consejos rápidos. Primero, reserva con antelación, sobre todo si quieres participar en una de sus famosas comidas culturales (desayuno, almuerzo o cena). Se llenan rápido. Segundo, vístete de forma modesta: hombros y rodillas cubiertos por respeto. No te preocupes por el hiyab si eres mujer, no es necesario, a menos que participes en una visita a la mezquita, donde te lo proporcionarán. Tercero, llega un poco antes de tu sesión para empaparte del ambiente. Y cuarto, no tengas miedo de preguntar. Los anfitriones del SMCCU son increíbles, están ahí para compartir su cultura. Es una oportunidad única para charlar de verdad y entender. No es un museo donde solo miras; es un lugar donde interactúas.

Olya from the backstreets

Imagina que llegas a Dubái, y lo primero que te golpea no es solo el aire cálido y perfumado por el incienso que se escapa de alguna tienda, sino también una sensación abrumadora de inmensidad. Rascacielos que rozan el cielo, el susurro constante de los aires acondicionados, el eco metálico de un metro que pasa. Es fácil sentirse pequeño en esta ciudad que parece construida para el futuro, y quizás un poco desconectado de su corazón. Pero hay un lugar donde el tiempo se ralentiza, donde el silencio te permite escuchar el latido de una cultura ancestral: el Centro Sheikh Mohammed para el Entendimiento Cultural (SMCCU). Aquí, el objetivo es "Puertas Abiertas, Mentes Abiertas", y créeme, lo sientes con cada fibra de tu ser.

Cuando cruzas el umbral del SMCCU, tus pies notan la frescura del suelo de baldosas bajo una arcada, y el aire, antes pesado, se vuelve más ligero, con un aroma sutil a cardamomo y café. Te invitan a sentarte en cojines suaves, donde tu cuerpo se relaja, y casi puedes sentir la textura áspera y a la vez cómoda de los tejidos tradicionales. Escuchas el murmullo de voces en árabe y el clic de las tazas de café mientras se sirven. Es en este ambiente, relajado y auténtico, donde te cuentan historias. Recuerdo una vez que una abuela emiratí, con sus ojos llenos de sabiduría, me dijo que el *majlis* –el lugar de encuentro– es como el corazón de la casa. "Antes," me explicó, "cuando la gente vivía en el desierto, no había puertas cerradas. Si veías humo de una hoguera, sabías que podías acercarte, que serías bienvenido y te ofrecerían comida y un lugar para descansar. El SMCCU es nuestro *majlis* moderno. Aquí, la gente de todo el mundo puede sentarse con nosotros, compartir una comida y una conversación, y entender que, aunque tengamos diferentes caminos, el corazón humano es el mismo." Sientes esa conexión, esa apertura, como un abrazo cálido y sincero.

Para vivir esta experiencia, lo mejor es reservar con antelación a través de su página web; tienen diferentes programas (desayunos, almuerzos, cenas y tours culturales) y suelen llenarse. No te preocupes por el código de vestimenta estricto: simplemente viste con respeto, cubriendo hombros y rodillas, lo normal para cualquier lugar cultural en la región. El programa de comida y diálogo dura un par de horas, así que ve con tiempo y sin prisas, dispuesto a preguntar lo que sea. Está ubicado en el histórico barrio de Al Fahidi, con sus estrechas callejuelas y casas de adobe, un contraste fascinante con el Dubái moderno. Puedes llegar fácilmente en metro (estación Al Fahidi) y dar un paseo por el barrio antes o después.

Después de tu visita al SMCCU, Dubái ya no es solo rascacielos y centros comerciales. Tus oídos se agudizan para percibir la llamada a la oración que antes quizás pasabas por alto, el aroma a *oud* en los zocos cobra un nuevo significado, y la sonrisa de un local en la calle se siente más cercana. Es como si hubieras encontrado una llave para abrir una puerta que no sabías que existía. El tacto de las especias en el Mercado de las Especias, el sonido del agua en un *abra* (taxi acuático) cruzando el Creek, o la sensación del viento en tu cara mientras caminas por las calles del viejo Dubái, se mezclan con el recuerdo de las historias compartidas en el SMCCU. Te das cuenta de que la verdadera riqueza de Dubái no está en sus edificios, sino en su gente y en la tradición de hospitalidad que han sabido mantener viva.

