¡Hola! Acabo de volver de Griffith Park en Los Ángeles y, mira, tengo que contarte todo. Es un lugar que te abraza o te frustra, depende de cómo lo mires, pero definitivamente te deja una marca.
Imagina que el aire de la ciudad, ese denso y ruidoso, empieza a disiparse. Entras y, de repente, sientes la amplitud. El sol, que en la ciudad te fríe, aquí te calienta la piel de una forma más amable, filtrándose entre los pinos y eucaliptos. Puedes cerrar los ojos y oler esa mezcla de tierra seca y vegetación, un aroma que no esperas en medio de LA. Al principio, me sorprendió lo rápido que te desconectas del asfalto. Escuchas el crujido de las hojas secas bajo tus pies y el canto de algún pájaro lejano, y el zumbido constante de la ciudad se convierte en un murmullo distante, como el mar en una caracola. Es como si el parque te diera una bofetada de aire fresco para recordarte que hay más allá del cemento.
Caminas y el sendero, a veces de tierra suelta, a veces un poco más pavimentado, te guía hacia arriba. Sientes cómo tus músculos empiezan a activarse con cada cuesta. El viento te acaricia la cara, trayendo ese olor a campo abierto que se mezcla con el aroma de la ciudad que dejas atrás. Me encantó esa sensación de ascenso, de ir dejando el caos abajo. Es una inmersión gradual en la naturaleza, y aunque sabes que la ciudad está ahí, la vista se va abriendo poco a poco, revelando pinceladas de edificios entre las colinas. Es surrealista, como tener un pedazo de desierto californiano justo al lado de una metrópoli.
Ahora, hablemos de lo práctico porque esto es Los Ángeles y la logística es clave. Llegar en coche puede ser un dolor de cabeza, créeme. El parking cerca del Observatorio, que es lo más famoso, es un caos monumental, sobre todo los fines de semana. Te aviso que puedes pasarte fácil media hora buscando un hueco, o más. Lo mejor es ir entre semana a primera hora, o si no, aparcar abajo y subir andando o coger el autobús DASH Observatory, que te deja en la puerta. Yo subí andando un día y, aunque es una buena caminata, te da otra perspectiva del parque. Si no tienes coche, el transporte público te deja cerca de la entrada principal, pero para subir al Observatorio, el DASH es tu mejor amigo.
Una vez arriba, las opciones son muchas. Obviamente, el Observatorio Griffith es la estrella. Si quieres entrar, sobre todo por la tarde o para ver la puesta de sol, *necesitas* reservar con antelación. Es gratis la entrada, pero las colas para las exposiciones o los telescopios pueden ser largas. Más allá del Observatorio, hay un montón de senderos para caminar, de diferentes dificultades. Me sorprendió la cantidad de rutas y miradores menos conocidos que hay, donde puedes encontrar mucha más tranquilidad. El zoo de LA está en una parte del parque, y también el Museo Autry de la historia del Oeste. No me dio tiempo a explorarlos todos, pero me gustó que hubiera tanta variedad de cosas que hacer más allá de la vista principal.
Y entonces, lo sientes. Esa es la palabra. Cuando llegas a un punto alto, como la explanada del Observatorio, y el espacio se abre ante ti. El aire fresco de la tarde te envuelve mientras el sol empieza a caer y pinta el cielo de naranjas y morados. Escuchas el murmullo de la gente, pero es un sonido de asombro colectivo. Y las luces… oh, las luces de la ciudad empiezan a encenderse, una a una, como un manto de estrellas que se extiende hasta el horizonte. Ves el letrero de Hollywood, pequeño pero icónico, las autopistas como venas luminosas, y el vasto océano al fondo. Esa transición del día a la noche es mágica. El silencio que se crea mientras la gente simplemente observa es casi reverente. Esa vista te hace sentir pequeño y, a la vez, conectado con todo.
Un consejo: no olvides llevar agua, mucha, sobre todo si vas a caminar. Y calzado cómodo, claro. Los fines de semana, como te dije, puede ser una locura, así que si buscas paz, ve temprano entre semana. En cuanto a comida, hay algunas opciones de cafetería en el Observatorio, pero son básicas y caras. Lo ideal es llevar tus propios snacks o un picnic si vas a pasar el día. No hay muchas fuentes de agua una vez que te alejas de las zonas principales, así que prepárate. Para evitar aglomeraciones y tener la mejor experiencia, diría que el atardecer entre semana es el momento ideal, pero prepárate para compartir el momento con mucha gente.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya desde el camino