Museum of Illusions Tours and Tickets

¡Hola, trotamundos! Hoy te llevo a un lugar donde tus sentidos jugarán a las escondidas: el Museo de las Ilusiones en Liubliana. Imagina que entras y, de repente, el aire cambia. Ya no es el bullicio de la calle, sino un murmullo de asombro y risas, un coro de exclamaciones ahogadas y suspiros de incredulidad. El suelo bajo tus pies es liso, pulcro, como el de una galería moderna, invitándote a avanzar sin tropiezos. Sientes una curiosidad palpable en el ambiente, una energía que te empuja suavemente hacia lo desconocido. Es el tipo de lugar donde el "no es posible" se convierte en "quizás sí" en cuestión de segundos.

Mientras te adentras, el museo te guía de forma intuitiva. Los caminos son amplios y despejados, siempre lisos, sin adoquines ni cambios bruscos de nivel que te puedan sorprender. No hay recovecos oscuros ni pasillos estrechos; la distribución es abierta y fluida, diseñada para que te muevas con libertad de una ilusión a otra. Es como un laberinto amigable, donde cada giro te revela una nueva sorpresa, pero nunca te sientes perdido. Las exhibiciones están dispuestas en una secuencia lógica, invitándote a seguir un flujo natural que te lleva de una maravilla a la siguiente sin esfuerzo, casi como si el propio espacio te impulsara a explorar.

Luego llegas a la sala de Ames, y de repente, el suelo que antes era firme, ahora se siente extrañamente inclinado, aunque sabes que no lo está. Sientes una leve punzada de desequilibrio, una sensación divertida y desorientadora que te obliga a prestar atención a cada paso. Escuchas las risas nerviosas de otros visitantes mientras intentan mantener el equilibrio o se asombran de cómo la perspectiva engaña a sus ojos. En el túnel del Vórtice, aunque el suelo bajo tus pies sigue siendo completamente estable y plano, la sensación de que el mundo gira a tu alrededor es tan intensa que podrías jurar que estás dando una voltereta. Es una experiencia completamente corporal, donde tu cerebro y tu cuerpo se debaten entre lo que saben y lo que *sienten*.

Para que tu visita sea lo más fluida posible, te recomiendo ir a primera hora de la mañana o justo antes de cerrar; así evitarás las multitudes y podrás disfrutar de cada ilusión con más calma. No te llevará más de una hora o una hora y media recorrerlo todo, así que es perfecto para combinarlo con un paseo por el centro de Liubliana. Aunque el recorrido es sencillo, presta atención a las explicaciones que acompañan a cada ilusión; te ayudarán a entender el truco y a apreciar aún más la genialidad detrás de ellas. Y sí, es un lugar donde querrás interactuar con todo, así que prepárate para tocar, probar y, sobre todo, reír.

¡Hasta la próxima aventura!

Léa from the road

Imagina que entras al Museo de las Ilusiones en Liubliana una fresca mañana de martes en octubre. El aire de fuera quizás traiga un ligero olor a hojas húmedas, pero dentro, lo que sientes es un zumbido suave y constante. Escuchas tus propios pasos resonar dulcemente en los suelos pulidos, no el bullicio de la multitud de fin de semana. Hay un silencio delicado, casi mágico, que permite que las ilusiones jueguen de verdad con tu mente. Sientes la amplitud a tu alrededor, sin necesidad de apurar, sin codos chocando mientras intentas descifrar un truco de perspectiva. Es como tener todo el país de las maravillas para ti solo. La luz que se filtra por las pocas ventanas podría ser más suave, difusa por una pizca de neblina matutina, haciendo que los colores de las exhibiciones se sientan más profundos, más misteriosos. Es en ese momento cuando el museo realmente se siente como un mundo secreto, que se desvela solo para ti.

Caminas por la Sala Antigravedad, y en lugar de una fila, simplemente puedes entrar y sentir esa deliciosa desorientación. Cuando hay mucha gente, esa sensación se diluye, se acelera. Piensa en una tarde lluviosa de verano: el museo se convierte en un refugio, sí, pero se llena muy rápido. Entonces, el aire dentro se vuelve más cálido, más denso por los cuerpos, y los sonidos se transforman en un murmullo de charlas emocionadas, a veces incluso una cacofonía. Ahí es cuando la magia cambia de asombro personal a diversión compartida, lo cual también es divertido, pero diferente. El mejor momento para sentir de verdad cómo las ilusiones hacen su magia, para permitir que tu cerebro luche de verdad con lo que está viendo y no solo tomar una foto rápida, es cuando la multitud es escasa. Es cuando puedes quedarte quieto, respirar y dejar que la habitación gire a tu alrededor sin sentir la presión de avanzar.

