¡Hola, viajeros! Hoy os llevo a un lugar que te habla sin palabras, un sitio donde el cielo es tu techo y la historia, tu suelo. Imagina que el sol de Lisboa te acaricia la piel mientras te acercas a lo que fue el Convento do Carmo. Puedes sentir el aire, denso con siglos de historias, de rezos, de un terremoto que lo cambió todo. Escuchas el murmullo de la ciudad que sigue viva a sus pies, pero aquí arriba, entre estos arcos góticos sin techo, hay un silencio diferente, un eco de lo que fue. Es un lugar para sentir, para dejar que la brisa te cuente cuán frágil puede ser todo y cuán resiliente es el espíritu.
Ahora, hablemos de cómo llegas a ese silencio. El acceso al Convento do Carmo, como a muchos tesoros de Lisboa, no es un paseo por el parque. Vas a encontrarte con la famosa "calçada portuguesa", esas calles adoquinadas tan bonitas a la vista, pero que son un verdadero reto para las ruedas. Imagina que cada adoquín es una pequeña ola, y tu silla de ruedas o tu andador se desliza y se traba en ellas. La subida hasta la entrada principal, aunque no es excesivamente larga, tiene una pendiente moderada que exige un esfuerzo considerable. Los adoquines son irregulares, y sentirás cada una de esas imperfecciones bajo tus pies o tus ruedas. El ancho de la calle antes de la entrada es suficiente, pero la superficie es el verdadero desafío aquí. No es una entrada amable para una silla de ruedas.
Una vez que logras superar la entrada y estás dentro del recinto principal, donde solo quedan los arcos apuntando al cielo, la sensación de amplitud es inmediata. Aquí, el suelo es de piedra, también irregular en algunos puntos, pero generalmente más transitable que los adoquines exteriores. Puedes sentir la frescura de la piedra bajo tus manos si te apoyas en algún muro, o el eco de tus pasos resonando en el vasto espacio. El ancho de la nave central es muy generoso, permitiendo un movimiento relativamente libre. Sin embargo, este lugar es muy popular, y en horas punta, el espacio puede llenarse de gente. Imagina cientos de personas moviéndose, algunas distraídas con la belleza del lugar, otras sacando fotos. La multitud, aunque no suele ser agresiva, puede hacer que navegar con una silla de ruedas sea un ejercicio de paciencia y destreza. La gente, en general, suele ser respetuosa y muchos se apartan si te ven con dificultad, pero no es algo garantizado; tendrás que ser proactivo en tu avance.
Dentro de lo que fue el Convento, encontrarás el Museo Arqueológico do Carmo, una pequeña joya que alberga artefactos interesantes. Este museo se encuentra en una parte más resguardada del complejo. Para acceder a él, hay un par de escalones al principio que pueden ser un obstáculo significativo. Una vez dentro, las salas son más estrechas que la nave principal y el suelo, aunque liso en su mayoría, tiene algunas transiciones con pequeños desniveles. No hay rampas ni ascensores específicos para superar estos escalones de acceso al museo, lo que lo hace prácticamente inaccesible para sillas de ruedas sin ayuda externa. Si bien el personal es amable, la infraestructura del museo no está pensada para una accesibilidad total. Es una pena, porque perderse esa parte es dejar de lado una pieza importante de la historia que se cuenta allí.
Entonces, ¿es el Convento do Carmo accesible para sillas de ruedas o personas con movilidad reducida? Honestamente, es un desafío considerable. No diría que es "wheelchair-friendly" en el sentido moderno de la palabra. Es más bien "manejable con mucha ayuda y paciencia". La parte exterior, con sus adoquines y pendiente, es el primer gran obstáculo. La nave central es más transitable, pero las multitudes pueden complicar las cosas. Y el museo, lamentablemente, es difícil de acceder sin asistencia.
Mi consejo sincero es el siguiente: si vienes con silla de ruedas, considera visitarlo en horarios de menor afluencia (a primera hora de la mañana o última de la tarde) para evitar la aglomeración. Ven acompañado de alguien que pueda ayudarte a sortear los desniveles y la superficie irregular. Prepárate para un trayecto accidentado y para quizás no poder acceder a todas las áreas, especialmente al museo. La recompensa es la atmósfera única del lugar, pero el camino hasta ella requiere preparación y determinación. Es una experiencia sensorial increíble, pero físicamente demandante.
¡Hasta la próxima aventura, viajeros!
Olya from the backstreets