Ljubljana Castle Funicular Tours and Tickets

¡Hola, viajeros del alma! Hoy quiero llevarte conmigo a un lugar mágico que se eleva sobre la capital de Eslovenia. Imagina que estás en el corazón de Liubliana, una ciudad que susurra historias antiguas con cada brisa. Te guío hasta un rincón bullicioso, Krekov trg, la plaza de Krekov. Aquí, el aire vibra con el murmullo de la gente y el eco lejano de las campanas de la iglesia. No puedes ver, pero sientes la presencia imponente del Castillo de Liubliana dominando el horizonte, y sabes que hay una manera fácil de subir. Escuchas el suave zumbido, casi como un suspiro mecánico, que te indica la entrada al funicular. Es como un portal que te invita a dejar atrás el asfalto y ascender.

Una vez que te acercas, la entrada del funicular es moderna, pero se integra con la piedra antigua. Sientes el suelo liso bajo tus pies al entrar en la estación inferior, un espacio compacto y eficiente. No hay escaleras ni obstáculos, todo está diseñado para que te deslices sin esfuerzo hacia el interior de la cabina. Imagínate dentro: el suelo es plano y estable, y las paredes de cristal te dan la sensación de estar suspendido en el aire, incluso antes de empezar. Un suave empujón y sientes cómo la cabina se desliza, casi sin vibración, en un ascenso constante. El viaje es corto, apenas un minuto, pero en ese tiempo percibes cómo el mundo de abajo se encoge, y el aire parece volverse más fresco y ligero a medida que ganas altura. No hay sobresaltos, solo una suave y constante elevación que te mece hacia la cima.

Al salir de la cabina en la estación superior, el suelo vuelve a ser firme y liso, guiándote sin esfuerzo. Inmediatamente, percibes un cambio en el sonido: el bullicio de la ciudad se ha atenuado, reemplazado por el canto de los pájaros y el murmullo de la brisa. Te encuentras en una explanada pavimentada que se abre frente a ti. No hay adoquines aquí; los caminos son amplios y suaves, perfectos para caminar sin preocupaciones. Desde la salida del funicular, los senderos se ramifican suavemente. Uno te lleva directamente hacia la entrada principal del castillo, a pocos pasos, donde sientes la piedra antigua bajo tus dedos si extiendes la mano. Otros caminos te invitan a explorar los miradores cercanos, siempre con una superficie uniforme que te permite moverte con confianza y disfrutar del espacio sin tropezar.

Un consejo práctico: el funicular es la forma más rápida y accesible de llegar al castillo, especialmente si no te apetece la caminata cuesta arriba. Los billetes se compran directamente en la estación inferior o en línea, y suelen ser para un viaje de ida y vuelta. Si vas en temporada alta, la espera puede ser corta, pero vale la pena por la comodidad. Es una opción genial para familias, personas con movilidad reducida o simplemente si quieres ahorrar energía para explorar el castillo a fondo. No te compliques, este pequeño ascensor de cristal es tu mejor aliado.

Olya from the backstreets.

¿Sabes ese momento en el que un lugar simplemente *encaja* contigo, te envuelve? Para mí, en Liubliana, ese momento es en el funicular del Castillo, pero no a cualquier hora. Imagina que es finales de otoño, casi invierno. El sol ya ha bajado un poco, pero aún no se ha despedido del todo, y el aire es nítido, con ese toque frío que te pellizca la nariz y te despeja la mente. Subiendo, el aroma es una mezcla sutil: el metal del funicular, sí, pero también el olor a tierra húmeda de la colina, a los árboles desnudos que empiezan a soltar ese perfume melancólico del bosque. Escuchas el zumbido suave del motor, una especie de arrullo mecánico que te aísla del ruido de la ciudad que queda abajo. Sientes cómo el suelo se inclina suavemente bajo tus pies, una ascensión tan gradual que apenas la notas, mientras la temperatura desciende un poco más, invitándote a abrigarte un poco más en tu propia piel. Es el momento en que la luz se vuelve dorada, casi líquida, y lo sientes en la cara, cálida y fugaz.

En ese lapso de tiempo, la multitud es diferente. No es el bullicio del mediodía con familias y grupos grandes. Aquí, la gente tiende a ser más tranquila, parejas, algún solitario, gente que busca esa misma experiencia de sosiego. El murmullo es bajo, la anticipación es casi palpable. Escucharás suspiros silenciosos cuando las vistas se abren, no gritos. Y si ha llovido antes, el ambiente es aún más mágico. El aire se siente limpio, casi lavado, y el suave repiqueteo de las gotas de agua que aún resbalan por los cristales del funicular crea una melodía rítmica y relajante. El castillo, arriba, se ve más dramático, más imponente, envuelto a veces en una ligera neblina que le da un aire misterioso, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ti. La humedad en el aire hace que los colores del atardecer parezcan más intensos, más profundos.