Clara, la Andariega

¡Hola, trotamundos!

Imagínate que el bullicio incesante de Dubái se desvanece suavemente a medida que tus pasos te guían hacia un remanso de calma. De repente, el aire se vuelve más denso, cargado con el suave aroma del cardamomo y el dulzor de los dátiles, una bienvenida que te envuelve antes de que siquiera cruces el umbral. Estás en el Sheikh Mohammed Centre for Cultural Understanding (SMCCU), y al entrar, sientes cómo la temperatura baja ligeramente, un alivio fresco que te invita a soltar los hombros y respirar hondo. Aquí, el tiempo parece ralentizarse, y cada sonido —quizás el suave murmullo de una conversación en árabe, o el tintineo de una taza de café— te invita a escuchar con todos tus sentidos.

Caminas por un patio central, con el suelo de piedra fresca bajo tus pies, sintiendo la rugosidad de las paredes antiguas de coral a tu lado. La estructura es la de una casa tradicional emiratí, diseñada para la vida comunitaria y la brisa natural. Puedes percibir la sombra que ofrecen los altos muros, un refugio del sol que se vuelve más intenso a medida que avanza el día. Si cierras los ojos, casi puedes sentir las generaciones que han vivido y compartido historias dentro de estas paredes. No es un museo estático; es un hogar que respira, te invita a sentarte en sus cojines bajos y a sentir la calidez de su hospitalidad.

Si buscas ese rincón para capturar un momento que trascienda lo visual, detente justo en el corazón de ese patio central. A tu alrededor, sentirás la imponente presencia de las torres de viento tradicionales, los Barajeel, que se elevan con una majestuosidad silenciosa, susurrando historias del pasado. Corre tu mano por la textura áspera y a la vez suave de las paredes de coral, y verás que no hay dos piedras iguales. Puedes oler el vapor que emana del café árabe que se prepara, mezclado con el dulzor terroso de los dátiles frescos. La luz de la mañana, desde el amanecer hasta media mañana, es tu mejor aliada aquí: no es un sol que quema, sino una luz dorada y amable que baña cada rincón, suavizando las sombras y resaltando los detalles intrincados de las puertas de madera tallada y los arcos. Es el momento en que el lugar respira calma, antes de que el día se caliente y el bullicio aumente, un instante perfecto para que tu mente capture una imagen que va más allá de lo visual.

Un consejo práctico: para vivir esta experiencia al máximo, es esencial reservar tu visita con antelación, ya que los grupos son pequeños y el enfoque es muy personal. Vístete con modestia, mostrando respeto por las costumbres locales. No tengas miedo de hacer preguntas; el propósito del SMCCU es precisamente abrir el diálogo y desmitificar la cultura emiratí. Te animan a preguntar "Open Doors, Open Minds" es su lema, y lo sentirás en cada interacción. Es una oportunidad única para sentarte, escuchar y aprender directamente de los emiratíes, algo que no encontrarás en ningún otro tour.

Es más que una visita; es una inmersión, un puente hacia una comprensión más profunda. Te irás no solo con fotos, sino con la sensación de haber tocado y vivido un pedazo auténtico de Dubái, con el eco de las risas y el sabor del café árabe aún en tu memoria.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya from the backstreets

¡Hola, amigos de la ruta! Acabo de regresar de una experiencia súper especial en Dubái, algo que va más allá de los rascacielos y los centros comerciales. Estuve en el Sheikh Mohammed Centre for Cultural Understanding (SMCCU) y, wow, ¡qué contraste! Imagina que sales del calor pegajoso de la calle y entras a un patio con paredes de yeso rugoso, cálido al tacto, que te envuelven. El aire, aunque sigue siendo pesado, de repente huele a café recién tostado y a especias dulces. Sientes cómo el suelo de arena bajo tus pies te ancla, y el murmullo de las conversaciones y risas en árabe te envuelve, como si el tiempo se hubiera detenido y hubieras viajado a otro mundo. Es una inmersión total.

