¡Hola, viajeros y viajeras del alma!
¿Alguna vez has soñado con un lugar donde la tierra respira y el viento te cuenta historias antiguas? Hoy te llevo a un rincón de Irlanda que se te meterá bajo la piel: las Montañas de Wicklow, a un suspiro de Dublín.
Imagina esto
Caminas. Cada paso que das sobre el brezo y la turba es suave, amortiguado, como si la tierra misma te diera la bienvenida. Sientes el aire fresco, puro, que te envuelve, te acaricia el rostro y te llena los pulmones hasta el fondo. No es solo aire; es el aroma de la tierra húmeda, del pino silvestre y de la turba quemada que a veces flota en la distancia, un olor que te ancla al presente, que te dice: "Estás aquí, estás vivo".
Escuchas. El sonido principal es el viento. No es un viento cualquiera; es un susurro constante, a veces un lamento suave, otras veces una ráfaga juguetona que silba entre los valles y las cimas. Se cuela por tus oídos, te despeja la mente. A veces, si te detienes y aguzas el oído, captas el lejano balido de una oveja, o el graznido de un cuervo que planea alto en el cielo, recordándote la inmensidad del lugar. Debajo de tus botas, el crujido de la grava o el suave roce de la hierba es tu propia banda sonora, un ritmo constante que te sincroniza con el latido de la montaña.
Sientes cómo el terreno se eleva suavemente, luego desciende. Tus músculos trabajan, pero es un esfuerzo gratificante, un baile con la topografía. Si extiendes la mano, puedes tocar la aspereza de una roca cubierta de musgo, la suavidad de las hojas de brezo, la humedad de la tierra bajo tus dedos. La inmensidad del paisaje te abraza. Te sientes pequeño, sí, pero no insignificante; te sientes parte de algo mucho más grande, eterno. La paz se te mete por los huesos, sube por tu espina dorsal, se asienta en tu corazón y te deja una sensación de calma profunda que te acompañará mucho después de haberte marchado. Es una experiencia que se te pega al alma y no te abandona.
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¿Quieres ir? Aquí van unos consejos prácticos, ¡como si te los mandara por WhatsApp!
* Cómo llegar desde Dublín: Lo más fácil es coger un autobús turístico que te lleva directo a Glendalough y otros puntos clave. Si prefieres ir a tu aire y explorar más a fondo, alquilar un coche es la mejor opción. Te da total libertad para parar donde quieras y meterte por las carreteras secundarias.
* Qué llevar sí o sí: El tiempo en Irlanda cambia en un abrir y cerrar de ojos, ¡y en las montañas más! Así que la clave son las capas de ropa. Un buen chubasquero y unos pantalones impermeables son imprescindibles, aunque no llueva al salir. Y, por favor, calzado de senderismo robusto. El terreno es irregular y puede estar húmedo. Ah, y agua y algo para picar, que no hay muchas tiendas por allí.
* Cuándo ir: La primavera (abril-mayo) y el otoño (septiembre-octubre) son preciosos por los colores, pero el verano (junio-agosto) suele ser más amable con el clima. Si no te importa el frío y la lluvia, el invierno tiene su encanto salvaje, pero muchos senderos pueden ser más difíciles o resbaladizos.
* Unas ideas de rutas: Glendalough es el punto más famoso, con sus lagos y ruinas monásticas, y tiene rutas para todos los niveles, desde paseos fáciles a caminatas más largas. Si buscas vistas panorámicas brutales, conduce por el famoso Sally Gap, ¡es espectacular! Hay muchos senderos señalizados, así que busca uno que se ajuste a tu nivel de energía.
* A tener en cuenta: La cobertura móvil puede ser un poco floja en algunas zonas remotas, así que descarga mapas offline antes de salir. Y si vas a hacer una caminata larga, avísale a alguien de tu ruta y la hora estimada de regreso. ¡Seguridad primero!
Espero que te animes a vivirlo. ¡Las Wicklow Mountains te esperan!
Max en movimiento.