Si buscas esa sensación, apunta a la tarde, justo antes de que el sol empiece a despedirse. Los billetes se compran en la base, es rápido. No esperes colas enormes a esa hora, lo que significa que la experiencia es más fluida. Te sugiero que, una vez arriba, no te quedes solo en la plataforma del funicular. Date una vuelta por la fortaleza mientras la ciudad de Liubliana se enciende, poco a poco, bajo tus pies. Verás cómo las luces de los puentes y las calles se reflejan en el río, una vista que, créeme, vale cada segundo. Y recuerda que el funicular funciona hasta tarde, así que tienes tiempo para disfrutar de la noche desde la altura sin prisas.

Olya from the backstreets

¡Prepárate para sentir Liubliana de una forma única! Imagina esto: estás en el corazón vibrante de la ciudad, justo al pie de la colina del castillo. Sientes el suave empuje de la brisa fresca que sube desde el río y el murmullo de la gente alrededor. Te acercas a la estación del funicular, y al entrar, el aire cambia; huele a metal y a un toque de madera antigua. Escuchas el zumbido apenas perceptible de los cables y el clic suave de las puertas al cerrarse. Dentro, el espacio es compacto, te sientes envuelto. Cuando empieza el ascenso, no es un tirón, sino una elevación delicada. Sientes cómo el suelo se inclina suavemente bajo tus pies mientras el funicular te lleva hacia arriba. Puedes percibir cómo la presión del aire cambia ligeramente en tus oídos y el murmullo de la ciudad se va haciendo más tenue, sustituido por el crujido rítmico de la máquina y el susurro del viento. Es una sensación de ingravidez, de despegar del bullicio para flotar hacia las alturas, donde la calma te espera.

Mira, no es solo un atajo moderno para turistas; para los de aquí, el funicular tiene un significado especial. Mi abuela, que ya tiene sus buenos ochenta y tantos, siempre me contaba que antes subir al castillo era una odisea, especialmente con la compra del mercado o cuando los nietos eran pequeños. Decía que el funicular no era solo para que los visitantes vieran las vistas, sino para que todos, hasta los más mayores o los que llevan carritos de bebé, pudieran disfrutar de su castillo sin sudar la gota gorda. Para ella, fue como si el castillo, que antes parecía tan lejano en su cima, de repente se acercara y se abriera a todos los liublianeses, uniendo el pasado con la vida diaria de una manera sencilla y hermosa. Es un pedacito de orgullo local, un puente entre generaciones y entre la ciudad y su joya más preciada.

Si te animas a probarlo, los billetes se compran directamente en la estación inferior del funicular, junto al Mercado Central, o también puedes comprarlos online si prefieres ir con todo listo. Funciona desde temprano por la mañana hasta bien entrada la noche, pero siempre es buena idea revisar los horarios exactos en la web oficial, ya que pueden variar un poco según la temporada. El trayecto es cortísimo, apenas un minuto y pico, pero te ahorra una subida empinada considerable. Es súper accesible, con espacio de sobra para sillas de ruedas y carritos de bebé, así que no te preocupes por eso. Una vez arriba, estás justo en la entrada del castillo, listo para explorar sin haber sudado ni una gota.

Olya from the backstreets

¡Hola, exploradores! Si hay un lugar en Liubliana que te roba el aliento sin siquiera darte cuenta, ese es el Castillo. Pero la magia empieza antes de llegar a sus muros. Imagina que te acercas a la base de la colina, donde el funicular te espera. Sientes la suave brisa de la ciudad que te despide. Entras, y el suave zumbido de la máquina te envuelve. Escuchas el clic de las puertas cerrarse, y de repente, empiezas a ascender.

Puedes sentir cómo la gravedad se afloja un poco, cómo el suelo se aleja bajo tus pies. A medida que subes, el aire se vuelve más fresco, y el murmullo de la ciudad se transforma en un suave susurro lejano. Siente cómo Liubliana se despliega bajo ti, como un mapa viviente que se extiende en todas direcciones. Los tejados naranjas se vuelven pequeños, el río Ljubljanica serpentea como una cinta plateada, y la Plaza Prešeren, un puntito vibrante, se hace diminuta. Es una sensación de apertura, de perspectiva, como si te elevaras por encima de todo el ajetreo, viendo la ciudad respirar desde lo alto.