Para conseguir esa experiencia sin prisas, casi privada, apunta a las mañanas de los días laborables, justo después de la apertura, especialmente fuera del pico del verano o las vacaciones escolares. Si puedes, finales de otoño (octubre/noviembre) o principios de primavera (marzo/abril) son ideales. Compra tus entradas online con antelación para saltarte cualquier posible cola en la entrada. El museo no es enorme, así que calcula entre 1.5 y 2 horas para interactuar de verdad con todo sin apuros. Y no te limites a mirar, participa. Muchas exhibiciones son interactivas y se disfrutan mejor de forma práctica. Y sí, querrás hacer fotos, pero intenta dejar el teléfono un rato y simplemente sentir la desorientación.

Olya from the backstreets

¡Hola, viajeros del alma! Hoy quiero llevarte a un lugar en Liubliana que juega con la mente, un espacio donde lo que crees saber se pone de cabeza: el Museo de las Ilusiones. Cierra los ojos por un momento. Imagina que entras en una sala donde el suelo parece inclinarse, aunque sabes que es plano. Sientes una ligera inestabilidad, como si estuvieras en la cubierta de un barco meciéndose suavemente, pero tus pies te dicen que estás firme. Escuchas las risas de la gente a tu alrededor, un murmullo de asombro y diversión, mientras intentan descifrar lo que sus otros sentidos les están diciendo. Puedes incluso extender una mano y sentir la textura lisa de una pared, buscando una pista, solo para darte cuenta de que es tu percepción, no la superficie, la que se ha torcido. Aquí, el tacto se vuelve tu guía más fiel, porque la vista… bueno, la vista es la primera en engañarte.

Para llegar, no te compliques: está en pleno centro, muy fácil. Piensa en el corazón de la ciudad, donde siempre hay un poco de bullicio, y el museo está ahí, justo a la vuelta de la esquina. Una vez dentro, el espacio es intuitivo, con pasillos claros y exhibiciones bien señalizadas. No hay escaleras complicadas, lo que te permite moverte con libertad. La mejor parte es que muchos de los objetos están diseñados para ser tocados, para que puedas sentir las formas, las texturas, y experimentar la ilusión no solo con los ojos, sino con las yemas de tus dedos. Es un lugar para el juego, para la sorpresa, donde cada rincón te invita a interactuar y a cuestionar lo que crees que es real.

¿Sabes por qué este museo es tan especial para los eslovenos? Una vez, hablando con Abuela Ana, una señora mayor con ojos chispeantes, me dijo: "Mis nietos vienen aquí y se ríen a carcajadas con los trucos, pero yo... yo vengo porque me recuerda que no todo es lo que parece. La vida es así, ¿sabes? A veces piensas que algo es de una manera, y si te atreves a mirar desde otro ángulo, o a sentir con el corazón, descubres algo completamente diferente. Es un buen recordatorio para todos, jóvenes y viejos, de que hay que tener la mente abierta." Y es justo eso: un recordatorio juguetón de que la realidad es flexible, que tu perspectiva puede cambiarlo todo.

Si vas, te doy un consejo: ve con tiempo y sin prisas. No se trata de verlo todo rápido, sino de *sentir* cada ilusión. No necesitas llevar nada especial, solo ganas de experimentar y, quizás, un amigo que te describa lo que él ve mientras tú sientes. No te preocupes por las fotos que otros hacen; concéntrate en cómo te sientes tú en cada espacio. Es un lugar donde la curiosidad es tu mejor herramienta. Y sí, si te lo permiten, ¡toca! Toca las paredes inclinadas, las superficies que parecen moverse, los objetos que te confunden. Es la mejor manera de desentrañar el misterio.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya from the backstreets

¡Prepárate para que tu mente haga un giro de 180 grados en Liubliana! El Museo de las Ilusiones no es solo un lugar para ver, es un espacio para sentir cada truco, para que tu cuerpo entienda lo que tus ojos no.

