Imagina que llegas a Yeroskipou, Geroskipou para los locales, y lo primero que sientes bajo tus pies es una mezcla. Es como si el pueblo mismo te diera la bienvenida con una textura diferente a cada paso. Las calles principales, las que te llevan directamente al corazón del pueblo, suelen ser de asfalto liso, invitándote a caminar con un ritmo constante, casi arrastrándote hacia la plaza central. Pero no te engañes, el verdadero encanto está en lo que esconden. Gira en cualquier esquina y de repente, el sonido de tus pasos cambia. Escuchas el suave roce de tus zapatos sobre adoquines que, aunque irregulares, no son traicioneros; son como un abrazo que te dice "despacio, aquí hay algo que ver". Te guían, casi sin que te des cuenta, hacia callejones más estrechos, donde la sombra de los balcones encalados te da un respiro del sol chipriota y el aire se llena del aroma dulce del jazmín mezclado con el olor terroso de la piedra antigua.

A medida que te adentras en esos pasadizos más íntimos, los caminos se estrechan aún más, transformándose en senderos peatonales que serpentean entre casas tradicionales. Aquí, el suelo puede variar entre ese mismo adoquín, a veces un poco más desgastado, y parches de tierra compacta, especialmente si te acercas a las zonas más rurales o a los huertos que aún salpican el pueblo. No hay prisas aquí. Los caminos son un laberinto suave, diseñados para que descubras rincones sin buscar, para que el sonido de una conversación lejana te guíe a una pequeña taberna o el tintineo de una campana de cabra te revele una vista inesperada. La sensación es de exploración constante, de que cada giro es una invitación a un nuevo descubrimiento sensorial.

Estos senderos no solo te llevan de un punto a otro, sino que te sumergen en la vida cotidiana de Yeroskipou. Te sentirás casi empujado a observar los detalles: la textura rugosa de una pared de piedra caliza bajo tu mano al apoyarte, el sonido amortiguado de tus pasos al pasar junto a una iglesia pequeña y silenciosa. La disposición de las calles y caminos es orgánica, no planeada rígidamente; es el resultado de siglos de vida y tránsito. No esperes cuadrículas perfectas. En su lugar, encontrarás un flujo natural que te lleva desde el bullicio contenido de la plaza principal, donde el asfalto es rey, hasta la quietud de los callejones residenciales, donde el adoquín y la tierra te recuerdan que estás en un lugar con alma. Un consejo: lleva calzado cómodo, de verdad. Los adoquines pueden ser preciosos, pero tus pies te lo agradecerán al final del día. Y si alguna vez te sientes un poco desorientado, solo busca el campanario de Agia Paraskevi; es un faro que se eleva sobre el entramado de caminos y siempre te guiará de vuelta al centro.

Olya de los callejones

¿Cuándo se siente mejor Yeroskipou (Geroskipou) en Paphos? Imagina que el sol de la tarde empieza a ceder, no es solo un mes, es una hora, un sentir. Es finales de primavera o principios de verano, justo cuando el día largo se funde en una tarde tibia. Siente cómo el aire, que durante el mediodía vibraba con el calor, ahora se suaviza. Percibe un dulzor que flota, una mezcla inconfundible de jazmín en flor y ese aroma a azúcar y almendra tostada que emana de las tiendas de *loukoumia*. Escucha cómo el silencio del mediodía da paso a un murmullo de voces, el tintineo lejano de una campana de iglesia, el sonido de los primeros vasos de ouzo en las terrazas. Es el momento en que el pueblo exhala y te invita a ser parte de su respiración.

A medida que la luz se vuelve dorada, el ambiente se transforma. La gente local, que quizás se escondió del sol abrasador, comienza a salir, llenando la plaza con una energía tranquila y familiar. No esperes grandes multitudes de turistas; aquí, la gente es la del día a día, familias que pasean despacio, ancianos charlando en los *kafeneia*. El calor del día te empuja a moverte con calma, a buscar la sombra fresca de una buganvilla o la pared de piedra centenaria. Pero al caer la tarde, esa brisa suave que llega del mar, apenas perceptible, te invita a caminar más, a sentir el pulso del pueblo. El clima no solo cambia la temperatura; cambia tu ritmo, te ancla en el presente, te pide que saborees cada momento.

Para vivir esa sensación al máximo, planea tu visita para media tarde y quédate hasta el anochecer. No te limites a probar los *loukoumia* (¡aunque son imprescindibles!), siéntate en la plaza principal, frente a la iglesia de Agia Paraskevi. Pide un café chipriota o una cerveza local y simplemente observa la vida pasar. Verás a los niños jugar, a los vecinos saludarse, a los gatos callejeros pasear con descaro. Es en esos pequeños detalles, en la interacción con el pueblo, donde reside la verdadera magia de Yeroskipou. No busques grandes atracciones; busca la autenticidad en cada rincón.

Y un último consejo práctico: Yeroskipou está a tiro de piedra de Paphos, puedes llegar fácilmente en autobús público (línea 606 o 607 desde la estación de autobuses de Paphos Harbour). Una vez allí, el pueblo es perfectamente manejable a pie, lo cual es ideal para sumergirte en sus callejuelas y descubrir sus pequeñas tiendas de artesanía y productos locales. No te vayas sin probar algo más que los dulces; busca una taberna familiar para cenar y déjate llevar por los sabores auténticos de Chipre, que saben aún mejor bajo el cielo estrellado de Yeroskipou.

¡Hasta la próxima aventura!

Maya en Ruta

Imagina que el sol de Chipre te acaricia la piel, cálido pero no abrasador, mientras una brisa suave te trae un aroma dulce y azucarado, mezclado con un toque de cítricos y rosas. No necesitas ver para saber que estás en Yeroskipou, cerca de Paphos. Cierras los ojos y lo sientes todo: el eco lejano de una campana de iglesia, el murmullo de conversaciones en griego que sube y baja como una melodía, y el tacto suave y ligeramente pegajoso de algo dulce entre tus dedos. Es un lugar donde el tiempo parece ralentizarse, invitándote a respirar profundo y dejarte llevar por las sensaciones.

Mi abuela, que vivió aquí toda su vida, siempre decía que el alma de Yeroskipou no se cuenta en fechas o batallas, sino en el *loukoumi*. "Cuando era niña", recordaba, "mis tías se reunían en la cocina, con el vapor dulce llenando la casa, y hablaban sin parar mientras batían el azúcar y el almidón. Cada trocito de *loukoumi* no era solo un dulce; era una historia, un chismorreo, una risa compartida. Era la forma en que nos conectábamos, la manera en que Yeroskipou nos unía." Para ella, ese dulce era el pulso del pueblo, una tradición que se sentía en el aire, en el sabor y en el corazón.

Si te apetece probar el auténtico sabor de Yeroskipou, no busques en los supermercados. Dirígete a cualquiera de las tiendas tradicionales de *loukoumi* que verás en la calle principal, como la famosa "Afrodita". Entra y deja que el aroma te guíe. Pide una muestra de diferentes sabores: rosa, pistacho, naranja. Te lo servirán fresco, espolvoreado con azúcar glas, y sentirás su textura elástica y suave al morder. Es el acompañamiento perfecto para un café chipriota, denso y aromático, que puedes tomar en cualquier cafetería local.

Para moverte por Yeroskipou, la forma más sencilla desde Paphos es tomar el autobús local. Hay rutas frecuentes que te dejarán en el centro del pueblo. Una vez allí, es un lugar muy agradable para explorar a pie. Las distancias son cortas y las calles son tranquilas, lo que te permite sentir la textura de los adoquines bajo tus pies y escuchar los sonidos de la vida cotidiana sin prisas. Si quieres visitar los alrededores o las playas cercanas, alquilar un coche te da más libertad, pero para el pueblo en sí, tus propios pies son el mejor transporte.

Léa from the road

Si te encuentras en Paphos y buscas un rincón con alma, Yeroskipou es tu sitio. No es solo un pueblo; es una experiencia que se vive con todos los sentidos. Y, por supuesto, un lugar donde cada esquina te pide una foto.

Imagina que tus pies pisan las losas cálidas de la plaza principal. Sientes el sol chipriota en tu piel, un sol que ha acariciado estas piedras durante siglos. Escuchas el murmullo suave de las conversaciones que flotan desde los *kafeneia* cercanos, mezclado quizás con el repique lejano de una campana de iglesia o el traqueteo de un scooter. El aire lleva un tenue aroma a jazmín o azahar, mezclado con la promesa de algo dulce recién horneado. Tu mirada se posa en la imponente Iglesia de Agia Paraskevi. Sus muros de piedra se sienten frescos, sólidos, un ancla en el tiempo. Este es el corazón de Yeroskipou. Aquí, la foto perfecta la encontrarás capturando su fachada principal, con la luz de media mañana bañando sus detalles y el cielo azul de Chipre como telón de fondo. A tu alrededor, la plaza bulle con vida tranquila, invitando a la gente a sentarse y observar.

A solo unos pasos de la iglesia, el aire empieza a endulzarse. Es la señal inequívoca de que te acercas a las famosas tiendas de Loukoumia. No te quedes solo con la fachada; el verdadero tesoro fotográfico está dentro. Los escaparates vibrantes, las montañas de dulces de colores, y si tienes suerte y pides permiso con una sonrisa, la oportunidad de capturar a los artesanos en plena faena, cortando y empaquetando estas delicias. La luz del mediodía o media tarde es ideal para captar la riqueza de los colores sin sombras duras dentro de las tiendas. A tu alrededor, la calle se anima con el ir y venir de locales y algún que otro curioso como tú, buscando un pedacito de dulzura chipriota.

Ahora, déjate llevar. Abandona la plaza principal y permite que tus sentidos te guíen por cualquiera de las estrechas callejuelas laterales. Caminarás junto a antiguas casas de piedra, algunas adornadas con buganvillas explosivas que se derraman sobre los muros, otras con puertas de madera que parecen guardar siglos de historias. Siente la aspereza de la piedra bajo tus dedos al rozar una pared. Quizás escuches el canto lejano de un gallo o el suave susurro de las hojas en un jardín escondido. Aquí es donde capturarás el alma más auténtica y tranquila de Yeroskipou. Busca una puerta ornamentada, una maceta de barro con flores, o un arco cubierto de enredaderas. La mejor hora para esta inmersión es a primera hora de la mañana, cuando la luz es suave y dorada, las sombras son largas y el pueblo aún duerme, ofreciéndote su lado más sereno y fotogénico.

Olya desde los callejones.

¡Hola, amigos! Acabo de volver de Yeroskipou, cerca de Paphos, y tengo que contarte algo. No es un sitio que te grite '¡turista!', sino uno que te susurra '¡ralentiza!'. Desde el momento en que pones un pie allí, *imagina* que el aire cambia. Ya no es el bullicio de la costa, sino una brisa más suave, cargada con un olor... ¿Dulce? ¿A especias? Te envuelve. *Escuchas* un murmullo de conversaciones en griego, el tintineo lejano de alguna campana, quizás el arrullo de una paloma. *Caminas* por sus calles y sientes el sol chipriota cálido en tu piel, pero con una sombra de olivos que te invita a detenerte. Es como si el tiempo se hubiera estirado solo para ti.

Y ese olor dulce del que te hablaba... ¡es por los famosos loukoumia! En serio, tienes que probarlos. No son solo caramelos; son una experiencia. Cuando te los ofrecen, *sientes* esa textura suave, casi como una nube, que se deshace en tu boca. El sabor es intenso, a veces a rosa, a veces a pistacho, a veces con ese toque cítrico que te despierta los sentidos. Lo que me sorprendió es lo *auténtico* que se siente todo el proceso. Ves las tiendas tradicionales, algunas con décadas de historia. Mi consejo: busca las que los hacen a mano, las más pequeñas. Pregunta por el de rosa y el de pistacho, son un clásico. Pero ojo, son *muy* dulces, así que una pequeña caja es suficiente para un buen rato o para compartir. Es el souvenir perfecto, y no solo para regalar, sino para recordarte ese aroma.

