¡Hola, trotamundos!
Imagínate esto: llegas a Savannah, y el aire ya es diferente. Es denso, húmedo, con ese dulzón aroma a jazmín y a tierra mojada que solo el sur de Estados Unidos tiene. Caminas por calles empedradas, bajo el dosel de robles centenarios cubiertos de musgo español, y de repente, ahí está. No hay letrero chillón, solo la imponente silueta de una casa de ladrillo rojo, con sus columnas blancas y sus balcones de hierro forjado, que parece respirar historia. La Sorrel Weed House. Antes de que siquiera toques la puerta, sientes una especie de peso en el ambiente, una quietud que no es del todo pacífica. Es como si el tiempo se hubiera ralentizado solo para ese lugar.
Una vez dentro, el aire se enfría un poco, incluso en un día caluroso. Escuchas el crujido de las tablas del suelo bajo tus pies, un sonido que te conecta directamente con los que caminaron aquí siglos atrás. La voz del guía es suave, casi un susurro, pero cada palabra resuena, pintando imágenes de vidas pasadas. Paseas por salones que conservan el mobiliario original, sientes el tacto frío y pulido de la madera oscura en los pasamanos mientras subes la escalera principal. En cada habitación, la luz se filtra de manera diferente por las ventanas altas, creando sombras largas y danzarinas que parecen moverse contigo. No hay prisa, solo la invitación a absorber, a escuchar, a percibir.
Hay un punto en particular, en el sótano, donde la atmósfera cambia drásticamente. El aire se vuelve más denso, casi pesado, y un frío inexplicable te recorre la piel, aunque estés en pleno verano. Es como si una corriente invisible te abrazara. No es un frío de aire acondicionado, sino algo más profundo, que parece emanar de las mismas paredes de piedra. Puedes oler la humedad de la tierra, mezclada con un rancio aroma a polvo y a algo antiguo, indescifrable. Escuchas el silencio, pero es un silencio cargado, como si esperara algo, o alguien. Es en estos momentos cuando tu mente empieza a tejer sus propias historias, a conectar los puntos que la voz del guía te ha ido dibujando.
Ahora, para la parte práctica, lo que *realmente* haces allí. La experiencia principal es una visita guiada. Puedes reservar tus entradas online, y te recomiendo encarecidamente que lo hagas con antelación, especialmente si vas en temporada alta o quieres el tour nocturno. Los grupos son pequeños, lo cual se agradece para mantener esa atmósfera íntima. Vístete cómodo; aunque la casa no es enorme, caminarás y estarás de pie bastante tiempo. Si eres sensible al frío, lleva una chaqueta ligera, incluso en verano, por lo que te conté antes. Y sobre todo, ve con la mente abierta. No es un parque temático, es una inmersión en la historia y, para algunos, en lo inexplicable.
Después de la visita, que suele durar entre una hora y una hora y media, te recomiendo dar un paseo por la plaza Chippewa, que está justo al lado. Es un buen lugar para sentarse en un banco, respirar aire fresco y procesar todo lo que acabas de experimentar. Si te quedas con ganas de más historias de Savannah, hay un par de cafeterías con encanto a poca distancia donde puedes tomar algo y seguir absorbiendo el ambiente de la ciudad. Si vas con niños pequeños, ten en cuenta que la atmósfera es bastante seria y, para algunos, un poco inquietante; puede que no sea para todos, pero para adolescentes y adultos, es una experiencia fascinante.
Olya from the backstreets.