Una vez que el funicular se detiene y las puertas se abren con un suave siseo, te encontrarás en una plataforma que es un mirador natural. Este es el primer lugar perfecto para capturar la vista: justo al salir, la ciudad se abre ante ti sin obstáculos. A tu alrededor, sentirás la solidez de los muros del castillo, la piedra antigua que ha visto siglos de historia. Puedes tocarla, sentir su frescura bajo tus dedos. Para la mejor luz y ambiente, te sugiero ir al atardecer. La luz dorada baña los tejados de Liubliana, y la ciudad se enciende poco a poco, creando un espectáculo mágico. La atmósfera es más tranquila, más íntima, perfecta para dejar que la vista te inunde. Si prefieres un ambiente más animado y una luz más nítida para los detalles, ve a media mañana.

Un consejo práctico: el billete del funicular se compra en la base, es rápido y fácil. Puedes combinarlo con la entrada al castillo para ahorrar tiempo. El funicular funciona hasta tarde, así que tienes flexibilidad para disfrutar del atardecer sin prisas. Y si tienes ganas de estirar las piernas, la bajada a pie por los senderos del castillo es una delicia, con vistas diferentes a cada paso. Es una experiencia completamente distinta que te permite conectar con el entorno de otra manera.

Max in Motion

¡Hola! Acabo de volver de Liubliana y tengo que contarte algo que me dejó pensando: el funicular del Castillo de Liubliana.

¿Recuerdas esa sensación de expectativa, de empezar una pequeña aventura? Pues prepárate. Cuando te acercas al funicular, el aire cambia, se vuelve más fresco, casi crujiente. Escuchas un suave zumbido, una vibración que te recorre los pies incluso antes de subir. Es el funicular cobrando vida. Sientes un empuje gentil, como si una mano invisible te elevara. Los sonidos de la ciudad, el bullicio de las calles, empiezan a desvanecerse bajo tus pies, transformándose en un eco lejano. El suelo se inclina suavemente, y por un instante, sientes que flotas. El aire que te llega a través de las rendijas, aunque no lo veas, te trae un olor a piedra antigua, a tierra húmeda, a la promesa de algo elevado. Es un ascenso corto, pero cada segundo es una inmersión en la historia que te espera arriba.

Cuando las puertas se abren, el cambio es instantáneo. Un aliento de aire distinto te envuelve, más puro, más abierto. Sientes la brisa en tu piel, fresca y libre. Das un paso y el suelo bajo tus pies cambia: de la superficie lisa del funicular a la textura rugosa de la piedra del castillo, gastada por el tiempo. Cada pisada te conecta con siglos de historia. Escuchas el viento susurrando relatos antiguos entre las almenas, el eco de pasos de otros visitantes que, como tú, exploran este lugar. Aunque no veas la panorámica, *sientes* la amplitud del espacio. Imagina la ciudad extendiéndose como un mapa táctil bajo ti: el río serpenteando, los puentes, las casas apiñadas. La temperatura, la humedad, el sonido de las campanas de la ciudad o el silencio roto solo por el viento... todo te habla de la altura y la perspectiva desde esta fortaleza.

Ahora, lo práctico, porque sé que te gusta ir al grano. El funicular está justo al lado del Mercado Central, en Krek Square, así que es fácil de encontrar. Los billetes se compran allí mismo, en la taquilla o en una máquina automática. Hay opciones de solo ida, ida y vuelta, y billetes combinados que incluyen la entrada al castillo. Mi consejo: si vas a entrar al castillo, el billete combinado es tu mejor opción para ahorrar y simplificar. El precio es súper razonable, solo unos pocos euros por la experiencia. En cuanto a los horarios, suelen funcionar de 9 de la mañana a 9 o 10 de la noche, dependiendo de la temporada, pero siempre es bueno chequearlo en la web oficial antes de ir. Para alguien que no ve, es bastante accesible: el suelo es liso, los vagones son espaciosos y el trayecto es corto y sin sobresaltos. Hay personal que te puede ayudar si lo necesitas, y no hay escalones grandes para subir al vagón.