Más allá del dulce, lo que realmente me atrapó en Yeroskipou fue la Iglesia de Agia Paraskevi. *Imagina* un edificio que parece haber brotado de la misma tierra, con sus cinco cúpulas bizantinas que se alzan orgullosas contra el cielo azul. Cuando entras, *sientes* el frescor de la piedra antigua, un alivio del calor exterior. El silencio es casi palpable, solo roto por el eco de tus propios pasos. La luz se filtra suavemente por las ventanas, iluminando los frescos y los iconos, y *percibes* una paz profunda, casi sagrada. Me sorprendió lo bien conservada que está y la historia que se respira en cada rincón. Es un lugar para sentarse, contemplar y simplemente *ser*. Si vas, ve por la mañana temprano; la luz es mágica y no hay casi nadie. Recuerda ir vestido con respeto, es un lugar de culto.

Ahora, siendo honestos, Yeroskipou no es para todos. Si buscas discotecas, bares ruidosos o una vida nocturna vibrante, este no es tu lugar. El pueblo es tranquilo, muy tranquilo. Después de ver la iglesia y probar todos los loukoumia posibles, no hay una lista interminable de 'cosas que hacer'. Y eso, para mí, fue tanto un encanto como, a veces, un '¿y ahora qué?'. Si te quedas unos días, es ideal para desconectar, leer un libro bajo un olivo o simplemente observar la vida local. Pero si eres de los que necesitan acción constante, quizás un día sea suficiente. Para moverte, lo ideal es tener coche, aunque está lo suficientemente cerca de Paphos como para llegar en taxi o autobús local si no te importa un paseo corto. Es un sitio para *sentir* la Chipre más auténtica, no para tachar actividades de una lista.

¡Hasta la próxima aventura! Max in motion.

Imagina el aire cálido de Chipre acariciando tu piel al mediodía. Sientes el sol en tu rostro, un calor suave que te envuelve. Escuchas el zumbido constante de las cigarras, un coro natural que te acompaña mientras el aroma dulce y embriagador del jazmín y las buganvillas te llega en ráfagas con la brisa. Puedes casi saborear la historia en el aire, esa mezcla de antigüedad y vida mediterránea que impregna Yeroskipou. Tus pies, si pudieras, sentirían la irregularidad de los adoquines centenarios, el pulso lento de un pueblo que respira tradición. Es un lugar donde el tiempo parece ralentizarse, invitándote a absorber cada matiz, cada susurro del viento entre los olivos.

Pero viajar, amigo, no siempre es solo sentir la brisa o el sol. A veces, el camino tiene sus propios desafíos, y la accesibilidad es uno grande. No te preocupes, la gente aquí es increíblemente servicial. Si te encuentras en Yeroskipou y necesitas un poco de ayuda extra para moverte, como una silla de ruedas o un scooter de movilidad, estás en el lugar correcto. Chipre, y Paphos en particular, ha mejorado mucho en esto, y la disposición a ayudar es una constante.

Para alquilar una silla de ruedas o un scooter cerca de Yeroskipou, tu mejor apuesta es buscar proveedores de equipos médicos especializados. Hay varias empresas en Paphos que ofrecen estos servicios y a menudo pueden entregar directamente en tu alojamiento, lo cual es un alivio enorme. Una de las más conocidas en la zona es 'Paphos Mobility', que tiene una amplia gama de opciones, desde sillas de ruedas manuales ligeras hasta scooters eléctricos robustos. También puedes preguntar en farmacias grandes o centros de salud locales, aunque su stock suele ser más limitado y menos especializado. Lo más fácil es buscar online 'mobility scooter rental Paphos' o 'wheelchair hire Paphos' y contactarlos directamente. Suelen tener disponibilidad, pero siempre es buena idea reservar con antelación, especialmente en temporada alta o si necesitas un modelo muy específico.

