¿Listos para una aventura acuática en Dubái? Imagina esto: el sol del desierto ya calienta, pero la brisa marina te roza la piel. Cuando llegas a Aquaventure, lo primero que notas es el sonido lejano de risas y el chapoteo constante del agua. Es un telón de fondo vibrante. Al entrar, sientes el hormigueo de la emoción. Te diría que vayas directo a las taquillas, que están bien señalizadas cerca de la entrada principal. Pilla una grande, aunque creas que no la necesitas, siempre acabas con más cosas de las que pensabas. Una vez listo, con el bañador puesto, sentirás el suelo caliente bajo tus pies descalzos, una sensación que te dice "esto es Dubái". Ahora, respira hondo el aire húmedo y salado, y vamos a por ello.
Mi primer consejo es ir directo a las atracciones más intensas, las que están en la Torre de Neptuno y la Torre de Poseidón, justo al fondo del parque. La mayoría de la gente se queda en las primeras piscinas o se distrae. Tú no. Camina a paso ligero, ignora las distracciones iniciales. Vas a escuchar el rugido del agua y los gritos de emoción a medida que te acercas. La cola para el "Salto de Fe" (Leap of Faith) es la que más crece, así que es tu prioridad. Siente la adrenalina mientras subes las escaleras, el aire se vuelve más fresco y la anticipación te eriza los pelos. El descenso es rápido, oscuro, y la sensación del agua fría salpicándote al final es pura liberación. Luego, sin pensarlo mucho, pásate a los toboganes de la Torre de Poseidón, como el "Aquaconda" o el "Zoomerango", que te lanzan hacia arriba y hacia abajo con una fuerza inesperada.
Después de esa descarga de adrenalina, tu cuerpo te pedirá un respiro. No te compliques, dirígete al río lento, el "Rapid River". Es la forma perfecta de relajar las pulsaciones sin salir del agua. Te subirás a un flotador individual o doble y te dejarás llevar por la corriente. Escucharás el suave murmullo del agua chocando contra las orillas, el canto de los pájaros (sí, hay vegetación exuberante) y sentirás el sol filtrándose entre las hojas de las palmeras. Hay zonas con rápidos simulados donde la corriente se acelera un poco, es divertido, pero no es nada extremo. Simplemente te dejas llevar, sintiendo el vaivén del agua, una caricia constante que te relaja cada músculo. Puedes hacer varias vueltas, es una especie de autopista acuática para moverte por el parque sin caminar.
Si te apetece algo diferente, o si vas con niños (o con espíritu infantil), no te pierdas Splashers Island o la nueva área de Trident Tower. En Splashers Island, el suelo es más suave, de goma, y sentirás chorros de agua saliendo de todas partes. Hay cubos gigantes que se llenan y se voltean, con un estruendoso chapuzón que te empapa de pies a cabeza, y risas por doquier. Es un caos alegre. Para algo un poco más avanzado pero aún divertido, la zona de Trident Tower tiene toboganes más modernos, como el "Odyssey of Terror", donde sientes el vacío antes de la caída, o el "Shockwave", que te lanza por un túnel oscuro. Cada uno tiene su propia sensación única: algunos te hacen sentir ingrávido, otros te envuelven en la oscuridad.
A mitad de la tarde, cuando el hambre aprieta, te aconsejo buscar uno de los puestos de comida más sencillos, como el Shark Bites o el Snappers. Evita los restaurantes más grandes si no quieres perder mucho tiempo. Pide algo fácil de comer con las manos, como unas patatas fritas crujientes o un hot dog. El olor de la comida recién hecha se mezcla con el del cloro y la sal, una combinación curiosa. Busca una mesa a la sombra, sentirás el contraste del aire fresco en tu piel mojada. Es el momento perfecto para reponer energías, beber algo frío y sentir cómo el cuerpo se recupera antes de la siguiente ronda de diversión. Lleva chanclas o escarpines, el suelo puede quemar después de un rato y te salvarán la vida.
Para el final, cuando el sol empiece a bajar y el parque a vaciarse, guarda una última visita a la playa privada del parque. Es una sensación completamente diferente. El sonido de las olas del Golfo Pérsico es mucho más suave que el de los toboganes. Puedes caminar descalzo por la arena fina y sentir cómo se te mete entre los dedos. El agua del mar es cálida y tranquila. Es el contraste perfecto después de un día de adrenalina. Si te apetece, puedes volver a hacer uno de tus toboganes favoritos por última vez, cuando las colas son casi inexistentes, o simplemente flotar en una de las piscinas de olas, sintiendo el suave vaivén del agua mientras el cielo cambia de color. Salir del parque al atardecer, con esa sensación de cansancio dulce y la piel ligeramente salada, es la mejor manera de cerrar el día.
Olya from the backstreets