Acabo de volver de Praga, y la Torre de la Pólvora, la Prasná Brána, es de esas cosas que te marcan sin que te des cuenta. Imagina que caminas por las calles adoquinadas, el bullicio de la ciudad a tu alrededor, y de repente, sientes una mole oscura que se alza. No necesitas verla para percibir su presencia. Es un gigante de piedra, casi negro por el paso de los siglos, que parece absorber la luz. Sientes el aire más denso a su alrededor, como si el tiempo se hubiera ralentizado solo para ella.
Entras y el mundo exterior se desvanece. El frío de la piedra te envuelve, húmedo y antiguo. Escuchas el eco de tus propios pasos resonando en la oscuridad, un sonido hueco que te acompaña mientras empiezas a subir. Son escalones de caracol, gastados por miles de pies a lo largo de siglos, y sientes cada irregularidad bajo tus pies, cada curva de la pared rugosa. El aire aquí dentro huele a polvo viejo y a historia, una mezcla que te transporta. La luz es escasa, solo pequeñas rendijas que dejan pasar hilos pálidos, y te sientes como un explorador en un lugar olvidado.
Llegas arriba, y de repente, el espacio se abre. El viento te golpea suavemente la cara, trayéndote los sonidos amortiguados de la ciudad: un tranvía lejano, el murmullo de las voces, quizás una campana. Te asomas y sientes la inmensidad de Praga a tus pies. Los tejados rojos se extienden como un manto, las agujas góticas perforan el cielo. No es solo una vista, es una sensación de libertad, de haber conquistado algo, de estar en un punto de observación privilegiado donde el tiempo parece detenerse por un instante. Puedes casi tocar las nubes, y el sol, si lo hay, te calienta la piel después del frío de la subida.
Ahora, yendo a lo práctico, ¿qué me gustó de verdad? La vista desde arriba es una pasada, sin duda. Es una de esas panorámicas que te hace entender la magnitud de Praga de un golpe. Y lo que me sorprendió fue lo *oscura* que es por dentro. No me lo esperaba. Pensaba que habría más luz o alguna ventana intermedia, pero no, es una subida bastante inmersiva en la penumbra, y eso le da un toque muy auténtico, casi misterioso. Además, está súper bien ubicada, justo al lado de la Casa Municipal, así que es fácil de encontrar y de combinar con otros planes.
¿Qué no me terminó de convencer? Las escaleras son estrechas, muy estrechas. Si te cruzas con gente que baja mientras tú subes, puede ser un poco incómodo. Y si tienes claustrofobia, quizás no sea tu mejor plan, aunque la recompensa de la vista lo vale. No hay ascensor, obviamente, así que prepárate para subir a pie. El precio de la entrada es razonable para lo que es, pero si buscas una experiencia interactiva o un museo, no es eso. Es simplemente una torre antigua con una vista increíble. Mi consejo: ve a primera hora o a última para evitar las multitudes, y lleva un buen calzado. Es una experiencia más que una atracción, ¿sabes?
Olya from the backstreets