Imagina que entras en una sala donde el suelo parece moverse bajo tus pies, aunque sabes que está completamente fijo. Es el famoso Túnel del Vórtice. Aquí, la foto natural es de ti, o de tus amigos, agarrándose a los lados, con una expresión de asombro y quizás un poco de desorientación. Sientes cómo tus músculos se tensan mientras intentas caminar "recto" a través de un pasillo que te engaña con sus luces giratorias. Alrededor, solo ves el patrón hipnótico que te envuelve, una espiral luminosa que te hace sentir como si estuvieras flotando en el espacio. No hay una "mejor luz" natural aquí, porque es una instalación interior, pero la magia está en la iluminación controlada que crea la ilusión.

Luego, te encuentras en una habitación donde las proporciones son una locura. Es la Sala de Ames. Entras con un amigo, y de repente, uno de ustedes parece un gigante que casi toca el techo, mientras que el otro se encoge hasta parecer un niño pequeño. Sientes cómo tu cerebro lucha por procesar esta distorsión visual, cómo tus ojos te mienten sobre el tamaño y la distancia real. Para la foto perfecta, colócate en una esquina y tu amigo en la opuesta, mientras la cámara captura el punto dulce de la ilusión desde un ángulo específico. Alrededor, solo están las paredes inclinadas y el suelo que te engaña. El mejor momento para esto es cuando hay menos gente, idealmente a primera hora de la mañana (justo al abrir) o a última de la tarde (una hora antes de cerrar), para que nadie se meta en tu encuadre y puedas jugar con la perspectiva sin prisas.

Y para una última sorpresa, busca la Sala Inclinada. Aquí, tu cuerpo se inclina de forma natural, pero los objetos a tu alrededor parecen desafiar la gravedad. Sientes cómo tu equilibrio se ajusta, cómo tus músculos trabajan para mantenerte "recto" en un suelo que no lo es. Es el lugar ideal para fotos donde pareces flotar o donde el agua corre cuesta arriba. Para capturar la mejor ilusión, asegúrate de que el encuadre de tu cámara no muestre el exterior de la habitación, solo el interior inclinado. La luz dentro del museo es bastante uniforme en todas las salas, así que no te preocupes por el sol. La clave es la paciencia y un buen compañero para hacer varias tomas hasta que la ilusión sea perfecta.

Léa del camino

Acabo de volver del Museo de las Ilusiones en Liubliana y, mira, al principio es un choque. Imagínate entrar a un lugar donde tus ojos y tu cerebro no se ponen de acuerdo. Sientes el suelo firme bajo tus pies, pero de repente, ¡zas!, la perspectiva se tuerce. Es como si el aire mismo se densificara con la sorpresa, y escuchas risas mezcladas con exclamaciones de asombro a tu alrededor. No sabes bien dónde pisar, dónde mirar, y esa pequeña desorientación inicial es justo lo que lo hace tan divertido.

Lo que más me voló la cabeza fue el famoso Túnel del Vórtice. Cierras los ojos un segundo, respiras hondo, y cuando los abres, sientes cómo el pasillo que pisas, que sabes que es plano y estable, empieza a girar a tu alrededor. Es una sensación de mareo controlada, casi divertida, que te hace tambalear aunque no te estés moviendo. Quieres agarrarte a algo, pero no hay nada, solo tus propias manos buscando un apoyo que no necesitas. Y la Sala de Ames, donde ves a la gente encogerse y crecer ante tus ojos, te hace reír a carcajadas. Parece magia, pero sabes que es pura ciencia juguetona.

Ahora, siendo sincera, algunos trucos requieren un poco de paciencia para entenderlos o para que 'funcionen' bien. Y sí, si vas en hora punta, puede que te encuentres con bastante gente. Eso le quita un poco la magia a la experiencia, porque tienes que esperar para cada foto o para probar cada ilusión. No es enorme, así que la sensación de 'estar en tu burbuja' se pierde un poco cuando hay mucha gente. A veces las explicaciones son un poco escuetas, y si no estás con alguien que te ayude, te quedas pensando '¿y esto cómo funciona?'.