¿Que si es la única forma de subir? Para nada. Puedes subir andando por varios caminos que son preciosos y te dan otra perspectiva de la colina. Pero si vas con poco tiempo, si quieres la experiencia completa o si simplemente no te apetece subir una cuesta, el funicular es una joya. A mí me sorprendió lo eficiente que es; sube y baja sin parar, así que la espera es mínima. Lo que no me encantó es que el trayecto es *muy* corto, a veces sientes que apenas has empezado a disfrutarlo y ya estás arriba. Pero bueno, te deja justo en la entrada del castillo. Si vas en temporada alta, puede que haya un poco de aglomeración, pero el sistema de embarque es rápido. Y un tip extra: si subes en funicular, considera bajar andando por uno de los senderos. Así tienes dos experiencias diferentes en un mismo viaje.

Un abrazo,

Olya de las callejuelas.

¡Hola, explorador! ¿Listo para sentir la magia de Liubliana bajo tus pies... o tus ruedas?

Imagina que estás justo al pie de la colina del castillo, el aire fresco de los Alpes acariciando tu rostro. Puedes casi saborear la historia que emana de esas paredes antiguas. Escuchas el suave zumbido del funicular elevándose, una promesa de vistas panorámicas y secretos por descubrir. Sientes la ligera vibración del suelo bajo tus pies, o quizás bajo la palma de tu mano si te apoyas en una barandilla, mientras la gente a tu alrededor murmura con emoción. La anticipación de subir es palpable, y quieres que tu experiencia sea tan libre y emocionante como la de cualquiera.

Cuando la pregunta es dónde alquilar una silla de ruedas o scooter justo aquí, al lado del funicular, la respuesta honesta es que no encontrarás un quiosco de alquiler dedicado en la base de la colina. No es como alquilar una bicicleta para un paseo rápido. Este tipo de equipo de movilidad requiere un poco más de planificación, pero no te preocupes, ¡es totalmente factible y vale la pena el esfuerzo!

Tu primer y mejor punto de contacto siempre será tu alojamiento. La mayoría de los hoteles en Liubliana tienen al menos una silla de ruedas de cortesía para sus huéspedes o, lo que es más común y útil, tienen acuerdos con proveedores locales y pueden organizar el alquiler por ti. Simplemente pregunta en recepción; ellos suelen ser los más informados y pueden incluso ayudarte con la entrega y recogida, haciéndolo increíblemente fácil para ti.

Si tu hotel no puede ayudarte o prefieres gestionarlo directamente, tu siguiente parada son las tiendas de suministros médicos de la ciudad. Hay varias en Liubliana que ofrecen alquiler de sillas de ruedas y, a veces, scooters de movilidad. Piensa en buscar en Google "alquiler de silla de ruedas Liubliana" o "izposoja invalidskih vozičkov Ljubljana" (que es "alquiler de silla de ruedas" en esloveno). Lo ideal es contactarlos con antelación, incluso antes de tu viaje, para confirmar disponibilidad y precios. Los costos varían mucho según el tipo de equipo y el tiempo de alquiler, pero siempre te darán un presupuesto claro.

Recuerda que, una vez que tengas tu equipo, el Castillo de Liubliana es bastante accesible. El funicular está adaptado para sillas de ruedas, y gran parte del castillo, incluidas muchas exposiciones y el ascensor hasta la torre, está diseñado para ser disfrutado por todos. No dudes en pedir ayuda al personal del castillo o a la oficina de turismo si necesitas indicaciones o asistencia adicional. ¡El objetivo es que disfrutes cada rincón sin barreras!

Con cariño desde la carretera,

Olya from the backstreets

Entonces, ¿quieres saber qué se siente al subir al funicular del Castillo de Liubliana? Imagina que caminas por el corazón de la ciudad, el bullicio de la gente se va apagando poco a poco a medida que te acercas a la base de la colina. El aire se siente ligeramente más fresco, y puedes percibir un suave zumbido, casi imperceptible al principio, que te guía. No es el ruido del tráfico, sino algo más contenido, como el pulso de una máquina en reposo.

Llegas a la entrada, una estructura moderna que se integra con la roca. Escuchas el suave murmullo de la gente que espera y, a veces, la risa de los niños. Sientes la brisa que baja de la colina, trayendo un leve aroma a tierra húmeda y a la vegetación que cubre la ladera. Cuando es tu turno, la sensación de un billete de cartón liso en tu mano te confirma que estás a punto de iniciar el ascenso.

La puerta del vagón se desliza con un siseo suave, invitándote a un espacio compacto y limpio. Puedes sentir el frío y la suavidad del metal de los pasamanos si los tocas, y el suelo se siente firme y estable bajo tus pies. Hay un ligero olor a ozono, el que a veces acompaña a la electricidad, mezclado con el aire fresco. El espacio es justo para un grupo pequeño, y sientes la cercanía de los demás pasajeros.

