¡Hola, explorador!
Si me preguntas cuándo Monasterboice (Mainistir Bhuithe) te llega al alma, no te diré un mes. Te diré una sensación, un momento.
Cuando Monasterboice te susurra al oído
Imagina que llegas justo cuando el sol de la mañana empieza a acariciar las piedras centenarias, o cuando se despide, tiñendo el cielo de tonos suaves y melancólicos. Para mí, el momento mágico es el otoño temprano o la primavera tardía, en un día nublado pero sin lluvia. Esa es la clave.
Escuchas el viento susurrando a través de las rendijas de la Torre Redonda, un sonido que te arrastra siglos atrás. Quizás el canto de un petirrojo, o el suave balido lejano de alguna oveja. No hay bullicio, solo el eco de la historia y el latido tranquilo de la naturaleza. Si te quedas quieto, el silencio es tan profundo que casi puedes escuchar el tiempo pasar, el goteo ocasional de una gota de agua que cae de una cruz, el crujido suave de la hierba bajo tus pies.
Hueles la tierra húmeda, el musgo que cubre las antiguas cruces, un aroma a antigüedad y vida. Después de una ligera llovizna, el aire se vuelve increíblemente limpio, fresco, con un toque terroso que te envuelve. Es un olor a pasado, a paciencia, a la resistencia de la piedra a través de los siglos.
Sientes en tu piel la humedad del aire irlandés, esa que no cala, sino que te abraza. Si extiendes la mano, podrías casi sentir la textura rugosa del granito, el tacto frío y sabio de las cruces celtas. La temperatura es fresca, pero no gélida; es la temperatura perfecta para sentirte conectado, no distraído por el calor o el frío extremo.
Caminas despacio por la hierba suave, sintiendo cada paso. No hay grandes multitudes. Los pocos visitantes que hay, se mueven con un respeto casi reverencial, susurrando, dejando que el silencio sea el protagonista. No hay gritos, no hay prisas. Te sientes como si tuvieras el lugar casi para ti, como si fueras el único guardián de esos secretos ancestrales. El clima nublado, sin ser sombrío, le da una luz difusa y mágica a las cruces, resaltando sus detalles, sus intrincados nudos celtas. No hay sombras duras que distorsionen; todo se ve suave, antiguo, eterno.
Consejos prácticos para tu visita
* Ubicación: Monasterboice no está *en* Dublín, aunque muchos lo confundan. Se encuentra en el Condado de Louth, a aproximadamente una hora en coche al norte de la capital. Es una escapada perfecta si estás en Dublín y quieres explorar más allá de la ciudad.
* Cómo llegar: La forma más fácil es en coche; hay aparcamiento gratuito en el sitio. Si no conduces, puedes tomar un autobús a Drogheda y de allí un taxi, o unirte a una excursión organizada que incluya Monasterboice en su itinerario.
* Mejor momento práctico para visitar: Para evitar las multitudes, ve temprano por la mañana (antes de las 10 a.m.) o a última hora de la tarde (después de las 4 p.m.), especialmente durante los meses de temporada alta (verano). Los días de semana siempre son más tranquilos que los fines de semana.
* Qué esperar: Es un sitio histórico al aire libre. No hay centro de visitantes, ni cafetería, ni baños en el lugar (los más cercanos están en el pueblo de Monasterboice, a poca distancia en coche). Vístete en capas y lleva calzado cómodo, ya que estarás caminando sobre hierba y terreno irregular.
* Lo imprescindible: Asegúrate de ver la Cruz de Muiredach y la Torre Redonda. Son los puntos más destacados y están increíblemente bien conservados. Tómate tu tiempo para apreciar los detalles de las cruces, cada una cuenta una historia.
¡Hasta la próxima aventura!
Léa desde el camino