¡Hola, amigo! Acabo de volver de Pattaya Park y tengo que contarte. Imagina el sol en tu piel, ya cálido a primera hora. Escuchas el murmullo de las olas del mar muy cerca, mezclado con un eco lejano de risas y chapoteos. Caminas sobre el pavimento que ya empieza a calentarse, sintiendo la vibración de la gente que se mueve a tu alrededor, la anticipación en el aire. Es el Parque Acuático de Pattaya Park Beach Resort, y la promesa de agua fresca te llama, casi te susurra que te sumerjas.
Una de las cosas que más me gustaron fue la sensación de libertad en los toboganes más altos. Imagina subir escalón a escalón, el aire cada vez más fresco a medida que ganas altura. Luego, esa pausa antes de lanzarte, la ráfaga de viento en tu cara, el frío del agua golpeándote al principio, y luego la velocidad, el chapoteo que te envuelve, el sonido del agua a tu alrededor, casi una burbuja. Sientes la ingravidez por un instante, el corazón dando un vuelco, y luego el aterrizaje suave en la piscina, el agua fresca abrazándote. Es pura adrenalina y diversión, con el agua cubriéndote por completo y la sensación de haberte deslizado en un sueño.
Hablando de lo práctico, me sorprendió lo bien mantenidas que estaban las piscinas. El agua se sentía limpia, y aunque había gente, no estaba tan abarrotado como esperaba en un día de semana. Además, los vestuarios eran bastante decentes, con duchas funcionales y espacio para cambiarte sin problemas. Un punto a favor es que puedes alquilar una taquilla por un precio razonable para guardar tus cosas, lo que da mucha tranquilidad mientras disfrutas.
Pero no todo fue perfecto. Hubo un momento en el que el sol pegaba muy fuerte y el pavimento quemaba los pies. Imagina caminar descalzo sobre una superficie que irradia calor, con cada paso sintiendo el escozor, casi como si tu piel se quejara. Y en algunas zonas de sombra, el aire se sentía pesado, un poco estancado, con un leve olor a cloro concentrado que no era del todo agradable. Las colas para algunos toboganes más populares eran ruidosas y un poco caóticas, con la gente empujándose, el eco de voces impacientes creando una atmósfera tensa.
En cuanto a lo que no funcionó tan bien, la comida dentro del parque es bastante limitada y cara para lo que es. Olvídate de opciones saludables; es más bien comida rápida básica y no muy apetitosa. Mi consejo: come bien antes de ir o planea algo fuera. Y sí, las colas para las atracciones principales pueden ser un fastidio, especialmente si vas en fin de semana. No hay mucha sombra mientras esperas, así que lleva protector solar y un sombrero sí o sí.
Lo que más me sorprendió fue la vista desde la torre giratoria del hotel, justo al lado del parque. No es parte del parque acuático en sí, pero la entrada al parque te da acceso. Imagina subir lentamente, sintiendo el suave movimiento del ascensor, y luego, de repente, el espacio se abre a 360 grados. Sientes la brisa en lo alto, escuchas el murmullo lejano de la ciudad y el mar. Es una sensación de inmensidad, de ver todo desde una perspectiva diferente, y el sol poniente pinta el cielo con colores que te envuelven en una atmósfera casi mágica, como si el mundo entero girara solo para ti.
Sí, la torre es un extra inesperado y un buen respiro del chapoteo. Puedes ir a la cafetería giratoria arriba y tomar algo, aunque es un poco caro. En resumen, si buscas un día divertido y no te importan las multitudes o las opciones de comida limitadas, es una buena opción para refrescarte y pasar un rato. No esperes un parque temático gigante, es más bien un parque acuático familiar y relajado. Pero la torre, esa sí que vale la pena. ¡No te la pierdas!
Un abrazo,
Léa de la carretera