¡Amiga! ¿Listos para la Abadía de Westminster? No es solo un edificio, es un viaje en el tiempo que te envuelve. Imagina que te acercas y, de repente, el bullicio de Londres se desvanece. Sientes el aire fresco y el peso de la historia antes de cruzar el umbral. Escuchas el murmullo de miles de historias, cada una resonando en el aire. Es una sensación de asombro que te recorre desde los pies hasta la cabeza. El aire es frío, pero la atmósfera es cálida, llena de ecos de ceremonias, coronaciones y el paso del tiempo.
Antes de entrar, un par de cosas prácticas, ¡como si te las estuviera mandando por WhatsApp! La mejor hora para ir es a primera hora de la mañana, justo cuando abren, o al final de la tarde. Así evitas las multitudes y puedes sentir la abadía de una forma más íntima. Compra las entradas online con antelación, te ahorrarás colas y tiempo. No te preocupes por la audioguía, es muy buena y te la dan con la entrada. Y un consejo: ¡mira hacia arriba, siempre!
Cuando entres por la Gran Puerta Oeste, lo primero que te golpeará es la inmensidad de la Nave. Sientes la altura, la grandeza. El sonido de tus propios pasos se amortigua en el vasto espacio, y el aire parece vibrar con siglos de oraciones. Aquí es donde empieza el recorrido.
Desde la Nave, dirígete directamente al Rincón de los Poetas (Poets' Corner), en el Transepto Sur. Aquí, el aire es diferente, como si los susurros de Shakespeare, Dickens o Jane Austen todavía flotaran a tu alrededor. Es un lugar donde la mente se llena de versos y la piel se eriza al pensar en todo el talento reunido. Tómate un momento para sentir la energía de esos genios.
Luego, no te pierdas la Silla de la Coronación (Coronation Chair). Está en la Capilla de San Jorge, cerca del altar mayor. No es la silla más impresionante visualmente, pero la sensación de tocar (con la vista, claro) un objeto que ha sido testigo de la coronación de casi todos los monarcas británicos desde el siglo XIV es indescriptible. Sientes el peso de la tradición.
Ahora, prepárate para una de las joyas: la Capilla de la Virgen María o Capilla de Enrique VII (Lady Chapel). Al entrar, la vista se eleva hacia un techo abovedado de abanico que parece encaje de piedra, una obra maestra que te dejará sin aliento. La luz que entra por los vitrales crea un ambiente casi etéreo. Sientes una paz profunda, casi sagrada, y el frescor del aire en contraste con la grandeza. Fíjate en los estandartes de la Orden del Baño que cuelgan del techo, son impresionantes.
Desde ahí, pasea por las tumbas de los monarcas. Cada una cuenta una historia. Sentirás la solemnidad de estos lugares, donde reyes y reinas yacen en un silencio eterno. Busca las de Isabel I y María Estuardo, están muy cerca y es fascinante verlas tan próximas.
Para un respiro, sal a los Claustros. Aquí, el sonido de la abadía se suaviza. El aire es más fresco y puedes tocar la piedra antigua y sentir su rugosidad bajo tus dedos. Es un lugar de calma, donde puedes escuchar el canto de los pájaros si el día es tranquilo, o simplemente el eco de tus propios pasos sobre las losas gastadas. Te da una perspectiva diferente de la abadía, más de retiro y contemplación.
Si el tiempo apremia, puedes pasar más rápido por algunas de las capillas laterales más pequeñas o las tumbas de figuras menos conocidas. No es que no sean interesantes, pero para una primera visita, querrás absorber lo esencial.
Y para el gran final, guarda la Sala Capitular (Chapter House). Está fuera de los claustros, pero vale la pena el desvío. Al entrar, sentirás la forma octogonal de la sala, con sus paredes adornadas con frescos medievales que, aunque descoloridos, aún cuentan historias. El espacio es más íntimo, el sonido de tu voz resuena de una manera particular. Aquí se tomaron decisiones cruciales para la historia británica. Es un lugar para sentir el peso de las deliberaciones y los debates de siglos pasados. Después de la grandeza de la nave, este es un espacio de reflexión, donde la historia se siente más palpable y cercana.
Espero que esta pequeña guía te sirva para sentir la Abadía de Westminster con todos tus sentidos. ¡Ya me contarás!
Un abrazo desde la carretera,
Léa de viaje