¿Preguntas qué se *hace* en Watercity en Heraclión? Imagina que acabas de bajar del coche y el sol de Creta te abraza la piel. Lo primero que te llega no es la vista, sino el sonido: un rugido constante de agua que se mezcla con risas y gritos de alegría, subiendo y bajando como una marea. Luego, el olor. Un toque de cloro limpio, sí, pero también ese dulzor de protector solar mezclado con el aire cálido. Sientes el calor del asfalto bajo tus pies mientras avanzas, y una expectación infantil burbujea en tu estómago. El lugar es enorme, lo sientes, como un gran patio de recreo acuático que se extiende hasta donde tu oído puede captar sonidos de chapoteos y cascadas.
Una vez dentro, el primer paso es práctico. Verás las taquillas y las zonas de vestuarios. No te compliques: busca una taquilla (suelen requerir una pequeña fianza o un pago por el día), guarda tus cosas, y ponte el bañador. Lleva una toalla grande y crema solar resistente al agua; te lo agradecerás más tarde. Hay duchas y baños limpios, así que no te preocupes por eso.
Después de dejar tus cosas, la tentación de lanzarte al agua es irresistible. Muchos eligen empezar con el río lento. Imagina que te dejas caer en un flotador suave, la superficie del agua está fresca bajo tu piel. Una corriente suave te empuja sin esfuerzo, llevándote a través de túneles y bajo pequeñas cascadas. Escuchas el murmullo del agua, ocasionalmente interrumpido por el chapoteo de alguien que se une o se sale. Es un momento de pura relajación, el sol caliente en tu cara mientras te dejas mecer, sin prisa, sin preocupaciones.
Pero la adrenalina te llama pronto. Cuando te atrevas con los toboganes, la experiencia es totalmente diferente. Sientes el corazón en la garganta mientras subes las escaleras, el aire se vuelve más denso con la humedad y la emoción. Luego, te sientas, o te tumbas, y de repente, una ráfaga de agua te empuja. El sonido del agua rugiendo a tu alrededor es ensordecedor, el viento te golpea la cara. Sientes la velocidad, un cosquilleo en el estómago que sube y baja con cada curva, y un chapoteo final y ruidoso te anuncia el final del viaje. Hay unos que te lanzan en picado, otros que te enrollan en túneles oscuros y giros inesperados, y algunos donde te deslizas con amigos en una balsa.
A media jornada, el hambre aprieta. El olor a patatas fritas y carne a la parrilla flota en el aire. Hay varios puntos de comida repartidos por el parque, desde cafeterías con snacks rápidos hasta restaurantes más grandes donde puedes sentarte. Los precios son razonables para ser un parque temático. Puedes pedir una hamburguesa con patatas, o quizás algo más ligero como una ensalada. Las bebidas frías son un salvavidas bajo el sol, y el sabor de un refresco helado en la boca es una bendición. Busca una mesa bajo una sombrilla y disfruta de un merecido descanso.
Para los más pequeños, hay zonas especiales donde el agua apenas cubre los tobillos. Escucharás risas agudas y chapoteos constantes. Sientes el agua tibia y poco profunda, ideal para que los niños corran y jueguen con seguridad. Hay estructuras con chorros de agua que salen de todas partes y pequeños toboganes adaptados a su tamaño, donde se deslizan una y otra vez con una alegría contagiosa. Los socorristas están muy pendientes, lo que te da una tranquilidad extra.
Al final del día, te sentirás cansado, pero con esa agradable fatiga de haberlo dado todo. Tu piel está ligeramente quemada por el sol, tus músculos algo doloridos por la adrenalina, y el olor a cloro parece haberse impregnado en todo. Antes de irte, puedes usar las duchas para quitarte el cloro y cambiarte. La salida es sencilla; si llegaste en coche, el parking es amplio. Si necesitas un taxi o un autobús, el personal te puede orientar.
En resumen, Watercity es una inmersión total en la diversión acuática. No es solo ver toboganes, es sentir el agua en cada centímetro de tu piel, el rugido en tus oídos, la velocidad en tu cuerpo y la alegría en tu corazón. Es un día para desconectar y simplemente sentirte libre. Mi consejo: ve temprano para aprovechar al máximo las horas de menos gente y no olvides el protector solar.
Olya desde las callejuelas