En cuanto al coste, una silla de ruedas manual puede costar entre 5-10 euros al día, mientras que un scooter de movilidad eléctrica puede ir de 20 a 40 euros diarios, dependiendo del modelo, la duración del alquiler y si incluye extras como entrega o seguro. A menudo hay tarifas semanales o mensuales mucho más económicas. La mejor manera de preguntar por ayuda es ser claro sobre lo que necesitas: 'Necesito alquilar una silla de ruedas' (Θέλω να νοικιάσω μια αναπηρική καρέκλα - Thelo na noikiáso mia anapirikí karékla) o 'Necesito un scooter de movilidad' (Θέλω ένα σκούτερ κινητικότητας - Thelo éna skoúter kinitikótitas). No te preocupes por el idioma; la mayoría del personal en tiendas, hoteles y empresas de alquiler habla inglés, así que no tendrás problemas para comunicarte. No dudes en preguntar por opciones de entrega y recogida; muchos proveedores ofrecen este servicio por un pequeño cargo extra, lo que te ahorra un montón de estrés y facilita tus desplazamientos por la zona.

Un abrazo desde la carretera,

Max en movimiento.

¿Qué haces en Yeroskipou? Imagina que dejas atrás el bullicio de Paphos. El aire empieza a sentirse diferente, menos salado, más como a tierra cálida y, si es temporada, quizás un leve aroma a jazmín o azahar. Tus oídos captan de pronto un sonido distinto, no el de las olas, sino un tintineo lejano que podría ser una campana. Con cada paso, la vibración del suelo bajo tus pies cambia, de asfalto liso a adoquines irregulares, como si el pueblo mismo te invitara a desacelerar.

Luego, tus pies te guían casi solos hacia un lugar donde el aire se vuelve más fresco, incluso en pleno verano. Es la Iglesia de Agia Paraskevi. Al cruzar el umbral, sientes cómo la temperatura baja unos grados, como si entraras en un refugio. El olor que te envuelve es el de la madera antigua, el incienso y un leve matiz terroso, mezcla de siglos de historia. Si extiendes la mano, puedes tocar la piedra fría y pulida de los muros, sentir las huellas del tiempo en su superficie. Dentro, el silencio es casi absoluto, solo roto por el eco lejano de tus propios pasos o el susurro de una plegaria.

Pero Yeroskipou es más que historia. Es un dulce abrazo para los sentidos. Imagina el aroma intenso, casi embriagador, de agua de rosas y azúcar caramelizada que te golpea de repente. Es el `loukoumia`, el dulce chipriota. Te acercas a una de las tiendas y el sonido de las tijeras cortando la masa suave y el suave crujido del azúcar glas es casi hipnótico. Si te ofrecen una muestra, siente la textura sedosa y ligeramente pegajosa entre tus dedos antes de que se derrita en tu boca, dejando un sabor dulce y floral. Para llevarte esa dulzura a casa, busca las tiendas locales que los hacen al momento. Verás el vapor salir de las bandejas y sabrás que son frescos.

Una vez que tus sentidos se calman de tanto dulce, pasea por las calles aledañas. Escucharás el murmullo de las conversaciones en griego, quizás el tintineo de tazas en una cafetería local o el suave zumbido de una avispa buscando néctar. El sol te calienta la piel, pero siempre hay un rincón de sombra bajo un árbol de moras o el toldo de una casa antigua. Puedes sentir la brisa que se cuela por los callejones estrechos. Es el mejor momento para encontrar artesanías auténticas, desde cerámica hasta cestas tejidas a mano. No hay prisa, el ritmo es lento.

Para llegar hasta aquí, desde Paphos es sencillo. Puedes tomar un autobús local (las líneas 601 o 603 suelen pasar por Yeroskipou, pregunta en la estación central de Kato Paphos) y te dejará justo en el corazón del pueblo. Si alquilas coche, el aparcamiento es fácil de encontrar cerca de la iglesia principal. Lo ideal es ir a media mañana para disfrutarlo todo antes del calor del mediodía y que las tiendas de dulces estén en plena producción. Las tiendas suelen cerrar para la siesta, así que no vayas justo después de comer.

