¡Hola, trotamundos! Si me preguntas cómo guiaría a un amigo por el Castillo de Praga, te diría que es más que un simple recorrido; es una inmersión en siglos de historia. No hay prisa. Mi consejo es que empieces por la puerta oeste, la que da a la Plaza Hradčanské. Es la entrada principal, sí, pero lo mejor es que te deja directamente frente a la majestuosidad de la Catedral de San Vito. Para llegar, coge el tranvía 22 hasta la parada Pražský hrad o, si te apetece una pequeña caminata cuesta abajo desde otra perspectiva, bájate en Pohořelec y pasea por las calles adoquinadas hasta la plaza.
Cuando te acerques a la Catedral de San Vito, imagina su imponente silueta elevándose sobre ti, sus gárgolas vigilantes que parecen susurrar historias antiguas. Al cruzar el umbral, sientes de inmediato el cambio de temperatura: un fresco gélido que te abraza, un contraste con el sol exterior. El aire huele a piedra antigua, a incienso y a polvo de siglos. Tus pasos resuenan en el vasto espacio, cada eco multiplicándose, recordándote lo insignificante que eres frente a tanta grandeza. Si estiras la mano, casi podrías tocar los intrincados detalles góticos que adornan las columnas y arcos, sintiendo la rugosidad de la piedra tallada. Escuchas el murmullo de las voces que se pierden en las alturas, y si hay un órgano sonando, la vibración te atraviesa el pecho, una experiencia que te eleva. Es un lugar para sentir con todo el cuerpo.
Después de San Vito, no te pierdas el Antiguo Palacio Real. No es tan vistoso como la catedral, pero es el corazón histórico. Entra en la Sala de Vladislav y levanta la cabeza: el techo abovedado es una maravilla arquitectónica que parece una intrincada telaraña de piedra, sientes la inmensidad del espacio sobre ti. Luego, camina hacia la Basílica de San Jorge. Si San Vito es la grandiosidad gótica, San Jorge es la humildad románica. El aire aquí es diferente, más denso, más antiguo, con un olor a madera y tierra. Sus muros son gruesos, las ventanas pequeñas, y la oscuridad invita a la reflexión. Puedes sentir la solidez de sus pilares bajo tus dedos. Si tienes poco tiempo, puedes pasar por alto algunas de las exhibiciones secundarias para concentrarte en estos dos puntos clave.
La Callejuela del Oro (Zlatá ulička) es una experiencia completamente distinta. Imagina que te encoges para entrar en estas casitas diminutas, cada una con una puerta de madera que cruje y un techo bajo que te obliga a agacharte. El olor a viejos objetos, a madera y a un pasado que parece estar aún presente, te envuelve. Escuchas el murmullo de los visitantes, pero si te detienes un momento, casi puedes oír los ecos de los orfebres, los guardianes, los alquimistas que una vez habitaron estos rincones. Sientes el frío de la piedra en los pasadizos estrechos y la textura irregular de los adoquines bajo tus pies. Es como entrar en un cuento de hadas, pero con la sensación de que cada centímetro cuadrado está cargado de historia.
Para un respiro, dirígete a los Jardines del Sur (Jižní zahrady). Aquí, el aire se vuelve más fresco y limpio, con el dulce aroma de las flores y el verdor. Caminas por senderos de grava que crujen suavemente bajo tus pies, y el sonido de las hojas al moverse con la brisa te envuelve. Sientes la calidez del sol en tu piel y la suavidad del césped si te atreves a tocarlo. Es un oasis de calma, un contraste absoluto con la bulliciosa catedral. Te recomiendo encarecidamente que te tomes un momento para sentarte en uno de los bancos y simplemente respirar, dejando que el sonido de la naturaleza y el silencio te recarguen.
Y para el final, guarda la vista panorámica desde el lado este del complejo, cerca de la Torre Negra o de los viñedos de San Wenceslao. Aquí, el espacio se abre de repente. Sientes el viento en tu cara, el fresco que sube desde el río Moldava. Los sonidos de la ciudad llegan a ti desde la distancia, atenuados: el tintineo de los tranvías, el murmullo de la gente, el lejano sonido de las campanas. Es el momento perfecto para procesar todo lo que has visto y sentido. Desde aquí, Praga se extiende bajo tus pies como un mapa de cuento, y puedes trazar con la mirada el camino que has recorrido, sintiendo la escala y la historia de esta ciudad. Es la despedida perfecta, una imagen que se queda grabada.
Un consejo práctico: compra el "Circuito B" de entradas, que incluye la Catedral de San Vito, el Antiguo Palacio Real, la Basílica de San Jorge y la Callejuela del Oro. Es el más completo y el que te da la mejor experiencia. Intenta ir a primera hora de la mañana, justo cuando abren, o a última de la tarde para evitar las multitudes. Lleva calzado cómodo, porque vas a caminar mucho, y una botella de agua.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets