¡Hola, viajeros del alma! Hoy quiero llevaros conmigo a un rincón de Tokio que te envuelve, el foso de Chidorigafuchi. No es solo un lugar para ver, es un espacio para *sentir*.
Imagina que tus pies tocan un camino suave y continuo, mayormente de asfalto. No hay adoquines que te hagan tropezar ni senderos estrechos que te obliguen a ir de lado. Es una superficie generosa, diseñada para que camines con fluidez, sin interrupciones. A tu izquierda, siempre presente, el suave murmullo del agua del foso, un sonido constante que te acompaña. A tu derecha, la barrera protectora de los árboles, que en primavera te regala una lluvia silenciosa de pétalos. Te sientes guiado por la propia naturaleza del lugar, el sendero se curva suavemente, revelando nuevas vistas con cada paso, y la brisa fresca del agua te acaricia el rostro, una sensación de calma que te envuelve.
Cuando hablamos de accesibilidad, este camino es un verdadero amigo. Su superficie lisa lo hace ideal para sillas de ruedas o cochecitos de bebé, sin problemas. Eso sí, piensa que, aunque es amplio, en temporada alta (¡sí, las flores de cerezo!), puede sentirse como un río de gente. Mi consejo práctico: si buscas paz, ve temprano por la mañana o al atardecer. Y, por favor, aunque el camino es liso, opta por calzado cómodo. Vas a querer caminar y sentir cada metro.
Y llegamos al corazón del foso: el agua. Puedes oler su frescura, un aroma limpio y ligeramente húmedo que te hace olvidar que estás en una de las ciudades más grandes del mundo. Si extiendes la mano, casi podrías tocar las suaves olas que se forman por el viento o el paso de una barca. Escucharás las risas lejanas de la gente en los botes de remos, un coro alegre que se mezcla con el canto de los pájaros y el ocasional chapoteo de un remo. Es una sinfonía de serenidad, un espacio donde el tiempo parece ralentizarse y tu mente encuentra un respiro.
¿Quieres vivir esa sensación de flotar? Los botes de remos están justo ahí, listos para que te adentres en el agua. El alquiler es sencillo y se paga por tiempo; no necesitas reservar con antelación, simplemente acércate al embarcadero. Para evitar las colas, especialmente en primavera, intenta ir entre semana o a primera hora del día. Y un pequeño truco: si vas al atardecer, la luz sobre el agua es mágica y las fotos son espectaculares.
Mientras sigues el camino, sentirás cómo el espacio se abre y se cierra, creando diferentes perspectivas. En un momento, el agua y los árboles te encierran en un abrazo verde y azul. Luego, al girar, vislumbrarás la silueta de la Torre de Tokio a lo lejos, un recordatorio sutil de que, aunque estás inmerso en la naturaleza, la vibrante ciudad te espera. La escala del foso es impresionante; te hace sentir pequeño y, a la vez, totalmente conectado con este oasis. Es como si el alma de Tokio respirara aquí, tranquila y profunda.
Para llegar a este pulmón de Tokio, la estación más cercana es Kudanshita (líneas Hanzomon, Tozai, Shinjuku) o Hanzomon (línea Hanzomon). Desde allí, es un paseo muy corto y bien señalizado. Si vas en primavera, prepárate para las multitudes, pero no dejes que eso te frene; la belleza lo compensa. Y ya que estás por la zona, el Santuario Yasukuni está a un paseo, y el Palacio Imperial también está muy cerca si quieres seguir explorando la historia y los espacios verdes de la ciudad.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya de las callejuelas