Lo que más me voló la cabeza fue la sesión de preguntas y respuestas. No es un monólogo, es una conversación abierta. Te sientas en cojines bajos, sientes la tela suave contra tu piel, y de repente, te das cuenta de que puedes preguntar CUALQUIER COSA. ¿Religión? ¿Política? ¿Matrimonio? ¿Cómo es la vida de una mujer emiratí? Escuchas la voz calmada y honesta de tu anfitrión, y sientes cómo cada respuesta disipa un prejuicio o una idea preconcebida. Me sorprendió la transparencia y la paciencia con la que respondían, sin tapujos. Es como si te dieran permiso para ser curioso de verdad. Mi consejo: no te guardes ninguna duda, por "tonta" que parezca. Es la oportunidad perfecta para entender y no solo ver.

Y luego la comida, ¡ay, la comida! Mientras charlas, te sirven delicias locales. Sientes el calorcito de la taza de café árabe en tus manos, un sabor amargo y especiado que te despierta los sentidos. Pruebas dátiles pegajosos que se deshacen en la boca, y unas bolitas dulces fritas llamadas Luqaimat, crujientes por fuera y suaves por dentro, con un almíbar que te endulza el alma. Lo que no me convenció del todo fue un tipo de pan plano que, para mi gusto, era un poco seco, pero lo compensas con el hummus cremoso. Es una experiencia comunal, donde el acto de compartir la comida se convierte en parte del aprendizaje. Sientes la compañía de los demás, el roce de los codos al alcanzar un plato, la risa compartida.

El lugar en sí es una joya. Estás en el corazón del barrio histórico de Al Fahidi, rodeado de esas casas tradicionales con torres de viento (Barajeel) que actúan como aires acondicionados naturales. Puedes sentir cómo el aire fresco y ligero se mueve por dentro, incluso cuando fuera hace un calor sofocante. La textura de las paredes, la luz que entra por las pequeñas ventanas... es un recordatorio constante de que estás en un lugar con historia, con alma. Lo que más me gustó es que no es una atracción turística "montada", se siente auténtico. Para que no te lo pierdas, te recomiendo reservar con antelación, porque las plazas son limitadas y se llenan rápido. ¡No es un lugar para llegar y ver si hay sitio!

¡Un abrazo desde la ruta!

Leo de la Ruta

¡Hola, trotamundos! Hoy te llevo a un rincón de Dubái que te susurrará historias: el barrio histórico de Al Fahidi, donde se encuentra el Centro Sheikh Mohammed para el Entendimiento Cultural (SMCCU). Imagina que caminas por estrechos pasillos de arena y coral, donde el sol se filtra en rayas a través de las torres de viento, creando un baile de luz y sombra. Sientes el calor suave del desierto en tu piel, pero también la frescura inesperada de la brisa que desciende por esos antiguos "barjeels", las ingeniosas torres que antaño ventilaban las casas. Escuchas el suave murmullo de las conversaciones, quizás el tintineo de una cuchara en una taza de café árabe, o el lejano y rítmico chapoteo de las abras, las pequeñas barcas de madera, que cruzan el arroyo cercano. Hay un aroma que te envuelve, una mezcla sutil de especias, incienso y el dulce perfume del café recién tostado, que te invita a detenerte, a respirar hondo y a sentir la calma de un tiempo que se resiste a desaparecer en medio de la modernidad.

