Si tuvieras un amigo que va a Liubliana, ¿cómo le guiarías por la Plaza Preseren? Pues mira, así lo haría yo. Imagina que llegas a la plaza desde una de las calles laterales, quizás desde Mestni trg. Lo primero que te golpea es el espacio. De repente, la calle estrecha se abre y sientes la amplitud, el aire fresco en la cara. Escuchas el murmullo de voces, pasos sobre los adoquines lisos, quizás el eco lejano de una campana. No hay coches aquí, solo el pulso de la gente. Sientes el ligero desnivel del suelo bajo tus pies, una suave pendiente que te invita a adentrarte. Es el corazón de la ciudad, y lo notas en cada poro.
Una vez en el centro de ese espacio abierto, te guiaría justo al lado del monumento a France Prešeren. Imagina que te detienes un momento. Sientes la base fría de la estatua, lisa por el roce de miles de manos. Si te acercas, casi puedes sentir la mirada del poeta, con su mano apoyada en el pecho, su rostro mirando hacia la ventana de su musa, Julija, en el edificio de enfrente. Es un gesto de amor eterno, congelado en bronce. Escucha el silencio que a veces se forma a su alrededor, una pausa en el bullicio, como si la gente respetara su presencia.
Desde ahí, gira tu cuerpo para sentir la imponente presencia de la Iglesia Franciscana de la Anunciación. Su color rojo terracota es tan vibrante que casi puedes sentir su calor, como una manta gruesa que cubre un lado de la plaza. Sus grandes puertas de madera maciza, que puedes tocar, te dan una idea de su antigüedad, de las historias que han presenciado. Si el viento es suave, puedes percibir un tenue olor a piedra vieja, a historia. A veces, si estás de suerte y las puertas están abiertas, un leve eco de incienso o el sonido de un órgano se escapa, envolviéndote.
Ahora, acércate al Triple Puente, pero no lo cruces del todo aún. Siente cómo el suelo cambia bajo tus pies, quizás una ligera vibración del paso constante de la gente. Estás justo donde la ciudad se encuentra con el río. Puedes escuchar el suave murmullo del Ljubljanica bajo tus pies, un sonido constante y relajante. El aire aquí es un poco más fresco, con el olor limpio del agua. Toca las barandillas de piedra, lisas y frescas.
Para una visita práctica, te diría: dedica un momento a levantar la mirada. Verás el edificio Hauptmann House con sus azulejos de colores justo en la esquina, como un mosaico gigante, y la fachada Art Nouveau de la Urbanc House, ahora una tienda, con su figura de Mercurio. No te compliques buscando souvenirs en la plaza; guarda ese tiempo para los puestos del mercado al otro lado del puente, o las tiendas en las calles adyacentes. El mejor momento para sentir la plaza es por la mañana temprano, cuando la luz es suave y la gente empieza a despertar, o al atardecer, cuando el rojo de la iglesia se intensifica y las luces de los puentes empiezan a brillar.
Y para el final, el mejor momento: cruza lentamente el Puente Triple. Siente cada paso sobre la superficie. Cuando estés en el medio, detente y gira. Mira hacia atrás, hacia la Plaza Preseren. Desde aquí, la iglesia roja, el monumento y los edificios de colores se unen en una postal perfecta. Siente la brisa del río en tu cara mientras absorbes la escena. Es un momento para respirar hondo, para sentir que has entendido el corazón de Liubliana. Después de eso, puedes seguir tu camino hacia el mercado o la orilla del río, con la sensación de haberte despedido del alma de la ciudad.
Léa desde el camino