Los senderos son principalmente de tierra compactada y grava, integrándose con el entorno natural y presentando tramos irregulares. Su anchura es variable, permitiendo el paso cómodo en zonas amplias y estrechándose en secciones botánicas más densas. Las pendientes son pronunciadas, descendiendo abruptamente al barranco mediante zigzags y escalones, para luego ascender. Esta topografía dirige el recorrido, guiando al visitante a través de microclimas y colecciones vegetales desde la cima hasta el fondo del valle.

La mañana temprana, de otoño a primavera, es el momento óptimo. El aire fresco y húmedo se impregna del aroma floral, con el canto de aves como única banda sonora. La afluencia es escasa; la atmósfera invita a la introspección silenciosa. Solo el murmullo del barranco rompe el sosiego, potenciando la calma.

¡Hola, amantes de la naturaleza! Permítanme llevarles a un edén oculto en Gran Canaria: el Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo.

Imaginen descender a un barranco donde el aire se impregna con el aroma terroso de la humedad y el dulce perfume de floraciones exóticas. Aquí, el murmullo constante del agua y el trino de aves autóctonas componen una sinfonía natural, mientras la vista se deleita con palmeras majestuosas alzándose hacia el cielo, cactus gigantes de formas escultóricas y una asombrosa colección de flora endémica macaronésica. Cada sendero serpenteante revela un microclima distinto: desde el denso laurisilva que evoca tiempos prehistóricos, con su frescor y su luz tamizada, hasta las zonas áridas repletas de suculentas que desafían la sequedad con sus texturas únicas. No es solo un paseo; es un viaje botánico que traza la diversidad de las islas sin salir de un solo lugar, un testimonio vibrante de la riqueza natural y un pulmón verde que invita a la más profunda contemplación. La sensación de paz es palpable, un refugio del bullicio exterior.

Recuerdo haber llegado a la zona de las *Dracaena draco*, los icónicos dragos canarios. Uno de ellos, imponente y retorcido, parecía contar siglos de historia. Un cartel cercano explicaba que esta especie, emblemática de las Canarias, fue severamente explotada y que muchos de los ejemplares que vemos en el jardín son el resultado de esfuerzos de recuperación y propagación para asegurar su supervivencia. Fue un momento de revelación: este jardín no es solo una exposición, sino un arca, un banco genético viviente. Sentir la rugosidad de su tronco y saber que estaba frente a un superviviente, cuya existencia se debe en parte a la dedicación de este lugar, me hizo entender el verdadero peso y la importancia de su labor de conservación para el futuro de la biodiversidad isleña.

¡No duden en visitarlo y sentir su magia!

El Puente de Madera sobre el Barranco de Guiniguada es una parada fotográfica natural. Enmarca el puente desde abajo para destacar su arquitectura, o desde su centro capturando la inmensidad del barranco. La luz de media mañana, entre las 10:00 y 11:30, es ideal. Permite una iluminación suave del cañón y realza la vegetación sin contrastes excesivos.

Su especialización en flora canaria es inigualable, ofreciendo una inmersión profunda en la biodiversidad local. La señalización es confusa y las pendientes dificultan el recorrido, penalizando la accesibilidad. Sorprende la escala casi salvaje del barranco, lejos de un diseño botánico convencional. Aunque la entrada es gratuita, ciertas zonas acusan falta de mantenimiento, un contraste con su valor científico.

Para alquilar una silla de ruedas o scooter de movilidad cerca del Jardín Botánico, contacta una ortopedia en Las Palmas de Gran Canaria. Empresas como Orto Rent Canarias o Luz Ortopedia ofrecen a menudo entrega a domicilio en la zona de Tafira Alta. Es sencillo coordinar el servicio; consulta sus tarifas y disponibilidad directamente por teléfono o web. Una silla manual puede costar unos 10-15€ al día; los scooters motorizados tienen un precio superior.

Desciendes por senderos serpenteantes, rodeado de una explosión verde que te envuelve. Descubres colecciones de cactus gigantes y palmeras canarias centenarias en cada recodo. El murmullo del agua de cascadas ocultas acompaña tu paso mientras exploras microclimas. Te detienes a contemplar la rareza de especies endémicas, un verdadero viaje botánico.

¡Hola, exploradores de lo verde!

Adentrarse en el Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo no es solo pasear, es sumergirse en la esencia viva de las Islas Afortunadas. Desde el instante en que el sol se filtra entre las palmeras, uno siente la energía primigenia de este edén volcánico. Los senderos serpentean entre formaciones rocosas que parecen esculpidas por el tiempo, revelando una paleta de verdes inimaginables: el esmeralda brillante de los helechos, el verde grisáceo de las tabaibas, y el profundo tono oscuro de los laureles. El aire se carga con el aroma terroso de la tierra húmeda y el dulzor sutil de alguna flor endémica, apenas perceptible. El murmullo constante del agua, a veces un riachuelo impetuoso, otras un goteo suave, acompaña el recorrido, guiándote hacia rincones de sorprendente biodiversidad. Las siluetas milenarias de los dragos se alzan majestuosas, guardianes de un paisaje que muta con cada curva. Aquí, la naturaleza no solo se observa, se respira, se vive.

Pero detente un momento en el barranco de los helechos, justo donde el sendero se estrecha y la luz es más tenue. Allí, casi imperceptible bajo el dosel frondoso, escucharás el suave y rítmico goteo del agua que se filtra entre las rocas volcánicas, alimentando diminutas pozas. Es un susurro constante, la pulsación discreta del jardín, que la mayoría pasa por alto, ensimismados en la grandeza del lugar. La vida misma, gota a gota.

¡Hasta la próxima aventura!

Los senderos del Jardín Botánico, a menudo empinados y con escalones irregulares, requieren atención para evitar tropiezos. Calza siempre zapato cerrado y con buen agarre, fundamentalmente para descensos y zonas húmedas. La exposición solar es alta; el riesgo de deshidratación o golpe de calor aumenta con el recorrido extenso. Lleva agua suficiente, usa gorra o sombrero y aplica protector solar generosamente.

Sí, el Jardín Botánico es excelente para avistamiento; se observan pinzones, currucas capirotadas y el canario silvestre. Sus trinos llenan zonas como el Barranco de Guiniguada y el Jardín de las Islas, ideales para la escucha sosegada. Las primeras horas del día, justo al amanecer, ofrecen la mayor actividad aviar. La primavera es óptima, con la llegada de aves migratorias que amplían la diversidad de especies.