Lo que me sorprendió de verdad fue lo mucho que te hace pensar en cómo funciona tu propia mente. No es solo 'oh, qué chulo', sino 'guau, así es como mi cerebro interpreta la realidad'. Te das cuenta de que lo que ves no es siempre lo que es. Y la interacción es clave: no eres un mero espectador. Tienes que moverte, tocar, inclinar la cabeza, reírte de ti mismo cuando te das cuenta de que has caído en el truco. Es un museo que se vive con el cuerpo, no solo con los ojos, y te deja con una sensación de asombro infantil.

Para que lo aproveches al máximo: está súper céntrico, fácil de llegar a pie desde la Plaza Prešeren. Compra las entradas online si puedes para ahorrarte la cola, sobre todo en temporada alta. Con una hora y media, dos como máximo, lo tienes visto tranquilamente. Si vas con niños, les va a encantar, es muy interactivo y divertido para todas las edades. ¡Y lleva el móvil cargado! Vas a querer hacer un montón de fotos y vídeos, porque las ilusiones son súper fotogénicas. Intenta ir a primera hora de la mañana o a última de la tarde para evitar las aglomeraciones.

Olya de las callejuelas.

Imagínate pisando las calles empedradas de Liubliana. Sientes esa brisa suave que sube del río Ljubljanica, acariciándote la piel mientras el aroma a café recién hecho y a pasteles dulces flota desde las terrazas cercanas. Escuchas el murmullo constante del agua, el tintineo de las cucharas en las tazas y, de vez en cuando, el eco de una campana de iglesia que se pierde en la distancia. Aquí, cada paso es una invitación a la calma, a la sorpresa. Y justo cuando tu mente se relaja en esta atmósfera de cuento, te topas con un edificio que te promete poner todo patas arriba: el Museo de las Ilusiones.

Oye, si necesitas una silla de ruedas o un scooter cerca del Museo de las Ilusiones (está en Kongresni trg 13), no te preocupes. Lo más fácil es ir a la Oficina de Información Turística (TIC), la principal está cerca de la Plaza Prešeren. Ellos te pueden decir dónde alquilar. También muchas farmacias grandes ('Lekarna' en esloveno) suelen tener. Lo ideal es llamarles antes para ver si tienen y cuánto cuesta (normalmente por día o semana). No hay un sitio de alquiler *justo* al lado del museo, pero con una llamada o una visita al TIC, lo resuelves rápido. También puedes enviar un email al propio museo antes de ir, suelen ser muy accesibles.

Olya desde las callejuelas

¿Me preguntabas qué se hace en el Museo de las Ilusiones de Liubliana? ¡Prepárate! Desde el momento en que pones un pie dentro, tu cerebro empieza a jugar contigo. Imagina que entras en una sala donde el suelo se siente perfectamente plano bajo tus pies, pero de alguna manera, la persona que camina a tu lado de repente parece encogerse, o estirarse, como si la distancia entre vosotros se estuviera doblando. No es que te encoges tú, es la perspectiva, la sensación de que el espacio mismo se está contrayendo o expandiendo a tu alrededor lo que te hace dudar. Sientes un ligero mareo, una extraña disonancia entre lo que tus ojos *querrían* ver y lo que tu cuerpo *siente* que está pasando. Es una risa nerviosa que te sale porque sabes que te están engañando, pero no puedes evitarlo.

Luego, te encuentras con el Túnel del Vórtice. Es como si el suelo se moviera bajo tus pies, aunque sabes que está quieto. Escuchas el murmullo de la gente a tu alrededor, algunos con exclamaciones de sorpresa, otros riendo. Caminas sobre una superficie estable, pero la habitación a tu alrededor gira y gira, haciéndote sentir que pierdes el equilibrio. Tus músculos se tensan mientras intentas mantenerte firme, tus manos buscan un apoyo invisible. Es una sensación de desorientación total, un desafío directo a tu sentido del equilibrio, como si de repente hubieras pisado un barco en plena tormenta, pero sin el vaivén.

Después de eso, tu mente ya está abierta a lo imposible. Imagina que te adentras en una habitación que parece no tener fin, donde los reflejos te hacen sentir que el espacio se extiende infinitamente. Puedes estirar el brazo, y parece que hay metros de distancia, pero al tocar, chocas con una superficie fría y lisa. Es una sensación extraña de cercanía y lejanía al mismo tiempo. Aquí también hay mesas con pequeños rompecabezas táctiles, donde tus dedos exploran formas y texturas que desafían lo que crees saber sobre la geometría, sintiendo las piezas encajar de maneras inesperadas.