Ahora, si necesitas alquilar una silla de ruedas o un scooter de movilidad para moverte por esta zona tan especial, la verdad es que no es tan sencillo como encontrar una farmacia en la esquina. El SMCCU y el barrio de Al Fahidi son zonas históricas, no centros de alquiler de equipos médicos. Tu mejor opción es planificar con antelación. Normalmente, tendrás que contactar con una empresa de suministros médicos especializada en Dubái, que suelen ofrecer servicios de alquiler con entrega a domicilio. Puedes buscar en internet "alquiler silla de ruedas Dubái" o "mobility scooter rental Dubai" y contactar con ellos directamente para preguntar por disponibilidad y tarifas. Los precios varían mucho según el tipo de equipo y el tiempo de alquiler, así que es clave pedir un presupuesto claro. Otra alternativa es consultar con tu hotel; algunos de los más grandes y con servicios completos a veces tienen sillas de ruedas disponibles para sus huéspedes o pueden ayudarte a coordinar un alquiler. Si no, lo más directo es llamar o enviar un correo electrónico al propio SMCCU antes de tu visita; son increíblemente serviciales y es posible que puedan orientarte sobre la mejor manera de acceder a sus instalaciones o recomendarte un proveedor local de confianza.

Max in motion

Imagina que el sol de Dubái te empuja suavemente por callejones que respiran historia, muy diferente a los rascacielos que dominan el horizonte. Sientes el calor del adobe bajo tus pies y el aire, de pronto, se vuelve más denso, cargado con el eco de pasos antiguos y el susurro de hojas de palmera. Caminas por el barrio histórico de Al Fahidi, y antes de que te des cuenta, el aroma dulce de algo horneado o el incienso te guía hacia un lugar donde la curiosidad se encuentra con la tradición. Es como si el tiempo se ralentizara y te dijera: "Aquí, respira hondo".

Al cruzar el umbral del Sheikh Mohammed Centre for Cultural Understanding, el aire cambia de golpe. Sientes un frescor inmediato, como si hubieras entrado en un oasis. Tus pies se hunden en alfombras suaves y de repente, el sonido del ajetreo exterior se disuelve en un murmullo acogedor. Te invitan a sentarte en cojines bajos, casi tocando el suelo, y tus manos reciben una taza pequeña y caliente. El aroma amargo y tostado del café árabe (qahwa) te envuelve, mezclado con la dulzura pegajosa de un dátil que te ofrecen. Es una bienvenida que no solo te nutre el cuerpo, sino que te calma el espíritu, invitándote a bajar la guardia.

Una voz tranquila y clara comienza a guiarte, no con un discurso, sino con una conversación. Sientes cómo la curiosidad crece en ti. Puedes tocar las texturas de la ropa tradicional que te pasan, sentir el peso de un libro antiguo o el frescor de un tejido. Lo más impactante es que puedes preguntar *cualquier cosa*. No hay tabúes. Sientes la libertad de formular esa pregunta que siempre te ha rondado la cabeza sobre la cultura local, la religión o las costumbres, y la respuesta llega sin juicio, con paciencia y una sonrisa. Es un espacio donde el entendimiento se construye con cada pregunta y cada risa compartida.

Luego, el aroma de especias te envuelve, y el sonido de platos y cubiertos (o manos, si te animas a comer a la manera tradicional) te indica que es hora de la comida. Te sientas alrededor de una mesa baja, compartiendo grandes bandejas de arroz fragante, cordero tierno y verduras cocinadas lentamente. Sientes la textura del arroz suelto, el calor de la carne recién cocinada, el dulzor de los postres y el frescor de las bebidas. Es una experiencia comunitaria, donde el acto de comer se convierte en una extensión de la conversación, un momento para sentir la calidez de la hospitalidad emiratí y la conexión con las personas a tu alrededor.

Si hay tiempo, tus pies descalzos tocarán el mármol frío y pulido de una mezquita cercana. El silencio te envuelve, roto solo por el eco de tus propios pasos y la explicación suave de cómo se reza, la importancia de la dirección, la simplicidad de la fe. Sientes la vastedad del espacio, la luz que entra por las ventanas y la tranquilidad que emana del lugar. Al salir, el aire de Dubái te recibe de nuevo, pero ahora, algo ha cambiado dentro de ti. Llevas contigo no solo el recuerdo de sabores y aromas, sino una comprensión más profunda, un puente tendido entre culturas.

Olya from the backstreets.

Imagina por un momento que dejas atrás el rugido de las calles de Dubái, el brillo de sus rascacielos. De repente, entras en un patio tranquilo, bañado por un sol amable que calienta las viejas paredes de adobe. El aire aquí es diferente; ya no huele a asfalto y tubos de escape, sino a una mezcla suave de café recién molido y el dulzor terroso de los dátiles. Escuchas el murmullo de voces bajas, el tintineo lejano de una taza. Sientes la brisa ligera que acaricia la piel y el calor residual de la piedra bajo tus dedos si la tocas. Estás en el Sheikh Mohammed Centre for Cultural Understanding (SMCCU), y aquí, el tiempo se ralentiza para invitarte a sentir.

Una vez dentro, te darás cuenta de que no es solo una visita, es una inmersión. Te sientas en cojines bajos, sobre alfombras que huelen a historia, mientras te sirven un café árabe amargo y fragante, y dátiles suaves y dulces. La experiencia más popular es la de los desayunos o almuerzos culturales, donde puedes sentarte con un emiratí y hacerle cualquier pregunta que tengas sobre su cultura, costumbres o religión. Es el lema del centro: "Puertas Abiertas, Mentes Abiertas". Mi consejo: reserva tu plaza con bastante antelación a través de su web, especialmente si vas en temporada alta. Se llenan rápido y es una experiencia que no querrás perderte.

Durante la sesión, no te limites a escuchar. Siente la textura del *thobe* o la *abaya* que visten tus anfitriones, observa los gestos de sus manos al hablar, el brillo en sus ojos cuando comparten una anécdota personal. La clave es la interacción. Pregunta sin miedo, con respeto, pero con curiosidad genuina. No hay preguntas tontas aquí. Es una oportunidad única para romper barreras y entender una cultura que a menudo se malinterpreta. Vístete de forma modesta, cubriendo hombros y rodillas, por respeto al lugar y a sus costumbres, pero sobre todo, ven con la mente abierta.

Y si te detienes un segundo, cuando la conversación baja de tono y el aroma del café se disipa un poco, hay un detalle que casi nadie nota. Escucharás un sutil, casi inaudible, *susurro* constante. No es el aire acondicionado ni el tráfico de fuera. Es el roce casi imperceptible de las *abayas* y *kanduras* de los anfitriones al moverse, un sonido suave como el de las hojas secas que, combinado con el tenue olor a madera vieja y el polvo de las paredes de adobe, te conecta directamente con la vida diaria y la historia de este lugar. Es un detalle tan vivo como el centro mismo, pero que nunca leerás en una guía.

Olya from the backstreets

¡Hola, trotamundos! Si hay un lugar en Dubái que te abraza y te cuenta historias al oído, ese es el Sheikh Mohammed Centre for Cultural Understanding (SMCCU). Imagina que el sol de Dubái te ha estado acariciando la piel, y de repente, das un paso a la sombra, en un patio fresco donde el tiempo parece detenerse. Sientes cómo el aire se vuelve más suave, quizás con un ligero aroma a incienso o a café recién hecho que flota desde algún rincón. Escuchas el murmullo de las fuentes y las voces cálidas que te invitan a pasar, a adentrarte en una casa tradicional de viento, donde cada esquina tiene una historia que contarte sin necesidad de verla.

Una vez dentro, te guían hacia el *majlis*, el salón de reuniones. Puedes sentir la suavidad de los cojines bajo tus manos mientras te acomodas en el suelo, el calor de la taza de café árabe en tus dedos y el dulzor de un dátil que se deshace en tu boca. No necesitas ojos para percibir la hospitalidad, la sientes en la cadencia de la voz de tu anfitrión, en la forma en que te ofrecen más comida, en la risa compartida que resuena en las paredes. Es una inmersión completa, donde cada sentido despierta para absorber la riqueza de una cultura que se comparte con el corazón abierto, permitiéndote sentir los latidos de la tradición.