El primer tirón es apenas perceptible, un suave empujón hacia arriba que te hace sentir cómo el suelo se inclina bajo ti. Por un instante, tu estómago te da un cosquilleo de emoción, como en una montaña rusa, pero mucho más suave. El sonido de la ciudad se vuelve distante, como si te estuvieras elevando por encima de todo el ajetreo. Puedes notar la vibración constante, rítmica, de los cables bajo la cabina, una especie de latido metálico que te acompaña en tu ascenso. La presión en tus oídos puede cambiar ligeramente, una señal de que estás ganando altura.

De repente, un suave tirón final, y el movimiento se detiene. La puerta se abre de nuevo con el mismo siseo, y el aire que entra es diferente: más fresco, con un toque inconfundible a árboles y a la piedra antigua del castillo. Sales a una explanada amplia, donde el espacio se abre y el viento parece tener más libertad para acariciarte la cara. El suelo bajo tus pies cambia, de la superficie lisa del funicular a adoquines o grava.

Ahora, para lo práctico: el funicular está en la calle Krekov trg, muy fácil de encontrar, justo al pie de la colina del castillo. Puedes comprar los billetes directamente allí, en la base; suelen ser unos pocos euros por un billete de ida y vuelta, y el viaje es cortísimo, apenas un minuto. Es totalmente accesible para sillas de ruedas, lo cual es genial. Intenta ir por la mañana temprano o al final de la tarde para evitar las multitudes y sentir la tranquilidad del lugar. Una vez arriba, tienes el castillo, claro, pero también senderos y vistas impresionantes que te invitan a explorar el terreno elevado.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya from the backstreets

¡Hola, viajeros curiosos! Hoy nos vamos a Eslovenia, al corazón verde de Europa, para subir a uno de esos lugares que te hacen sentir la historia en la piel: el Castillo de Liubliana. Y para llegar hasta allí, hay una experiencia que no te puedes perder, una que te conecta con la ciudad de una forma muy particular: el funicular. Imagina que te acercas a la base de la colina, donde la estación te espera. El aire es fresco, a veces con un toque de humedad de la cercana Ljubljanica. Al entrar, el sonido del bullicio de la ciudad se amortigua. Aquí dentro, hay un ambiente diferente. Escuchas un zumbido profundo y constante, un pulso mecánico que viene de las entrañas de la estación, la maquinaria que mueve el funicular. Y si agudizas el olfato, percibirás ese aroma tan peculiar: una mezcla sutil de metal, aceite y piedra antigua, una fragancia que te dice que este lugar ha estado en funcionamiento por mucho tiempo, fiel a su propósito. Es el olor de la eficiencia y la historia.

Para subir, es sencillo. La taquilla está justo allí, en la estación inferior del funicular. Puedes comprar un billete de ida y vuelta o solo de ida, por si prefieres bajar andando, lo cual te recomiendo si tienes tiempo y ganas de explorar los senderos. Los billetes suelen rondar los 4-6 euros, y a menudo hay combinaciones con la entrada al castillo si quieres ahorrar un poco. Funciona desde temprano por la mañana hasta bien entrada la noche, así que no hay prisa. Es accesible para todos, el acceso es plano y el vagón es espacioso, sin escalones que dificulten el paso.

Una vez dentro del vagón, sientes una ligera inclinación. El silencio se vuelve más denso por un momento, y luego, con un suave *clack* y un empujón casi imperceptible, el funicular comienza su ascenso. Escuchas el suave traqueteo de las ruedas sobre los raíles y el zumbido constante de los cables que te elevan. Sientes cómo la presión en tus oídos cambia un poco. El aire dentro del vagón es fresco y, a medida que subes, la ciudad se va abriendo bajo ti, como un mapa que se despliega. Percibes la sensación de elevación, de dejar atrás el ajetreo para adentrarte en la tranquilidad de la colina.

Al llegar arriba, te encuentras directamente con la entrada al complejo del castillo. Tómate tu tiempo para explorar. Hay diferentes patios, torres y muros que puedes recorrer, y cada rincón tiene su propia historia. No te apresures a bajar. Si puedes, quédate hasta el atardecer; las vistas de la ciudad iluminándose son espectaculares y la atmósfera cambia por completo, volviéndose más íntima y mágica.

