Imagina que el aire te envuelve con un calor húmedo, pero no agobiante. Es un abrazo tropical que trae consigo el dulce aroma del jazmín mezclado con el ahumado de algún puesto callejero cercano. Estás en Ho Chi Minh, y el río Saigón te llama. Cierra los ojos y escucha: el murmullo constante de las motos, como un enjambre lejano, se mezcla con el chapoteo suave de las barcazas que se deslizan por el agua oscura. Sientes la brisa, un alivio que te acaricia la piel mientras te acercas a la orilla. El ambiente es vibrante, lleno de vida, un pulso constante que te invita a dejarte llevar.
Ahora, hablemos de cómo es moverse por aquí, como si estuviéramos caminando juntos. A medida que te adentras en el paseo marítimo principal, especialmente en las zonas más nuevas y renovadas cerca del centro, el pavimento es sorprendentemente liso y uniforme. Piensa en baldosas grandes y bien colocadas, sin muchos baches o desniveles bruscos. Es un alivio, ¿verdad? Para alguien en silla de ruedas o con movilidad reducida, esta parte es bastante manejable, casi un respiro en el caos de la ciudad.
Pero el río Saigón es largo y su orilla cambia de carácter. Si te alejas de los tramos más modernos, la cosa se pone un poco más complicada. Te encontrarás con aceras más antiguas, a veces con baldosas sueltas, grietas o incluso tramos de asfalto irregular. Las pendientes no suelen ser pronunciadas a lo largo de la orilla, es mayormente plano, pero los bordillos para cruzar calles pueden ser un desafío, a menudo sin rampas adecuadas. La anchura del paseo varía; en las zonas nuevas es generosa, permitiendo el paso de una silla de ruedas sin problema. Sin embargo, en áreas más concurridas o menos desarrolladas, los puestos callejeros y la gente pueden reducir el espacio, haciendo que el avance sea más lento y requiera más maniobra.
Y hablando de gente, las multitudes son un factor importante, especialmente al atardecer y por la noche, cuando el paseo se llena de parejas, familias y vendedores. No es una aglomeración caótica como en un mercado, pero sí una marea constante de personas. La buena noticia es que los vietnamitas son, en general, increíblemente atentos y serviciales. Si te ven con dificultades, no es raro que alguien te ofrezca ayuda sin que la pidas. Pueden abrirte paso, ayudarte a subir un bordillo o simplemente asegurarse de que tienes espacio. Es una cultura donde la comunidad es importante, y eso se nota en su disposición a echar una mano.
Así que, ¿es el río Saigón accesible? Diría que es 'manejable con paciencia y ayuda'. No es una experiencia de accesibilidad perfecta como podrías encontrar en algunas ciudades europeas, pero tampoco es imposible. Mi consejo más honesto: si vas a explorar la orilla del río en silla de ruedas, intenta hacerlo durante el día, cuando las multitudes son menores, y siempre que sea posible, ve acompañado. Te permitirá disfrutar de la brisa y el ambiente sin el estrés de la hora punta. La experiencia vale la pena, solo requiere un poco más de planificación y, quizás, un par de brazos amigos.
Olya desde los callejones