¡Hola, trotamundos! Hoy te llevo de la mano a un lugar donde el tiempo parece detenerse y el aire mismo vibra con milenios de fe: el Monasterio de Drepung, en Lhasa. Imagina que el frío de la mañana te envuelve suavemente mientras asciendes por el camino de piedra. Sientes el viento helado en tu cara, pero un calor distinto, casi palpable, emana de las vastas paredes blancas y ocres que se alzan ante ti. Escuchas el murmullo lejano de cánticos, un zumbido grave que te llega hasta los huesos, como si la montaña misma estuviera respirando. El olor a incienso, a mantequilla de yak y a polvo antiguo se mezcla en el aire, denso y sagrado, invitándote a dejar atrás el mundo exterior y sumergirte en lo que fue, y sigue siendo, el corazón de la espiritualidad tibetana. Cada paso que das resuena con la historia, y la luz del sol, aún baja, empieza a dorar los techos dorados, prometiendo un espectáculo de colores y sensaciones.
A medida que te adentras en sus patios, sientes la rugosidad de los viejos adoquines bajo tus pies, gastados por millones de peregrinos. Camina despacio, casi a tientas, hasta que el sonido de los cuernos ceremoniales resuena por los pasillos, vibrando en tu pecho. Dentro de los salones de oración, el aire es más cálido, pesado con el aroma de miles de lámparas de mantequilla. Puedes casi sentir el calor suave que irradian. Tus dedos rozan la madera pulida de los pilares, fría y suave a la vez, y el terciopelo desgastado de los cojines donde meditan los monjes. Escucha atentamente: no solo los cánticos, sino también el leve susurro de las túnicas, el tintineo de pequeñas campanas, y el roce de las cuentas de oración. Es un ballet de sentidos, una sinfonía silenciosa que te envuelve, haciendo que cada fibra de tu ser se sienta parte de algo inmensamente antiguo y vivo. La luz que se filtra por las ventanas, teñida de oro y polvo, ilumina las caras serenas de las deidades y los monjes, y por un momento, sientes que el tiempo no existe.
Ahora, para que tu visita sea tan fluida como el té de mantequilla:
* Mejor momento del día: Temprano por la mañana (antes de las 9:00 AM) es ideal. Los monjes están en sus oraciones matutinas y el ambiente es muy auténtico. Además, la luz para las fotos (si te lo permiten y con respeto) es espectacular.
* Para evitar multitudes: Evita los fines de semana y los días festivos tibetanos. Las primeras horas de la mañana entre semana son las más tranquilas.
* Cuánto tiempo dedicar: Dedica al menos 2-3 horas para explorar tranquilamente. Si quieres sentarte y absorber el ambiente o presenciar una ceremonia, puedes extenderlo a 4 horas.
* Qué priorizar si el tiempo es limitado: Concéntrate en el Gran Salón de Oración (Tsokchen), las capillas de Ganden Phodrang y Nechung. Son los puntos más importantes y visualmente impactantes. Si vas con poco tiempo, puedes dejar de lado algunas de las capillas más pequeñas que son similares.
* Consejos útiles:
* Cafeterías/Comida: Hay algunas pequeñas tiendas y puestos de té cerca de la entrada principal donde puedes tomar un té o un snack sencillo. No esperes grandes restaurantes.
* Baños: Son básicos, generalmente letrinas. Lléva tu propio papel higiénico y desinfectante de manos. Están señalizados, pero no son abundantes.
* Mal de altura: Drepung está a unos 3.800 metros. Tómate las cosas con calma, camina despacio y mantente hidratado. Si sientes mareo, descansa.
* Vestimenta: Vístete con modestia, cubriendo hombros y rodillas. Quítate los sombreros al entrar en los salones de oración.
* Fotografía: En algunas zonas está prohibida la fotografía, especialmente dentro de los salones de oración principales o donde hay estatuas importantes. Busca las señales o pregunta. Siempre con respeto.
* Ofrendas: Puedes ver a la gente ofreciendo billetes pequeños en las estatuas. Es una ofrenda tradicional, pero no obligatoria.
¡Que disfrutes de esta experiencia transformadora!
Olya from the backstreets