Olya from the backstreets

Yeroskipou, en Paphos, no es solo un nombre en un mapa. Es un suspiro. Imagina que el sol de Chipre ya está tibio en tu piel, pero no quema. Caminas por sus calles, y de repente, *ahí está*. No es el aroma dulce de las loukoumias que esperas en una tienda. Es un velo más sutil, más antiguo. Es el vapor azucarado y fragante de la rosa, que se escapa por una ventana abierta de algún taller escondido, mezclándose con el aire seco del campo y el leve perfume de las flores de azahar cercanas. No lo lees en ninguna guía, pero está ahí, invisible, una promesa de dulzura que se está cocinando lentamente, una tradición que respira.

Escuchas el murmullo de voces bajas, quizás el tintineo de tazas de café en alguna kafenio local, la risa de un niño que corre. El tiempo aquí se mueve a otro ritmo. Sientes la calidez de la piedra antigua bajo tus dedos si rozas una pared, la textura rugosa, como si te contara historias de siglos. Es una calma que te envuelve, que te invita a quedarte, a simplemente *ser*. Aquí, cada esquina tiene un eco, cada sombra un secreto bien guardado.

Llegar es fácil. Desde Paphos, un autobús local te deja en el centro en un pispás, o si prefieres libertad, alquilar un coche es una buena opción para explorar más allá. Una vez ahí, no te compliques: el centro es compacto. Pasea sin rumbo. Busca la iglesia bizantina de Agia Paraskevi; es más impresionante por dentro de lo que parece por fuera. Y sí, claro, prueba las loukoumias, pero busca las panaderías locales, las más pequeñas, no solo las grandes fábricas. Ahí es donde captas ese aroma que te conté.

Para comer algo más contundente, busca un 'taverna' con mesas al aire libre. Prueba el souvla (carne a la brasa) o moussaka casera. No te olvides de pedir un café chipriota, servido con su poso, claro. Y un truco: ve a media mañana. El pueblo está despertando, no hay aglomeraciones y el aire es perfecto para captar esos pequeños detalles que hacen a Yeroskipou especial. Por la tarde, el calor aprieta y algunos lugares cierran para la siesta.

Olya desde los callejones

¡Hola, viajeros y viajeras del alma!

Hoy te llevo de la mano, paso a paso, a Yeroskipou (o Geroskipou, como prefieras), un rincón de Chipre cerca de Paphos que te envuelve. Imagina esto: el sol cálido en tu piel, no abrasador, sino como una manta suave. Sientes el aire, denso y perfumado, cargado con el dulzor de la *loukoumia*, esa delicia de gelatina que aquí bordan. Escuchas el murmullo de las voces locales, el tintineo de una taza de café, la vida fluyendo a tu alrededor. No necesitas ver para sentir cómo el tiempo se ralentiza. Cada bocanada de aire, cada sonido, cada textura bajo tus pies te cuenta una historia. Es un lugar para sentir con todo el cuerpo, para dejarte llevar por sus ritmos pausados.

Mientras te dejas llevar por su encanto, ten en cuenta el suelo bajo tus pies. Aquí, en las calles antiguas y los caminos que conectan el corazón del pueblo, la tierra esconde sus propias sorpresas. Sentirás cómo la superficie cambia constantemente: de adoquines desgastados por siglos de pisadas a tramos de tierra compactada, de piedras lisas a otras más rugosas y desiguales. No es un pavimento homogéneo, así que percibirás cada pequeña elevación o hueco. Un buen calzado, de suela robusta y con buen agarre, te dará esa seguridad extra que necesitas para moverte con confianza y disfrutar sin tropiezos.