Y no te pierdas la sala antigravedad. Aquí, te sientes inclinado, como si estuvieras subiendo una cuesta empinada, pero tu cuerpo te dice que estás en una superficie plana. Es una lucha divertida entre lo que tus ojos ven (o lo que crees que ven) y lo que tus músculos sienten mientras intentas caminar "normalmente". Para las entradas, puedes comprarlas directamente allí, pero si vas en fin de semana o temporada alta, mejor resérvalas online para no esperar. Calcula una hora y media, dos como mucho, para verlo todo sin prisas.

Aunque no puedas ver las fotos, ¡participar en ellas es parte de la diversión! Imagina que te colocas en una esquina, y alguien más te dice que estires un brazo, o que te apoyes en una pared que no está ahí. La risa de los demás cuando ven la "foto final" (donde pareces gigante o diminuto) es contagiosa. El museo está en el centro de Liubliana, muy fácil de encontrar caminando desde la Plaza Prešeren. Es accesible, y el personal suele ser muy amable si necesitas alguna indicación extra.

Al final, hay una pequeña tienda. Puedes tocar pequeños rompecabezas de madera que te desafían a entender cómo encajan sin verlos, o imanes con ilusiones ópticas que, al tocarlos, son simplemente planos. Es un lugar para reír, para sentirte un poco tonto (de la mejor manera) y para darte cuenta de lo mucho que confiamos en nuestros sentidos y lo fácil que es engañarlos. ¡Totalmente recomendable si te apetece una tarde diferente y divertida!

Un abrazo desde el camino,

Olya from the backstreets

¡Hola, explorador!

Imagina que estás a punto de entrar a un mundo donde tus sentidos bailan una danza extraña. Estamos en el Museo de las Ilusiones en Liubliana. Cuando cruzas el umbral, lo primero que sientes es un cambio sutil en el aire, como si la presión fuera diferente. No hay una gran explosión de sonidos, sino un murmullo constante y bajo, casi un zumbido, que parece venir de las propias paredes. Es el *hum imperceptible del sistema de ventilación* mezclado con el *leve crujido de la madera pulida* bajo tus pies, un sonido que te acompaña por todo el museo y que, sin darte cuenta, te hace cuestionar si lo que oyes es real o parte de la siguiente ilusión. Y sí, hay un aroma particular: una mezcla limpia de madera tratada y un ligero toque de ozono, como el que se siente después de una pequeña descarga eléctrica. Es un detalle que no verás en ninguna guía, pero que te envuelve y te prepara para lo que viene.

Ahora, camina conmigo por el Túnel del Vórtice. No necesitas ver para sentir cómo el suelo bajo tus pies se tambalea, aunque sabes que es plano y estable. Tus oídos captan el eco de las risas y las exclamaciones de asombro de otros visitantes, y sientes el aire moverse a tu alrededor como si un remolino te estuviera arrastrando. Extiende una mano: el pasamanos es sólido y frío, un ancla en esta experiencia donde tu cerebro lucha por entender lo que tus otros sentidos le dicen. La sensación es de desorientación total, pero a la vez emocionante, como estar en un barco en medio de una tormenta perfecta.

Para que tu visita sea lo más fluida posible, te doy un consejo de amiga: el personal del museo es increíblemente amable y está acostumbrado a guiar a todo tipo de visitantes. No dudes en acercarte a ellos y pedirles que te describan las ilusiones o que te indiquen qué puedes tocar con seguridad. Muchas de las exhibiciones tienen texturas interesantes o elementos móviles que puedes explorar con las manos para entender mejor el truco. Además, el museo no es enorme, así que es fácil de recorrer y no te sentirás abrumado.

Este museo está justo en el centro de Liubliana, a un paso de la Plaza Prešeren y el famoso Puente Triple. Si vas por la mañana temprano, justo después de que abran, o a última hora de la tarde, evitarás las aglomeraciones y podrás disfrutar de cada ilusión con más calma, absorbiendo cada sensación. Y si después te apetece un tentempié, hay muchos cafés con terrazas cerca donde puedes sentarte y escuchar el ir y venir de la gente, sintiendo el pulso de la ciudad.

