¿Alguna vez has llegado a un lugar y has sentido que el tiempo se detiene, que cada rincón te susurra historias? Así me pasó en el Palacio Lobkowicz, en el corazón del Castillo de Praga. No es solo un edificio; es un portal a la historia, un refugio de la bulliciosa ciudad que te envuelve en una calma inesperada. Imagina que tus pies se deslizan sobre los adoquines centenarios del complejo del castillo, mientras el eco de tus pasos se mezcla con el murmullo lejano de la gente. De repente, te encuentras ante su fachada, más íntima que la grandiosidad de la Catedral de San Vito, pero con una elegancia que te invita a entrar. Sientes la brisa fresca que baja de la colina, y un aroma sutil a piedra antigua y, quizás, a la promesa de un descubrimiento.
Y entonces, llegas a ESE lugar. Si buscas la foto perfecta, esa que capture la esencia de Praga, tienes que ir directo al balcón de la cafetería del Palacio Lobkowicz. No es solo un mirador; es una experiencia. Imagina que das un paso hacia el exterior y, de repente, el viento te acaricia la cara, trayéndote el aroma de la ciudad: una mezcla de pan recién horneado, el dulzor de los trdelníks y el inconfundible olor a río. Abajo, se extiende un manto de tejados rojos, como escamas de dragón, que se disuelven en la majestuosidad del Puente de Carlos y el serpenteante río Moldava. Puedes sentir la inmensidad, la historia que se despliega ante tus ojos, casi como si pudieras tocarla. El sonido lejano de una campana de iglesia o el suave murmullo del río te envuelve, recordándote que estás en el corazón de Europa.
Para esa foto que te dejará sin aliento, el mejor momento es la hora dorada, ya sea temprano por la mañana, justo después de que abran, o al final de la tarde, antes del anochecer. La luz del sol, baja y cálida, pinta los tejados de un color miel y dorado que es puro arte. Por la mañana, además, la afluencia de gente es menor, lo que te permite disfrutar de la vista con más tranquilidad, casi en soledad. Si esperas al atardecer, la vista es mágica, pero prepárate para compartir el espacio con más visitantes. Lo que tendrás frente a ti es un lienzo vivo: el Puente de Carlos con sus estatuas, la Ciudad Pequeña (Malá Strana) con sus calles laberínticas y, más allá, el perfil de la Ciudad Vieja. Es una perspectiva única que no encontrarás en ningún otro lugar del castillo.
Pero el Palacio Lobkowicz es mucho más que una vista. Una vez que has capturado la esencia de Praga desde su balcón, adéntrate en sus salas. Es una experiencia más íntima, menos grandiosa que otros museos, pero increíblemente personal. Sientes el silencio reverente de los salones, el suave crujido de los pisos de madera bajo tus pies, y un aroma a cera y a libros antiguos que te transporta. Aquí, la historia no se cuenta, se *siente*. Puedes tocar, con la mirada, las pinceladas de un Bruegel, las líneas de un Canaletto, y sentir la vibración de la música en la sala donde Beethoven y Mozart alguna vez resonaron. La colección de instrumentos musicales es fascinante, y el audio-guía, narrado por miembros de la propia familia Lobkowicz, es esencial. No es solo un recorrido por el arte, sino un viaje a través de las vidas de una de las familias nobles más importantes de Europa, una que ha vivido la historia de Praga en primera persona.
Para llegar al Palacio Lobkowicz, solo tienes que entrar al complejo del Castillo de Praga. Está ubicado dentro de sus muros, por lo que necesitarás un ticket de entrada al castillo (o al menos al circuito que lo incluye). El Palacio Lobkowicz requiere una entrada separada, pero te prometo que vale cada corona. Mi consejo de amiga: no te saltes la audio-guía. Es una de las mejores que he escuchado, y te da una perspectiva personal de la familia y sus tesoros que te hace sentir como si estuvieras visitando su hogar. Y si te entra el hambre, la cafetería en el balcón no solo tiene la vista, sino también opciones deliciosas para un café o un almuerzo ligero. Es el lugar perfecto para tomarte un respiro del ajetreo y digerir toda la belleza e historia que te rodea.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets