¡Hola, trotamundos! Si estás en Luxor, hay un lugar que no puedes perderte, un camino que te conecta con miles de años de historia de una forma increíblemente visceral. Estoy hablando de la Avenida de las Esfinges, esa pasarela monumental que une el Templo de Karnak con el Templo de Luxor. Si fuera contigo, te diría: "Vamos a empezar por el lado de Karnak".
Imagínate esto: estás de pie frente al Primer Pilón de Karnak, ese muro inmenso que te hace sentir minúsculo. El sol de la mañana, o el de la tarde si prefieres el calor más suave, ya calienta la piedra bajo tus pies. Sientes la vastedad del lugar, el eco de los siglos. Giras y, en lugar de entrar al complejo, miras hacia el sur. Ves la línea ininterrumpida de esfinges, cada una con su cabeza de carnero protegiendo una pequeña figura de faraón entre sus patas delanteras. Hueles el polvo seco, el aroma lejano del Nilo, y quizás un toque de incienso que flota de alguna ofrenda moderna. Es un camino largo, sí, pero tómalo con calma. No hay prisa aquí. Este es el inicio de tu viaje a través del tiempo.
Mientras caminas por la avenida, notarás que no todas las esfinges son iguales. Algunas tienen cabezas de carnero, como las que acabas de ver, símbolos del dios Amón. Otras, más cerca del Templo de Luxor, tienen cabezas humanas. No te obsesiones con contarlas, son miles, pero siente la textura de la piedra si te acercas lo suficiente; algunas están desgastadas por el viento y la arena, otras aún conservan detalles nítidos de su tallado. Escuchas el crujido de la grava bajo tus zapatos, quizás el murmullo lejano de la vida moderna de Luxor, pero aquí, entre estas figuras milenarias, la historia parece susurrar más fuerte. No te apresures; este tramo central es para absorber la inmensidad, la paciencia de los constructores. Piensa en las procesiones que pasaron por aquí, en los sacerdotes, los faraones, el pueblo.
A medida que avanzas, la silueta del Templo de Luxor empieza a alzarse majestuosa en el horizonte. Esa es tu meta, y la anticipación es parte de la experiencia. Sientes cómo el aire cambia ligeramente, quizás un poco menos denso, o cómo la luz del sol se filtra de manera diferente sobre los pilonos del templo. Escuchas cómo los sonidos de la ciudad se hacen más presentes: el claxon ocasional de un taxi, las voces de los vendedores, el bullicio de la vida diaria que contrasta con la quietud de las esfinges. Este es el punto para levantar la vista, para apreciar la perspectiva, para sentir la conexión entre estos dos gigantes arquitectónicos. Guarda un poco de energía para el final, porque la llegada es impactante.
Cuando finalmente llegues a la entrada del Templo de Luxor, especialmente si es al atardecer, habrás completado un viaje inolvidable. Sientes el cansancio en las piernas, pero también una profunda satisfacción. Observa cómo la luz dorada baña los obeliscos y las estatuas de Ramsés II. No te limites a pasar; toca la base de una de las esfinges, siente el calor que ha absorbido del sol durante todo el día. Es una forma de conectar, de dejar que la historia te impregne. Asegúrate de llevar agua, un sombrero y calzado cómodo. La Avenida es larga, y aunque no haya mucho que "saltarse" porque cada esfinge es parte del todo, puedes elegir cuánto tiempo dedicas a cada tramo. La verdad, no hay atajos para sentir la historia. Y sí, guarda la cámara para el final, cuando el templo se revele en todo su esplendor.
Olya from the backstreets