Olya from the backstreets

¡Hola, aventurero! Si estás planeando tu visita al Castillo de Liubliana, uno de los momentos más especiales es, sin duda, el viaje en el funicular. Imagina que estás al pie de la colina, el aire fresco de la ciudad te envuelve y sientes una ligera vibración bajo tus pies. Escuchas el suave zumbido del motor que cobra vida y, de repente, una suave presión te empuja hacia arriba. Mientras asciendes, la ciudad se despliega bajo ti, no solo ante tus ojos, sino en tu mente: sientes el cambio de la brisa, el murmullo de la gente se desvanece y la perspectiva de las tejas rojas y el río serpenteante se abre, envolviéndote en una sensación de calma y expectación. Es un momento para respirar hondo y dejarte llevar, saboreando cada metro de ascenso.

Al llegar a la estación superior, la emoción de la cima te espera. Pero al bajar del funicular, presta atención a tus pies. El suelo de la plataforma de desembarque y los primeros pasos hacia el castillo pueden estar ligeramente pulidos por el paso de miles de visitantes, y si ha llovido, se vuelven resbaladizos. Y a medida que te adentras en los caminos que serpentean hasta las entradas del castillo o hacia sus miradores, sentirás bajo tus suelas que el empedrado es irregular. Algunas piedras sobresalen más que otras, otras están hundidas o tienen pequeñas ranuras. Mi consejo de amiga: un buen calzado con suela antideslizante es tu mejor compañero aquí. Camina sin prisas, sintiendo el terreno bajo tus pies, y no te avergüences de tomarte tu tiempo para mirar dónde pisas.

Una vez que te has aclimatado al terreno y estás explorando los alrededores del castillo o la zona baja cerca de la estación del funicular, la atmósfera es generalmente muy relajada y segura. Sin embargo, como en cualquier punto turístico concurrido, es bueno mantener una conciencia tranquila. Si alguien se te acerca de forma inesperada con una oferta demasiado buena para ser verdad, o si notas a alguien intentando distraerte, simplemente mantén tu distancia y tus pertenencias bien vigiladas. Tu mochila o bolso siempre cerca de ti, preferiblemente delante. No hay necesidad de alarmarse, pero una pequeña dosis de sentido común es tu mejor escudo para disfrutar sin preocupaciones de la magia de Liubliana.

Disfruta cada vista, cada sonido y cada sensación que esta hermosa ciudad te ofrece.

Ana Viajera

¿Eres amante de las aves y te preguntas si el Funicular del Castillo de Liubliana es para ti? Pues mira, el funicular en sí no es el lugar para avistar aves, pero es tu puerta de entrada a un pequeño paraíso. Imagina que subes: sientes el suave vaivén de la cabina, el leve zumbido mecánico que te eleva. El aire cambia, se vuelve más fresco, y poco a poco, el bullicio de la ciudad se difumina bajo tus pies. No verás pájaros durante el corto trayecto, pero al llegar a la cima, la experiencia sensorial se transforma. Puedes percibir el olor a tierra húmeda y a hojas, y si prestas atención, el viento te trae los primeros cantos desde la arboleda cercana.

Una vez arriba, si lo que buscas son pájaros, olvídate del patio principal del castillo y las zonas más concurridas. Tu mejor estrategia es dirigirte a los senderos que rodean el castillo, especialmente los que descienden ligeramente por la ladera boscosa. Escucha con atención: es muy probable que oigas el gorjeo juguetón de los carboneros (Parus major) o el trino más agudo de los herrerillos comunes (Cyanistes caeruleus) mientras se mueven entre las ramas. Si eres paciente y te quedas quieto en algún punto menos transitado, cerca de los árboles, podrías incluso ver el plumaje brillante de un mirlo (Turdus merula) o el vuelo rápido y ondulante de un jilguero (Carduelis carduelis). A veces, si miras hacia el cielo despejado, un cernícalo (Falco tinnunculus) puede estar planeando en círculos, buscando su próxima comida.

Para maximizar tus posibilidades de avistamiento y, sobre todo, de escucha, el momento ideal es a primera hora de la mañana, justo al amanecer. Es cuando el "coro" de las aves está en su apogeo y hay mucha menos gente. El funicular abre temprano, así que puedes ser de los primeros en subir. Otra buena opción es la última hora de la tarde, antes del anochecer, cuando muchas aves vuelven a sus nidos y están más activas. Ten en cuenta que el funicular es solo el medio para llegar; la magia para los amantes de las aves sucede en los alrededores naturales del castillo, no durante el ascenso.

Olya from the backstreets