¡Hola, trotamundos! Hoy te llevo a un lugar donde el tiempo parece haberse detenido, un edificio que respira historia en cada rincón: el Palacio de Justicia Histórico de Lyon. No es solo un monumento; es una experiencia que se siente con cada parte de tu ser.
Imagina esto: tus pasos te guían por las orillas del Saona, el aire fresco del río te acaricia la cara. De repente, el sonido del tráfico se atenúa y una imponente presencia se alza a tu derecha. Sientes el cambio bajo tus pies; pasas de las lisas losas del muelle a un pavimento ligeramente más rugoso, y luego, antes de darte cuenta, tus zapatos se encuentran con el inicio de unas amplias escalinatas. Son de piedra maciza, lisas y firmes, que te invitan a ascender lentamente. Puedes percibir la escala del edificio por el eco de tus propios pasos y la forma en que el viento parece susurrar entre las columnas gigantes que se alzan por encima de ti. La fachada es grandiosa, sus líneas clásicas transmiten una seriedad y una historia que casi puedes tocar en el aire denso y fresco que te rodea.
Al cruzar el umbral, el mundo exterior se desvanece. El suelo cambia drásticamente; ahora es un mármol pulido, frío bajo tus pies, que resuena con cada movimiento. Estás en la "Salle des Pas Perdus", la sala de los pasos perdidos. Es un espacio inmenso, donde el eco de tus pasos se mezcla con un murmullo constante, casi como un zumbido distante de voces y movimientos. La acústica es envolvente; puedes sentir la altura de los techos abovedados por cómo el sonido se eleva y vuelve a ti. Los pasillos aquí son amplísimos, rectos, diseñados para que la gente fluyera libremente, aunque ahora es un lugar de calma y contemplación. Sientes la solidez de las paredes a tu lado, la frialdad de la piedra que te envuelve, y un ligero olor a antigüedad, a polvo y a cera, que impregna el ambiente.
Un consejo práctico para tu visita: los cambios en la textura del suelo son tus mejores guías. El mármol pulido y resonante te indica que estás en las grandes áreas públicas o los pasillos principales, donde el flujo de personas es mayor. Si sientes una alfombra bajo tus pies, es probable que hayas entrado en una sala más pequeña, quizás un área de exposición temporal o una antigua oficina, donde el sonido se amortigua y el ambiente es más íntimo. Los horarios de visita suelen ser limitados, así que es buena idea revisar la página web oficial antes de ir para asegurarte de que está abierto al público. El personal suele ser muy amable y dispuesto a ofrecerte descripciones verbales si lo necesitas; no dudes en preguntar.
Si te aventuras más allá de la sala principal, notarás cómo los caminos se ramifican. Puedes encontrar pasillos más estrechos que te llevan a las antiguas salas de audiencias, donde el suelo puede cambiar a parquet de madera, que cruje suavemente bajo tus pasos, o a baldosas que conservan un frío peculiar. Si subes las escaleras (que son anchas y de piedra, con una barandilla robusta que puedes seguir con la mano), sentirás cómo el espacio se eleva contigo. Arriba, los pasillos son más íntimos, conectando las diferentes alas del edificio. Cada puerta de madera maciza, con sus herrajes antiguos, se siente pesada y significativa al tacto. El sonido aquí es menos grandioso, más contenido, como si las paredes guardaran secretos de siglos de decisiones y debates.
Moverse por el Palacio de Justicia es como leer un libro con tus pies y tus oídos. Cada cambio en el material del suelo, cada eco, cada olor a madera envejecida o piedra fría, te cuenta una parte de su historia y te guía por su laberíntica pero majestuosa estructura. Es un lugar que te invita a sentir, a escuchar y a imaginar las vidas que transitaron por sus pasillos. Es una experiencia inmersiva, donde el diseño del edificio, con sus amplios espacios públicos y sus rincones más recogidos, te envuelve completamente.
Un abrazo desde la carretera,
Olya from the backstreets