Ahora, un pequeño consejo práctico, de amiga a amiga. Dentro del SMCCU, el ambiente es de lo más acogedor, pero como en cualquier lugar con encanto tradicional, hay detalles a tener en cuenta. Los suelos de piedra pulida o las alfombras en algunas zonas pueden ser un poco más resbaladizos de lo que esperas, sobre todo si ha habido algún derrame de café o agua; así que ve con calma, sintiendo el terreno bajo tus pies. Y al pasear por los patios o entre las edificaciones, fíjate bien dónde pisas: algunas de las piedras son originales, con esa hermosa irregularidad que les da carácter, pero también pueden hacer que el camino sea un poco desigual. Fuera del centro, en los zocos cercanos, como en cualquier lugar concurrido, mantén tus objetos de valor a buen recaudo y sé un poco precavida si alguien te ofrece algo demasiado bueno para ser verdad. Es Dubái, es seguro, pero la precaución nunca está de más.

Un abrazo y hasta la próxima aventura,

Olya de las callejuelas

¡Hola, exploradores del mundo! Hoy vamos a hablar de un lugar en Dubái que muchos asocian con la cultura, pero que, con un poco de atención, puede sorprender a los amantes de las aves: el Sheikh Mohammed Centre for Cultural Understanding (SMCCU). Olvídate por un momento de los rascacielos y las luces. Imagina que te adentras en el corazón del viejo Dubái, el barrio histórico de Al Fahidi. El aire es diferente aquí, más cálido y denso, cargado con el suave aroma del incienso y las especias que flotan desde los zocos cercanos. Al caminar por los estrechos callejones, tus pies notan la textura irregular de la tierra compactada y el frescor de los muros de coral y yeso. Si cierras los ojos, puedes escuchar el murmullo de voces lejanas, el tintineo ocasional de una cuchara en una taza de café árabe y, sí, el trino inconfundible de pequeños pájaros. Es un contraste fascinante, encontrar vida silvestre en un rincón tan urbano y lleno de historia.

Para los que aman la compañía alada, este rincón de Dubái ofrece la oportunidad de cruzarse con algunas de las aves urbanas más comunes, pero no por ello menos encantadoras. Podrías escuchar el arrullo suave y constante de las tórtolas senegalesas (tórtola reidora), un sonido que evoca paz y antigüedad, o el parloteo bullicioso de los gorriones comunes (gorrión doméstico), siempre presentes y llenos de energía. También es muy probable que detectes el graznido más ronco y característico de los minás comunes, aves con un canto variado y a veces sorprendente. No esperes especies raras o migratorias de humedales, pero sí la vida cotidiana y resiliente de las aves que comparten la ciudad contigo.

Si quieres tener las mejores posibilidades de escuchar y sentir la presencia de estas aves, busca los patios interiores de las casas tradicionales en Al Fahidi, especialmente los que están menos transitados. El patio del SMCCU, antes o después de una sesión, puede ser sorprendentemente tranquilo. Allí, el sonido de las fuentes de agua y la sombra de los árboles crean un microclima donde las aves se sienten seguras. También los callejones sin salida o aquellos que se abren a pequeños jardines ocultos son ideales. Puedes apoyar una mano en la pared de barro, sentir su frescor y concentrarte en los sonidos que te rodean. A veces, solo el batir de unas alas al pasar muy cerca te indicará su presencia.

En cuanto al mejor momento para visitar, la regla de oro para la observación de aves se aplica aquí: las primeras horas de la mañana o las últimas de la tarde. Justo después del amanecer, cuando el sol comienza a calentar las paredes y la vida en el barrio apenas despierta, las aves están más activas buscando alimento y cantando. Es cuando el aire es más fresco y los sonidos viajan con mayor claridad. Al final de la tarde, justo antes del anochecer, también es un buen momento, ya que muchas aves regresan a sus nidos o puntos de descanso. Evita las horas centrales del día, no solo por el calor, sino porque el bullicio humano es mayor y las aves tienden a retirarse.

¡Un abrazo desde el camino!

Olya from the backstreets