Imagina que el aire te envuelve con un aroma a cuero nuevo, a copal quemado y a la dulzura lejana de la canela. Escuchas el murmullo de cientos de conversaciones, el tintineo suave de la plata, el golpe rítmico de un martillo lejano que resuena desde algún rincón. Tus pies sienten el concreto desigual bajo las suelas, una invitación a perderte en este laberinto de tesoros que es el Mercado de Artesanías La Ciudadela. No es solo un lugar, es una vibración, una explosión de sensaciones que te abraza apenas pones un pie dentro.
Avanzas y tus dedos casi sienten la aspereza del barro de Oaxaca, la suavidad inesperada de un textil bordado a mano que cuelga a tu lado. Si cierras los ojos, puedes casi ver los colores vibrantes de un sarape por la intensidad de su presencia. Imagínate el peso de un alebrije de madera tallado, su superficie lisa y fría bajo tu palma, sus formas fantásticas que te invitan a recorrerlas con el tacto. El eco de risas de niños se mezcla con el rasgueo de una guitarra que se filtra desde la calle, y te das cuenta de que cada paso es una inmersión más profunda en el corazón de México.
Para empezar sin abrumarte, te diría que entres por la puerta principal de Balderas, la que está casi enfrente del Metro. Ahí, los primeros pasillos suelen ser una buena muestra general de lo que vas a encontrar. Busca los puestos con cerámica de Talavera; aunque hay muchísima, los primeros te dan una idea de rangos de precios y calidades. Es un buen punto para calibrar tu ojo. Presta atención a las bolsas de piel y los cinturones; es un buen lugar para comparar texturas, costuras y acabados antes de decidirte.
A medida que avanzas, verás muchas cosas repetidas. Los llaveros genéricos, las máscaras de lucha libre de plástico barato que no tienen alma, o las "artesanías" producidas en masa… esos los puedes saltar sin remordimiento. Si un vendedor es demasiado insistente o sientes que te presiona, sigue de largo sin pena. La Ciudadela es grande, y siempre hay otra opción, otro puesto con algo similar o mejor. Y un tip de amiga: si te gusta algo, pregunta el precio pero no te quedes con la primera oferta. Siempre puedes ofrecer un poco menos con una sonrisa; es parte del juego.
Guarda para el final los puestos de joyería de plata. Los mejores están más hacia el centro del mercado, a veces en pasillos un poco menos transitados donde la luz es más tenue y las piezas brillan con más discreción. Ahí es donde vas a encontrar diseños más únicos, no las típicas cadenas o dijes. Pasa tus dedos por los grabados, siente el peso de un pendiente en tu mano; la plata de Taxco tiene una calidad inconfundible. También, busca los alebrijes más grandes y detallados. Esas obras de arte merecen tu atención cuando ya te sientes más cómodo con el ritmo del lugar y puedes apreciarlos con calma.
Después de tanto caminar, tocar y oler, seguro te dará hambre. Dentro del mercado hay algunos puestos pequeños con refrescos y snacks, pero te recomiendo salir un momento para una experiencia más auténtica. Justo afuera, sobre Balderas, hay fondas sencillas y puestos de comida callejera donde puedes probar unos tacos al pastor, unas quesadillas o una torta. El aroma a cebolla y cilantro frito es inconfundible y la experiencia de comer algo rápido y delicioso con el bullicio de la ciudad de fondo es genial. Es un buen respiro antes de volver a sumergirte o para irte con el estómago contento.
El mejor momento para ir es entre semana, por la mañana. Hay menos gente y los vendedores están más tranquilos, con más disposición a conversar. Llegar en Metro (línea 1 o 3, estación Balderas o Salto del Agua) es lo más fácil y rápido; no te compliques con el coche. La Ciudadela no es solo un mercado, es un abrazo a la cultura de México, una biblioteca de sensaciones y texturas. Sal de ahí con las manos llenas, pero sobre todo, con el corazón lleno de historias y el recuerdo de cada sensación.
Olya from the backstreets