Y una vez dentro de las tiendas o edificios más antiguos, la sensación puede cambiar de nuevo. A veces, la piedra pulida o los azulejos de antaño, especialmente si han sido fregados o si ha llovido un poco, pueden volverse traicioneramente resbaladizos. Imagina la sensación de tu pie deslizarse apenas un instante, esa pequeña pérdida de equilibrio que te hace tensar los músculos por un segundo. No es para alarmarse, pero es una buena práctica sentir el suelo con cada paso, especialmente al entrar o salir de los locales, o después de un chaparrón. Un paso consciente, sintiendo la superficie, te evitará cualquier susto.

Mientras exploras y sientes el pulso del lugar, es posible que notes a algunas personas acercándose con una amabilidad excesiva o intentando venderte algo "único" o "muy barato". Sentirás esa mano en tu brazo, esa voz un poco demasiado cerca, ese intento de desviar tu atención. No es que Yeroskipou sea peligroso, pero como en cualquier lugar con afluencia de visitantes, la picaresca existe. Mi consejo, de amiga a amiga: confía en tu intuición. Si algo no se siente bien, si la oferta es demasiado buena para ser verdad, o si te sientes incómodo, sé firme pero amable. Un "no, gracias" claro y un paso atrás suelen ser suficientes. Mantén tus pertenencias cerca de ti, sin ostentar, y disfruta de la interacción con los locales genuinos, que son la mayoría.

Al final del día, lo más importante es que te sientas libre para explorar y sumergirte en la experiencia. Todas estas pequeñas precauciones son solo para que tu mente esté tranquila y puedas concentrarte en lo que de verdad importa: el sabor de la comida local, la calidez de la gente, el sonido del viento entre los olivos. Permítete respirar profundamente y sentir la historia de este lugar bajo tus pies. No dejes que la cautela te impida sentir cada momento.

Con cariño desde la carretera,

Léa del Camino

Si eres de los que sienten una conexión especial con el mundo alado, Yeroskipou, en Paphos, es un susurro que no querrás perderte. Imagina que el sol de Chipre ya empieza a calentar la piel, pero el aire de la mañana aún trae un frescor suave. Caminas por senderos de tierra, y no necesitas ver para sentir que este lugar te abraza si eres amante de las aves. Huele a tierra seca, a olivo y, si es primavera, quizás a alguna flor silvestre que se resiste. El silencio no es completo; está roto por la sinfonía de los pájaros, una orquesta natural que te envuelve. Escuchas el aleteo lejano, el canto melancólico de alguna curruca, o el reclamo enérgico de un cernícalo. Sientes la brisa en tu cara, te invita a detenerte, a simplemente ser parte de ese momento.

En Yeroskipou, te encontrarás con especies residentes que son un verdadero tesoro. Presta atención a la Curruca Chipriota (Sylvia melanothorax) y al Colirrojo Chipriota (Oenanthe cypriaca), ambos endémicos de la isla, ¡un privilegio escucharlos! Pero también, según la estación, el lugar es un punto estratégico para aves migratorias. Podrías escuchar el inconfundible grito de un Abejaruco o el silbido agudo de algún Halcón de Eleonora. En primavera y otoño, el aire se llena de las llamadas de los paseriformes que cruzan el Mediterráneo, y si tienes suerte, alguna rapaz de paso como el Águila Culebrera Europea.

Para escuchar bien y no molestar, busca los senderos menos transitados que bordean los campos de cultivo o los pequeños bosquecillos de olivos. Hay zonas más apartadas cerca del río Ezousa (aunque su caudal puede variar mucho según la estación), donde la vegetación es más densa y las aves se sienten más protegidas. No busques grandes hides o miradores; aquí es más de mimetizarse con el entorno, encontrar un tronco caído o una piedra y quedarte muy quieto, respirando el mismo aire que ellos.

El mejor momento para la observación, sin duda, es al amanecer. Justo cuando el sol empieza a asomarse y los pájaros están más activos, buscando alimento y marcando territorio. También las últimas horas de la tarde, antes de que caiga el sol, ofrecen una buena oportunidad, y el calor es más llevadero. Si vas en verano, evita las horas centrales del día; el calor intenso ahuyenta a casi todo el mundo, aves incluidas, que buscan refugio y sombra.

Max in motion