¿Qué haces en Stradun? Mira, no es un "qué hacer" con una lista de tareas, es más bien un "qué sentir".
Imagina esto: acabas de cruzar una de las antiguas puertas de la ciudad. De repente, el aire se abre. Tus pies, que quizás estaban en un asfalto irregular o adoquines, ahora se deslizan sobre una superficie increíblemente lisa. Es piedra caliza, pulida por siglos de pisadas, y sientes su frescura bajo tus suelas, incluso en un día cálido. La luz del sol rebota en ella, creando un brillo casi cegador que te hace entrecerrar los ojos por un instante. Y el sonido... el sonido es una mezcla de murmullos de voces, risas, el eco de pasos que resuenan de forma diferente en este espacio abierto, y un zumbido constante de vida. Estás en Stradun, la arteria principal de Dubrovnik, y lo primero que haces es simplemente *sentir* el espacio.
A medida que avanzas, te dejas llevar por la corriente de gente. No hay prisa, solo un flujo constante. A tu izquierda y a tu derecha, tus manos podrían rozar las fachadas de edificios antiguos. Puedes oler una mezcla de cosas: quizás el aroma dulce de un gofre recién hecho de alguna de las cafeterías que flanquean la calle, el leve toque salino del mar que se cuela por los callejones, o incluso el distintivo olor a humedad y piedra antigua. Escuchas fragmentos de conversaciones en idiomas que no conoces, el tintineo de tazas de café, y a veces, una melodía lejana de un músico callejero. La piedra bajo tus pies es increíblemente suave, casi como caminar sobre un río seco de mármol. Es el tipo de superficie que te pide que te detengas, que te agaches y la toques para entender su historia.
Al final de la calle, o al principio, dependiendo de por dónde entres, te encuentras con la Fuente de Onofrio. No es solo una fuente para beber; es un punto de encuentro, un lugar donde el sonido del agua salpicando es una constante tranquilizadora. Puedes acercarte y sentir el chorro fresco del agua en tus manos, un alivio instantáneo. Si giras un poco, tu mirada se posará en el Palacio Sponza, con sus arcos elegantes; casi puedes sentir la historia en la textura de sus columnas. Luego, si te atreves, desvíate por uno de los callejones estrechos que salen de Stradun. El sonido de la calle principal se apaga casi por completo. El aire se vuelve más fresco, más íntimo. Puedes escuchar el eco de tus propios pasos, el suave murmullo de una conversación en un balcón, o el delicado roce de la ropa tendida secándose sobre tu cabeza. Es como entrar en un mundo secreto dentro del bullicio.
Stradun es el corazón de la ciudad. Pasa un tiempo simplemente observando. Puedes sentarte en uno de los escalones de piedra (si encuentras un hueco) o en una terraza, y sentir el pulso del lugar. Observa cómo la luz cambia sobre la piedra a lo largo del día: un brillo dorado por la mañana, un resplandor más intenso al mediodía, y un tono suave y cálido al atardecer. Siente la brisa nocturna si te quedas hasta tarde, trayendo consigo el aroma de la cena de los restaurantes cercanos. Es un lugar para sentirse parte de algo mucho más grande, un escenario donde la vida se ha desarrollado durante siglos, y tú eres solo el último en pisar sus piedras pulidas. La sensación de historia bajo tus pies es palpable.
Si vas a Stradun, lleva calzado cómodo, de verdad. La piedra caliza es preciosa y suave, pero puede ser resbaladiza si está mojada o si tus zapatos no tienen buen agarre. El mejor momento para sentirla de verdad, sin el agobio de las multitudes, es a primera hora de la mañana, justo después del amanecer, o al final de la tarde, cuando la mayoría de los cruceristas se han ido. Tendrás más espacio para percibir los sonidos, los olores y la textura de la calle. Y sí, la Fuente de Onofrio es perfecta para rellenar tu botella de agua.
Olya from the backstreets.