¡Hola, trotamundos! Si alguna vez un amigo me pidiera que le guiara por el Monte Olympos, o Tahtali Dagi, en Kemer, esto es exactamente lo que le diría. No se trata solo de ver, sino de *sentir* cada instante, como si lo vivieras con cada poro de tu piel.
Empieza tu día dirigiéndote a la estación base del teleférico, que está a las afueras de Kemer, cerca de Tekirova. Imagina que el aire de la costa, aún suave, empieza a llenarse con un aroma a pino fresco a medida que subes por la carretera. Sientes la anticipación en el estómago, un cosquilleo de lo que está por venir. Escuchas el murmullo de la gente, la promesa de altura. No es una caminata, es el inicio de una ascensión, una invitación a dejar el mundo atrás.
Una vez dentro de la cabina del Olympos Teleferik, la experiencia toma otra dimensión. Sientes cómo el suelo se aleja bajo tus pies. Escuchas el suave zumbido de los cables, casi una melodía hipnótica, mientras la cabina asciende. Mira cómo los árboles se vuelven pequeños puntos verdes y el azul del Mediterráneo se extiende hasta el infinito, como un lienzo gigantesco que se revela lentamente. El aire dentro de la cabina es tranquilo, pero fuera, puedes casi sentir la brisa que te eleva, una caricia invisible que te empuja hacia el cielo.
Cuando las puertas se abren en la cima, el impacto es inmediato. El aire te golpea, diferente, más frío, más puro. Sientes el frío en tus mejillas, un recordatorio de que estás a 2365 metros de altura. Camina unos pocos pasos y deja que la inmensidad te envuelva. El sonido del viento es el único compañero, un silbido que parece contarte secretos ancestrales. Aquí arriba, la vista no es solo algo que ves; es algo que *sientes* en cada fibra de tu ser, una expansión de tu propia existencia.
Mi consejo es que, al salir, te dirijas directamente a las plataformas de observación principales. No te detengas en la tienda de souvenirs de inmediato. Siente la roca bajo tus pies, la solidez de la montaña. Recorre cada ángulo, primero el que mira al mar, luego el que se interna en las vastas cadenas montañosas. Imagina el silencio absoluto de las cumbres nevadas en invierno. Si tienes frío, el edificio principal tiene una cafetería donde puedes tomar algo caliente, pero no te quedes mucho tiempo dentro; la verdadera magia está fuera.
Para el final, guarda la experiencia más profunda: busca el punto más alto accesible o, si el tiempo lo permite, quédate para ver el atardecer. Sientes cómo el sol tiñe el cielo de naranjas y púrpuras, mientras las sombras se alargan sobre las montañas. Escuchas el viento que, ahora, parece susurrar despedidas. Es un momento de paz, de reflexión, donde la grandeza de la naturaleza te hace sentir pequeño y, a la vez, inmensamente conectado. Esta es la sensación que te llevarás contigo, la que perdurará.
Para un amigo, así lo planificaría
* ¿Dónde empezar? Directo a la estación base del Teleférico Olympos desde Kemer o Tekirova. No hay otra forma de subir que valga la pena para una visita sencilla.
* La ruta "caminable": Es simple. Subes en teleférico. Una vez en la cima, te mueves entre las diversas plataformas de observación principales y el edificio de la cafetería/restaurante. No hay senderos largos, es un paseo fácil por la zona superior.
* ¿Qué saltarte? No te quedes pegado en la tienda de souvenirs de la cima si no te interesa mucho, o en el restaurante si tienes poco tiempo. La verdadera joya son las vistas, no lo que puedes comprar.
* ¿Qué guardar para el final? Sin duda, la vista panorámica desde el punto más alto que puedas alcanzar cómodamente. Si tu horario lo permite, el atardecer desde allí es algo que no olvidarás. Simplemente tómate un momento final para absorber toda la inmensidad antes de tomar el teleférico de regreso.
Un abrazo desde las alturas,
Lúa de los Caminos.