Okay, ¿quieres saber qué se *hace* realmente en el Parque Olímpico de Montreal? Es más que solo ver un estadio, créeme.
Imagina esto: sales de la estación de metro y, de repente, el aire se siente diferente. Un poco más fresco, un poco más abierto. Y luego, lo sientes. La magnitud. Estás parado frente a una estructura colosal de hormigón, una ola gigante que se curva hacia el cielo. Puedes casi escuchar los ecos de las multitudes, el rugido de los aplausos de hace décadas. La brisa en tu cara te trae un ligero olor a humedad y a la historia que impregna cada rincón. Sientes la solidez del suelo bajo tus pies, sabiendo que miles de historias se han vivido justo aquí. Es una sensación de asombro, de estar en un lugar que ha presenciado tanto.
Desde ahí, puedes dejarte llevar por los sentidos hacia el Biodôme. Aquí, prepárate para un viaje instantáneo. El aire cambia drásticamente. Primero, la humedad te envuelve, densa y cálida, con un aroma a tierra mojada y vegetación exuberante. Escuchas el suave murmullo del agua, el trino de pájaros exóticos que no puedes nombrar, y a veces, un chapoteo inesperado. Sientes la diferencia en el suelo bajo tus pies, a veces más suave, a veces con la textura irregular de rocas. Es como si atravesaras mundos diferentes: de la selva tropical con su calor pegajoso y sus sonidos vibrantes, al frío seco y los ecos distantes de un glaciar. Cada espacio tiene su propia banda sonora y su propio perfume.
Justo al lado, el Insectarium te invita a una experiencia más delicada. Aquí, el aire es más ligero, pero te das cuenta de un zumbido tenue, casi imperceptible al principio, que gradualmente se hace presente. Es el sonido de miles de alas minúsculas, de movimientos rápidos y silenciosos. Puedes sentir una leve vibración en el aire, como si el espacio mismo estuviera vivo con una energía diminuta. Imagina la fragilidad de las alas, la intrincada danza de estos seres que apenas percibimos. A veces, sentirás una pequeña ráfaga de aire si algo pasa volando cerca, una sensación fugaz de vida en movimiento. Es un recordatorio de que la vida existe en todas las escalas.
Después de la intensidad del Biodôme y la sutileza del Insectarium, el Jardín Botánico ofrece una expansión sensorial. Al salir, el aire se siente más abierto, más fresco, y el aroma de las flores te envuelve, cada sección con su propio perfume distintivo: la dulzura de las rosas, el toque cítrico de alguna hierba, el aroma terroso de las coníferas. Caminas sobre senderos que cambian de textura – grava, tierra blanda, pavimento liso. Escuchas el suave susurro del viento entre las hojas de los árboles, el zumbido de las abejas, el canto de los pájaros locales. Si te detienes, puedes tocar una hoja, sentir su textura rugosa o suave, su frescura o su calidez bajo el sol. Es un abrazo de la naturaleza, un espacio para respirar profundamente y sentir la vida en cada planta.
Y claro, no puedes irte sin sentir la historia del Estadio en sí. Puedes hacer un tour para sentir la magnitud de las gradas, el eco de tus pasos en los pasillos vacíos, imaginando el rugido de la multitud. Pero la verdadera joya es la Torre Olímpica. Sientes el ascenso gradual en el funicular, la presión en tus oídos mientras subes, un suave balanceo que te indica que te elevas. Una vez arriba, la brisa es más fuerte, te golpea en la cara, y el zumbido de la ciudad llega como un eco lejano y constante. Es una sensación de inmensidad, de estar por encima de todo, con el mundo extendiéndose bajo ti. Puedes sentir la estructura de metal bajo tus manos si te apoyas en la barandilla, fría y sólida. Es un momento de perspectiva.
Ahora, lo práctico. Para llegar, el metro es tu mejor amigo: la estación Pie-IX (línea verde) te deja justo en la puerta. Los tickets: puedes comprar entradas individuales para cada atracción (Biodôme, Insectarium, Jardín Botánico, Torre) o un pase combinado que te sale más a cuenta si planeas visitar varias. Mi consejo es que reserves al menos medio día, o un día completo si quieres ver todo con calma y sin prisas. Hay opciones de comida rápida dentro y cerca, pero también puedes llevarte algo y hacer un picnic en el Jardín Botánico si el clima acompaña. Todo está bastante bien señalizado y es accesible, así que no te preocupes por perderte o por la movilidad. Es un lugar para explorar a tu ritmo.
Espero que esto te dé una idea más clara. ¡A sentir Montreal!
Olya from the backstreets