¡Hasta la próxima aventura!

Clara del Camino

¡Hola, trotamundos! Hoy te llevo a un lugar donde la realidad se dobla y tu mente hace piruetas: el Museo de las Ilusiones en Liubliana.

Imagina que tus ojos te engañan, que tus manos buscan algo que no está allí. Entras y, de repente, sientes que el suelo se inclina bajo tus pies, aunque sabes que es plano. Es esa divertida punzada de confusión en el estómago, mientras tu cerebro intenta darle sentido a lo imposible. Escuchas risas a tu alrededor, gente que se sorprende a cada paso, y tú te unes a ese coro de asombro. Sientes la necesidad de tocar, de extender la mano para confirmar que ese objeto flotante no es real, que esa persona en la pared es una ilusión. Es una danza entre lo que ves y lo que sabes, una experiencia que te hace sentir como un niño descubriendo la magia por primera vez, donde la lógica se desvanece y solo queda la pura maravilla de lo inexplicable.

Ahora, un pequeño consejo de amigo para que tu visita sea perfecta y segura. Ojo con el suelo aquí dentro, puede ser resbaladizo, sobre todo si ha llovido o si hay mucha gente. Anda con calma, especialmente en las zonas con espejos o efectos visuales que ya te desorientan. Un buen calzado con agarre te dará más tranquilidad. Y cuando salgas, recuerda que las calles de Liubliana, preciosas como son, tienen adoquines irregulares. Un buen calzado cómodo y mirar dónde pisas te ahorrarán un tropezón. Ah, y como en cualquier ciudad turística concurrida, mantén tus objetos de valor a buen recaudo. No es que Liubliana sea peligrosa, ¡al contrario, es muy segura!, pero los despistes pasan, y siempre hay alguien que se puede aprovechar. Disfruta, pero con un ojo abierto y el otro en la ilusión.

¡Nos vemos en la próxima aventura!

Leo en Ruta

¡Hola, exploradores! Hoy os llevo a un lugar donde vuestros sentidos os jugarán una broma, el Museo de las Ilusiones en Liubliana. Imagina que entras y, de repente, el suelo bajo tus pies parece inclinarse, aunque sabes que es plano. Sientes una ligera desorientación, pero también una curiosidad que te empuja a seguir. Oyes risas sorprendidas de otros visitantes, exclamaciones de "¡No puede ser!" y el suave crujido de la madera al moverte por una sala que te hace sentir gigante o diminuto. Es como si el espacio mismo se doblara a tu voluntad, o al menos a la ilusión que crea. No hay olores fuertes, solo el aire limpio del interior, y la textura lisa de las paredes o los objetos que tocas para asegurarte de que lo que ves no es real.

Ahora, si eres un amante de las aves y te preguntas si este es tu paraíso emplumado, seamos honestos: dentro del Museo de las Ilusiones, no encontrarás plumas ni trinos. Es un espacio puramente visual y mental. Pero no te desanimes, Liubliana es una ciudad increíblemente verde y el museo está en pleno centro. Justo al salir, la ciudad te regala la oportunidad de conectar con la naturaleza. Puedes escuchar el arrullo constante de las palomas en las plazas cercanas o el parloteo incesante de los gorriones que revolotean entre los cafés. Si tienes suerte, quizás detectes el canto melódico de un mirlo escondido en algún árbol de la ribera o el rápido aleteo de las golondrinas en verano.

Para encontrar ese momento de quietud y escuchar a las aves con más atención, el museo en sí no es el sitio, ya que es un lugar interactivo y con gente. Sin embargo, si buscas un respiro después de tanta ilusión, te sugiero un par de sitios muy cerca. Cruza el puente y busca un banco a lo largo del río Ljubljanica. Es un lugar perfecto para sentarse tranquilamente. Allí, con un poco de suerte, escucharás el chapoteo de los patos y cisnes que nadan en el río, o el suave murmullo del agua. El mejor momento para esto sería a primera hora de la mañana, antes de que el bullicio turístico empiece, o al atardecer, cuando la luz se suaviza y los sonidos urbanos disminuyen, dando más protagonismo a los de la naturaleza. Para el museo, ir a primera hora (justo cuando abren) o a última de la tarde te permitirá explorar con menos gente, lo cual siempre es un plus.

Olya desde las callejuelas